CAPÍTULO 24 | Hemos perdido el tiempo

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Capítulo dedicado a CrazyBludger por ser tan fwuiefhnweuiw (y shippear Zaia, gg) <3


ZAYN

Observo la pared blanca en silencio, con ambas manos metidas en los bolsillos del pantalón que por alguna extraña casualidad de la vida también es blanco, mientras que con uno de mis pies golpeteo de manera nerviosa el suelo. No puedo evitar pensar que hay algo diferente en la pared, pero no consigo entender qué.

Oigo pasos a mis espaldas que en un determinado momento parecen pasar justo a mi lado y detenerse. Sin embargo, no hay nadie.

Tomo aire, entornando los ojos.

Lo que falta es el reloj. Nos quitaron el tiempo.

Hago una mueca al sentir una repentina corriente de aire sacudir mis cabellos sin demasiada fuerza. Me vuelvo hacia un lado, para comprobar que sigo estando solo.

Quizás estoy exagerando. Debería tranquilizarme.

Se supone que está cayendo la tarde. A través del espejo se proyecta una luz anaranjada que oscurece, a su vez, el ambiente. Camino hasta llegar al sofá a paso lento y luego me dejo caer sobre él. Al instante, apoyo ambos codos sobre mis piernas y mi cabeza sobre mis manos, dejándola caer y teniendo así justo frente a mis ojos nada más y nada menos que mis pies.

No puedo evitar sonreír al recordar lo que ocurrió hace unos segundos, sintiéndome bastante idiota al darme cuenta de lo que estoy haciendo. Pero, en fin. Es empalagoso querer a alguien de esta forma, pero también se siente bien, así que puedo aceptarlo.

En un determinado momento, vuelvo a sentir la débil ráfaga de viento. Alzo la mirada. Sigue sin haber nada, así que decido irme antes de que ocurra algo más extraño. Mientras me incorporo, vuelvo a oír los pasos, aunque esta vez mucho más lejanos. Apresuro el paso hasta llegar a la puerta de mi habitación.

Una vez allí, ya no puedo avanzar. Mis manos rodean el picaporte pero no son capaces de girarlo porque mi mente se bloquea al recordar la ansiedad, el pasillo, a Maia salvándome en más de una oportunidad. No puedo avanzar hasta que la ráfaga vuelve y me empuja dentro de mi habitación con más brusquedad.

Caigo de bruces sobre el suelo, al mismo tiempo en el que la puerta se cierra a mis espaldas, y todo lo que me rodea es oscuridad. No pierdo tiempo en incorporarme y, en cuanto lo hago, ponerme alerta.

—Ven, ven, Zayn. Pidamos un deseo—oigo justo a mi lado. Es una voz infantil, femenina y dulce.

Comienzo a oír risas. Sí, es bueno oír risas de niños, lo admito. Pero no ahora. No en la casa de 00:00.

Justo entonces, cuando la risa se acaba, algo golpea mi costado derecho, volviendo a tirarme el suelo. Estoy a punto de volverme, cuando recibo un nuevo golpe. Esta vez, pierdo la consciencia.

Vuelvo a despertar amarrado a una camilla de forma vertical. Mis manos están libres, pero mis pies no. Alzo la mirada. No parece haber pasado mucho tiempo, ya que la gran sala en la que me encuentro también hay una luz anaranjada que la ilumina y oscurece a la vez.

Tomo aire, casi desesperado, mientras inspecciono lo que me rodea. Justo frente a mí tengo un gran reloj, casi como el de...

Estoy en la sala en la que Maia casi muere. Es la misma de aquella vez.

Eso quiere decir que...

—Pide un deseo.

Frente a mí, de la nada, aparece Richard. Está en silla de ruedas. Su cabello oscuro comienza a teñirse de blanco. Sus manos tiemblan cuando las alza para lanzar una carcajada.

Decido no contradecirlo.

—Abre todas las puertas de la casa—suelto sin pensármelo dos veces, intentando hacer que mi voz permanezca firme, sin titubear ni vacilar.

Richard deja de reír para observarme con una sonrisa maliciosa, la cual termina por superar todas y cada una de las cosas que nos hizo alguna vez. Ahora, frente a mí, sólo consigue hacer que quiera liberarme para matarlo.

—Como tú quieras, Romeo—contesta, al mismo tiempo en el que desaparece.

Sin embargo, en su lugar, hay alguien nuevo. Está de pie y tiene un arma en las manos.

No entiendo de quién se trata hasta que caigo de la camilla y mi cara se estrella sobre el suelo. Un pitido anuncia cualquier cosa sobre mi cabeza, haciéndome recordar que tenía un reloj. Diez segundos. Lo más lógico sería que la puerta vuelva a estar en su lugar, lo que me llevaría a...

No puedo seguir pensando. Mientras me incorporo, un cuerpo se estrella contra el mío, lanzándome hacia atrás. Mi espalda choca contra una pared, y mis pulmones pierden todo el aire. Alzo la mirada, repentinamente mareado.

Frente a mí, lo distingo: la persona era Aarón. Es él, pero a la vez no parece serlo. Lleva un cuchillo lleno de sangre consigo. Se acerca a mí con velocidad, gritando.

Parece estar completamente fuera de sí.

Logro esquivarlo cuando intenta volver a arremeter contra mí. Alzo la mirada. Siguen quedándome seis segundos. Distingo la puerta a lo lejos, justo cuando Aarón vuelve a saltar sobre mí. Enrolla sus brazos a mi cuello y sus piernas a mis caderas, tirándome hacia atrás. Sin embargo, me impulso hacia adelante, y comienzo a correr en dirección a la puerta.

Está demasiado lejos, y con Aarón sobre mí, parece alejarse cada vez más. Incluso cada vez avanzo más lento, sintiendo el peso de Aarón cada vez más presente.

Comienzo a pensar, sin dejar de avanzar. Recuerdo que Aarón tenía una herida en la pierna, la cual dudo haya sanado del todo. Decido detenerme y sacudirme, consiguiendo que Aarón caiga al suelo, y volviendo a echar a correr hacia la puerta. Se supone que me seguirá, cosa que termina por hacer, aún con el cuchillo en sus manos. Así, me siento incluso más ligero. Llego a la puerta rápidamente y la abro, sin perder ningún segundo.

Giro un poco la cabeza antes de pasar un pie al otro lado para comprobar qué tan lejos está Aarón. No puedo ni quiero dejarlo aquí. Cojea, pero avanza, desenfrenado. Alzo la mirada. Tres segundos.

Dos.

—¡Me cago en ti, Aarón!—exclamo, fuera de mí.

Él escucha mi grito estando ya a varios metros de mí. Me dedica una mirada gélida con sus ojos electrizantes y arroja el cuchillo en mí dirección. Lo esquivo, y le echo una mirada en plan «¿es lo mejor que puedes hacer?». Eso consigue volverlo loco, tal y como quería que sucediera.

Se lanza sobre mí, con un segundo sobre su cabeza. Abro la puerta, sin perder el tiempo, y cuando el cuerpo de Aarón choca contra el mío, ambos nos impulsamos hacia el otro lado.

Caemos al suelo, ya dentro de la casa de 00:00. La puerta se funde en la pared.

Todo sigue estando tan solitario como había estado antes de que me fuera, sólo que ahora es completamente de noche.

Me incorporo, satisfecho, mientras distingo la luz verde en las puertas traseras.

Entonces, me giro hacia Aarón.

Vuelve a tener el cuchillo en las manos llenas de sangre.

Y lo alza en mí dirección.



AlevosíaWhere stories live. Discover now