CAPÍTULO 10 | Catástrofes

8.1K 816 183
                                    

DANIEL

Mis dedos no pueden dejar de temblar. No es como cuando tienes frío, o algo de nervios. No se asemeja en lo absoluto. De hecho, apenas puedo tener con firmeza el volante de la camioneta. Intento mantener la vista fija en lo que tengo en frente, en los coches que se me cruzan, las luces que dejo atrás, las señales, pero parece ser demasiado.

Son muchos recuerdos.

Victoria.

Mi madre.

Mi tía.

¿Qué haré si vuelvo?

—Tienes que girar a la izquierda—me indica Heather—. Ahora.

Me noto tan tenso que hasta siento cómo mi respiración parece pesada. Me gustaría cerrar los ojos, encerrarme, o tan solo detenerme, pero no puedo hacerlo. Hay muchas cosas. Tantos detalles, estímulos a los que estar atento. Aquella señora que cruza la calle. Este semáforo que brilla en rojo. Las voces a mis espaldas, la extraña alegría que se siente pero que yo transformo en... ¿en qué?

—Bueno, creo que nos toca girar otra vez a la izquierda—dice Heather.

Nunca habíamos estado tan cerca. Hay un hospital. O sea, estamos yendo a uno. Salvaremos a Aarón. Alguien nos rescatará a nosotros. Entonces, volveremos a casa. Aquel lugar del que tanto deseaba irme, pero al que ahora amaría volver. Aunque, pensándolo bien, ¿es tan así? Porque no recuerdo qué me queda. No sé qué tengo ahí. Sé que no habrá una madre esperándome, ni mucho menos mi tía con su cálida sonrisa. Tampoco tendré a Victoria.

¿Qué me queda?

—Daniel—vuelve a decir Heather—, a tu izquierda.

En otras palabras, no estoy seguro de si me quede algo. Tengo a Zayn aquí, conmigo, lo tengo claro. Es algo, más que eso, pero hablando de casa. Familia. Hogar. ¿A dónde iré si todos vuelven?

—¿Daniel?

Mis manos pierden el control. Todo el aire que estaba manteniendo parece atorarse justo en mis pulmones, o puede ser que me haya abandonado por completo. No sabría decirlo. Pero acabo de quedarme sin nada, casi ciego, y he soltado el volante. Alguien grita y la camioneta gira sobre sí misma sin control. Mi cabeza se pega a la puerta a la espera del impacto. No entiendo qué sucede hasta que, en seco, llega.

Nos estrellamos.

La primera en reaccionar es Heather. Estando a mi lado, toma mi mano y me pregunta cómo estoy. Respondo que vivo, por lo que me suelta al instante y sale de la camioneta. Hago lo mismo, y mientras ella abre las puertas traseras, yo observo el desastre que acabo de cometer: nos hemos estrellado contra un poste de luz, que ahora se encuentra doblado sobre sí mismo. No alcanzo a procesar qué acabo de hacer. O cómo sucedió. De repente, solo perdí el control sobre el volante... y aquí estamos.

—No pasa nada, chicos, está completamente bien—intenta tranquilizar Heather al resto—. Si nadie está herido, no pasa nada.

—¿Qué hay de Aarón?—replica Esther—. Apenas puede caminar, mierda.

Me acerco a ellos. No bajó ninguno, pero por lo que veo todo está en orden, a excepción del que siempre ha estado mal.

—Lo llevaremos al hospital—vuelve a repetir esta vez Perrie, poniéndose de pie—. Yo sé cómo llegar a uno desde aquí.

Está justo a mi lado antes de que pueda darme cuenta. Vuelvo la vista atrás y solo soy capaz de distinguir una calle eterna y poco transitada, a diferencia de aquella por la que veníamos. Intento tomar aire otra vez, pero ni siquiera eso me tranquiliza. ¿Cómo he sido capaz de ser tan imprudente justo en este momento? Me necesitaban más que nunca, y la he vuelto a cagar. Por mi culpa, ahora nada sigue estando bien.

AlevosíaWhere stories live. Discover now