CAPÍTULO 38 | Lo siento, papá

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Ya superé lo de los Wattys, ahora estoy más tranquila.


CHASE

Las cosas pierden su color y forma conforme avanza la noche, como si se estuviesen convirtiendo en algo que ya no es nada, que deja de existir. Posiblemente me esté ocurriendo lo mismo. Tengo muy claro que es mi turno, y no hace falta que alguien me advierta de eso. Soy el último y es por una sola razón. Richard de verdad quiere ponerme a prueba, pero no de la misma forma, no como lo hacen sus concursantes.

Siempre tuve claro el panorama: a la mañana, desaparecería una chica. Podía volver o no hacerlo. A la tarde ocurriría lo mismo con un chico. Sólo por eso sabríamos cuántos días pasaron. Y esta es, de nuevo, la última noche. Ahora es mi turno.

El tiempo pasa demasiado rápido.

En realidad me da bastante igual lo que vaya a ocurrir, sé que no volveré. También sé que se trata de Richard, de mi padre, y después de tantos años, sé cómo lidiar con él.

Incluso puedo imaginarme su reacción, cada una de las palabras que me dirá, contando las mentiras. Me estoy arriesgando, es algo que también tengo claro, pero tuve tiempo para pensarlo. Hasta llegó a ser lo único en lo que perdí mi cabeza durante estos días. Por mi culpa todos volvieron a la casa. Podría haberlos dejado pasar, hasta me hace sentir estúpido pensar en eso, pero no lo hice. Me arriesgué a pensar que podía contra mi padre, contra quien conoce mis movimientos y pensamientos con exactitud.

Cuando me disculpé con ellos, por más que no hayan estado todos, fui realmente sincero, tanto que el silencio que luego significaron mis palabras llegó a herirme en cierto modo. Tienen razón, en parte, si no quieren aceptarlo. Al fin del día, sigo siendo el malo de la historia, por más que sólo haya querido hacer las cosas bien.

Supongo que no podemos cambiar lo que ya somos, supongo que es algo que sólo está destinado a ser y es inalterable. Intenté salvarlos y terminé matándolos. No podría seguir viviendo con esto.

Oigo un estruendo mientras pienso en salir a comprobar si ya es de noche. Mi habitación se encuentra a oscuras, y lo único que soy capaz de sentir es mi cuerpo. Estoy parado en alguna parte, abrazándome a mí mismo, mientras sus caras pasan por mi mente y me torturan. Las cosas que les hice durante el concurso, el llanto silencioso que cada uno sufría cuando nadie los veía. Cada momento vuelve a pasar justo frente a mí, la canción, la muerte de Victoria. Es como si hubiese ocurrido hace nada, unos segundos atrás. La oscuridad ya me da igual.

Oigo un ruido. La puerta acaba de trabarse. Entonces... ya es la hora.

—¿Estás listo?—presto suma atención a la voz infantil que parece hacerme la pregunta con miedo. Quizás sepa quién soy. Quizás sepa en qué estoy pensando. Cuando se percata de que no pienso responder, agrega:—. ¿Chase?

No puedo moverme. Lo único que hago para dar una respuesta es sonreír de manera forzada a la nada, la oscuridad, los recuerdos.

—Ni que te importe—mascullo, bajando la cabeza.

No esperaba que se oiga, pero las risitas que escucho me hacen percatar de que fue uno de esos comentarios que esperas que nadie escuche pero termina sonando tan fuerte como un comentario normal. Bajo la cabeza, arrepentido.

Vuelvo a oír el click, esta vez un poco más cerca de mí.

Sin demasiada convicción, me giro. La antigua puerta desapareció. Ahora, justo frente a mí, tengo una nueva. Me acerco a ella y la abro. Esta vez, lo que me espera del otro lado no es el pasillo, sino una gran sala blanca en la que se supone que debería pasar el reto.

La repentina luz me impide ver bastante, pero aun así distingo a mi padre, unos pasos más allá, en silla de ruedas. Con una mano tapo mis ojos y me acerco a él, como si fuese un padre normal, no un asesino demente. Cada vez que lo veo parece ser lo mismo. No puedo verlo como lo que es, porque esa imagen se borró hace mucho. Ya no es el mismo. La muerte de Jade lo transformó de la mente al corazón y eso, al Chase pequeño, nunca le gustó.

Quito mis manos e intento observarlo sin vacilar. Ya estoy frente a él.

Richard permanece serio, inmóvil, como si estuviese intentando intimidarme. Comprendo así que hasta él tiene claro qué estoy pensando hacer. Y lo entiendo. Tiene razón si ya lo sabe. A pesar de todo, sigue conociéndome como nadie.

Y espero que también siga queriéndome.

Tiene en sus manos el dibujo que una vez tomé de debajo de la mesa. Está intacto, como si nunca se hubiese tocado. Vuelvo a observarlo, recordando lo que ocurrió después. Las manos siguen sin tener sangre, y ahora todo parece cobrar un nuevo sentido. «TRAICIÓN» me recuerda a lo que estoy por hacer. Richard siempre lo supo. Quizás me conoce incluso más de lo que yo me conozco.

O quizás mi plan también era su plan.

—No me arrepiento de haberlo intentado—me justifico, utilizando el mismo tono de voz fuerte que utilicé un día para decirle que lo ayudaría con el concurso—. Y lo sabes.

Él no dice nada. Baja su cabeza, en silencio, y observa el dibujo con tristeza, hasta que este desaparece.

—Lo sé—gruñe entonces, cerrando los puños—. Y también entiendo que ahora quieres volver a salvarlos.

Siempre lo supo. Lo tuvo en cuenta a la hora de enviar el dibujo. En cada detalle, a cada momento, siempre estuvo intentando decirme que lo sabía, que lo estaba pensando, que incluso no era tan arriesgado pensar en algo como esto.

O quizás...

—...pero no olvides que no es tu...—continúa diciendo.

Antes de que pueda seguir, decido actuar.

—Haré lo que quieras... papá—lo interrumpo, sintiendo un repentino nudo en mi garganta—. Lo prometo. Puedo pedirte disculpas si es lo que esperas que haga—arriesgo, cerrando los ojos. Mi mandíbula se tensa y me impide hablar, así que pasa un tiempo antes de que sea capaz de agregar—: Pero si de verdad quieres seguir teniéndome, debes dejarlos ir.

Silencio. Pasa una eternidad, al menos en mi mente, hasta que él se decide a tomar aire inclinándose hacia atrás en su silla de ruedas. De verdad se lo pensó. De verdad parece estar a punto de hacerlo.

Pero preferiría no confiar del todo en alguien como él.

Puede ser mi padre, pero no sé hasta qué punto me ve como un hijo.

Richard cierra sus ojos, tal y como lo hice yo, y deja salir todo el aire que había estado conteniendo.

—Está bien—se rinde, sin mirarme a los ojos.

Está a punto de decir algo más, pero parece pensárselo.

Comprendo, gracias a su falta de explicaciones, que mi tiempo en la casa, con ellos, acaba de culminar. Lo más probable quizás sea que no vuelva a verlos o a saber de ellos, pero debo intentar confiar en mi padre, en que cumplirá su palabra. O, quizás, tendría que darle una nueva condición.

—Quiero verlos vivos—atajo.

Él alza la mirada y me observa. Parece estar diciéndome «bien jugado, Chase. De verdad lo estás haciendo bien». Vuelve a tomar aire, aunque esta vez no lo deja salir.

—Pero—me interrumpe—, el proceso será el mismo.

Él también sabe cómo jugar.

Sé que no puedo hacer nada más para cambiar el proceso del que habla pero, al menos, acabo de salvarlos. Ya es demasiado pedir que los deje ir, así que me obligo a mí mismo a cerrar la boca para no intentar algo más y cagarla.

Por primera vez en mucho tiempo, Richard me dedica una sonrisa. Es triste. Sé que no soy lo que esperaba, que no estoy haciendo ni siendo quien él quería que fuese, de que acabo de decepcionarlo. Sin embargo, por alguna razón, eso me da igual.

Ahora sí que acabo de hacer las cosas bien.

Un cosquilleo nace desde la planta de mis pies y comienza a subir, hasta que consume todo mi cuerpo, y desaparezco.


#AdiósChase:(.


AlevosíaWhere stories live. Discover now