El pasillo estaba en completo silencio. Solo nuestros pasos rompían esa quietud, resonando por todas las paredes. No había absolutamente nadie.
Eran las siete y cincuenta.
-Es que es un poco pronto, Gan -dijo él.
Su última palabra resonó hasta el final del pasillo.
-¿Me acabas de llamar "Gan"? -le pregunté. Era la primera vez que me llamaba por ese mote.
-¿Te ha molestado?
-No, sólo que... ¿de dónde has sacado eso?
-Lo estuve pensando ayer -comenzó a explicarme -. Ya que empezamos de nuevo me pareció buena idea llamarte de forma distinta, pero no se me ocurrió nada mejor.
-Hay que ver como eres -suspiré -. Pues que sepas que te vas a quedar como Felix.
-Que injusta, ¡con lo bien que te trato!
Cambió su forma de andar, dando golpes fuertes con cada paso que daba, y escondiendo sus manos en los bolsillos de su chándal, simulando que estaba enfadado. Yo me puse a reír, cuando oí una voz. Venía de la entrada, pero la pudimos oír donde estábamos nosotros.
-Huh, ¿ya hay alguien a estas horas?
Era la voz de una mujer bastante mayor. Nos oyó desde allí, aunque no nos podía ver. ¿Podría ser una profesora? Los nervios empezaron a apoderarse de mí.
-Será mejor que vayamos a nuestras aulas, no quiero tener problemas el primer día.
-Vamos Gan, no nos va a pasar nada por llegar pronto. Te preocupas demasiado -intentó calmarme -. Va a ser diferente, la historia no volverá a repetirse. ¿Vale?
Me limité a mirar el suelo y afirmar con la cabeza.
-No te creo, mirame y dímelo en voz alta -me ordenó.
Subí mi mirada hacía la suya. Él era más alto que yo, mucho más.
-Estoy bien. Todo saldrá bien -le dije con la mirada fija.
Él me sonrió. Mis palabras parecieron convencerle. Abrió la boca para decirme algo, pero el timbre le interrumpió. Comprové el reloj. Eran y cincuenta y cinco.
-Eso me ha asustado -dijo mientras ponía su mano encima de su pecho. Yo me limité a soltar una carcajada por su reacción.
Siempre me hacía reír.
-Será mejor que vayamos a nuestras aulas.
-Felix -le frené antes de que se fuera -. ¿Qué querías decirme antes?
Él, que ya había empezado a andar en otra dirección, volvió hacía mí y se limitó a abrazarme. Era un abrazo de despedida. Nos mantuvimos así por unos segundos, hasta que escuchamos los pasos de los alumnos. Con un pequeño empujón nos separamos y él volvió a andar.
-Sólo quería decirte -me decía mientras se alejaba -que no olvides sonreír en tu primer día.
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Morgan
Teen FictionElla era Morgan, la chica del castaño teñido. 04 de agosto de 2016 Todos los derechos reservados ©