XVI

2 0 0
                                    

Podía ver mi reflejo a través de las baldosas del suelo que yo misma estaba limpiando. Ahí estaba yo, con un rostro que mostraba mi cansancio, imposible de ocultar con mi pelo, recogido en un voluminoso moño. Dejé a un lado la fregona y me senté en uno de los taburetes de la pizzería, vacía. Me fregué las manos, rojas y aturdidas por el frío y el dolor. Miré lo que había al otro lado del cristal de la ventana. Una brisa, acompañada de diminutos copos de nieve, rozaba la superficie del vidrio y silbaba, silbaba sin parar, como si el invierno nunca fuera a llegar a su fin.

Ya habían pasado dos meses desde que empecé a trabajar allí y me estaba pagando factura. Apenas podía levantarme por las mañanas y cuando lo lograba ya era demasiado tarde: el autobús ya me habría dejado tirada, y Felix junto a él. De hecho, desde entonces ya no hablaba tanto con él, y no solo eso, si no que aún no sabía nada acerca de mi situación, así que siempre tenía que poner excusas para los planes que me sugería, una cada vez peor que la otra. Y, como no, también estaba Lauren, con quien no me volví a dirigir la palabra desde aquel día que me arrastró fuera de clase, y sus palabras todavía daban vueltas por mi cabeza.

¿Lo peor? Todavía me quedaba un buen tiempo para recaudar una suma de dinero aceptable, así que mi situación no iba a cambiar, más bien diría que iba a empeorar.

Vi como Damien se acercaba detrás de mi a través del reflejo de la ventana, como si quisiera darme un susto. Pero antes de que pudiera, me levanté repentinamente y volví a coger la fregona para seguir limpiando. Él se quedó en su posición, un poco sorprendido, como si acabara de hacer un truco de magia delante de sus narices.

-No tenía malas intenciones, lo juro -rió.

-Lo sé -respondí cabizbaja, observando las baldosas.

Mi respuesta fue tan monótona que dejó de reír. Se dirigió hacia mi y, sin decir nada, me quitó la fregona de las manos. Yo levanté la mirada hacía él con ojos bien abiertos. Ahora era yo la sorprendida.

-Creo que ya has trabajado lo suficiente por hoy.

-Pero aún queda más de la mitad del suelo...

-Ya lo hago yo -suspiró y me miró de la cabeza a los pies -, lo digo en serio, no te ves muy bien. Más que una empleada...

-¿Qué? -pregunté, curiosa por saber como acababa su frase. Volvió a suspirar mientras escurría la fregona y siguió:

-Más que eso, pareces una esclava. Ya es suficiente.

Y se dispuso a seguir con el trabajo que no había terminado. Y yo solo me limitaba estar delante suyo y mirarlo, pero la vista se me fue pronto hacía el reloj que estaba colgado. Eran las once y media de la noche. Un viernes. Eran vacaciones de invierno pero yo seguía estudiando porque había suspendido seis materias. Y estaba dispuesta a recuperarlas.

Fui al baño a cambiarme de atuendo, cogí mi mochila y me dirigí hacía la salida.

-¿Estas loca? No puedes irte aún -me dijo un cierto pelinegro con una fregona.

-Me voy a casa -le aclaré.

-Vale, te doy permiso -abrí la puerta -aunque hoy te iba a pagar por adelantado y...

-¿Pagar? -dije con entusiasmo.

Di media vuelta y me senté en el taburete que había usado antes. Él se fue un momento y yo lo esperé con ojos brillantes, suplicando por un poco de dinero. Damien regresó sujetando un sobre blanco con unas letras enormes que ponían "Gan". Lo cogí con mi dedo índice y pulgar y no me atreví a abrirlo.

-Sabes que tu padre ya me ha pagado este mes, ¿no?

-Lo sé, pero considera esto como un pequeño detalle navideño por mi parte, ¿de acuerdo?

Miré el papel doblado que estaba sujetando. Se podía saber el número de billetes que contenía con tan solo notar su espesor. No me sentía bien aceptando ese dinero, pero en mi situación sería demasiado descuidado rechazarlo, así que lo metí en el bolsillo pequeño de mi mochila.

-No sé a que viene tanta bondad. Primero te ofreces a ayudarme en el trabajo y ahora me pagas de más, ¿te encuentras bien? -bromeé.

-Si siempre he sido bondadoso contigo. ¿O acaso no te acuerdas de quien te rescató de las calles y te consiguió un trabajo aceptable?

Ambos reímos.

-Además, ya casi empezará un nuevo año, y me gustaría finalizar este año haciendo una buena acción... y al menos he conseguido que rieras de nuevo. No miento cuando te digo que no te ves muy bien últimamente.

-Si, lo sé... -dirigí la mirada hacía un lado -Tengo mucho trabajo aquí y en el instituto. Y muchas cosas me están rondando por la cabeza ahora mismo.

-Puedes contármelo si quieres.

Se inclinó un poco para que nuestras miradas se toparan. Le puse una mueca de desagrado y él frunció el ceño, confundido.

-No me fío de ti, siempre te estás burlando de los demás, especialmente de mi.

-¡Oye, eso fue al principio! Ahora ya te conozco más, nunca me burlaría de... -se detuvo un segundo y sonrió -Bueno, en realidad sí.

Le di una patada en la pierna, junto a un "idiota" y me levanté, esta vez dispuesta a irme de verdad. Él se quedó agachado, fregándose por donde le había dado, y empezó a protestar cual niño pequeño:

-He fregado el suelo por ti y te he pagado de más con mi propio dinero, ¡al menos podrías hacer algo por mi!

-¿Como qué? -le pregunté con indiferencia.

-Como seguir nuestro juego de preguntas y respuestas. Te acuerdas, ¿verdad?

-No tengo ni idea de lo que me hablas -le mentí.

-De verdad, ¿dónde has dejado tu espíritu navideño...? -se quejó -Yo intento ayudar y ser buena persona y a cambio recibo una patada.

Levanté la cabeza hacía atrás, gruñí irritada y volví a mi asiento. No hacía falta mirarle a la cara para saber que sonrió de nuevo, satisfecho al ver que sus excusas habían funcionado.

-Contigo no hay manera de poder ser la mala, chico -me crucé de brazos, agotada.

-¿Entonces me das el permiso de preguntarte lo que te ocurre sin que me tengas que pegar otra vez?

-Oye, era mi turno de preguntarte a ti.

-Mentira, todo este tiempo me has estado preguntando a mí y no me has dado ninguna oportunidad para preguntarte a ti. ¿Y no decías que no te acordabas de este juego?

Noté como mi móvil vibraba. Era un mensaje. Habían pasado días desde que alguien me escribía uno. Quise echarle un vistazo pero el chico que tenía delante no me lo permitió: me quitó el aparato de las manos con facilidad y yo abrí la boca, pero él empezó a hablar antes de que pudiera decirle algo.

-Oh no, ni hablar. Tú y yo tenemos muchas cosas que aclarar, así que deja a los demás por un rato y céntrate en mí. Después de todo tenemos toda la noche por delante.

Estiré el brazo para recuperar mi móvil y éste se alejó de mi alcance junto a ese muchacho de brillante sonrisa, que corrió escaleras arriba, hacía su habitación.

Y yo, como una tonta, lo seguí.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jun 07, 2017 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

MorganWhere stories live. Discover now