What shall we die for?

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- ¿Sigues negándote a cooperar?

- Yo no sé nada... Lo juro...

Hope escupió la sangre acumulada en su boca, sintiéndose deshidratada, cansada y horriblemente herida. Ya no era sólo el orgullo... contando la cantidad de veces que la habían violado en aquellos tres días sin ver la luz ni a sus compañeros. También era la imposibilidad de su cuerpo para responder a las órdenes de los movimientos... o incluso para razonar.

Intentaba con todas sus fuerzas idear un plan de escape... una manera de soltar sus cuerdas, o las cadenas dependiendo del día, liberarse y matar a golpes a todos aquellos malnacidos. Otros días no estaba ni con fuerzas para abrir los ojos. La sangre a menudo se concentraba en pegajosas capas que le dificultaban la visibilidad. Era peor que la regla... y ya era decir.

Sus compañeros solían animarla durante el día, distrayéndola... Recordándole que la familia estaba en camino y debía aguantar hasta entonces. Debía hacerlo. Fue entrenada para situaciones como aquellas. Podía hacerlo.

El jefe de los terroristas entró por la puerta del asqueroso calabozo. Hope mantenía la cabeza gacha, sin fuerzas, pero reconociendo los pasos de su alrededor.

- ¿Nada? -preguntó con la voz ronca-.

- Lo siento, señor.

- ¡No quiero que lo sientas! ¡Quiero resultados! -gritó enfurecido, empujando al hombre al suelo, desde dónde sí pudo verlo Ryan. La mano gruesa de Mohamed se enganchó en la cabellera de la soldado, tirando fuerte hacia atrás-. Vas a confesar, puta... yo mismo me encargaré de ello. ¡Traedme mi equipamiento!

Un notable cambio de atmósfera redujo la temperatura indiscriminadamente. El frío se acoplaba a los huesos de Hope, estremeciéndola... Un saco con un contenido hasta los topes se arrastraba por el suelo, cerca de ella. El jefe Mohamed se colocó frente a Hope, cogiendo unos guantes de latex blancos y un delantal de plástico, pareciendo un carnicero a punto de entrar al matadero.

- A mi señal -indicó al gordito del grupo, detrás de Hope-. ¿Dónde está la base de operaciones para esta misión?

Hope dejó aflorar en sus labios una sonrisa burlona, notando cómo su cabeza viajaba de un lado a otro por causa del mareo.

- Debajo de las piedras -pronunció cada palabra con tranquilidad, a sabiendas de que cualquier sobre esfuerzo la dejaría sin aliento-. ¡Salen como setas!

La broma no fue bienvenida, notando cómo le echaban sobre la espalda algo que parecían piedras pequeñas. Una repentina quemazón en sus heridas a base de látigos en la espalda la derrumbó sobre el suelo, golpeando sus rodillas con el hormigón. Mohamed volvió a sostenerla de la cabeza, resintiendo la zona.

- ¡Dónde está!

- No lo sé -susurró sin apenas aire en sus pulmones Hope, intentando captar de su entorno cualquier molécula, por pequeña que fuera, para recuperar el oxígeno. El sentimiento de que su cuerpo se abandonaba a la insconciencia era más fuerte.

- ¡Mentirosa! -una dura bofetada cruzó su rostro, volviéndole la cara contra la pared derecha. El siguiente lanzamiento de sal regresó rápido, haciendo que Hope aullara de dolor y se tirara al suelo, queriendo apagar las llamas invisibles que consumían su cuerpo-. ¿Cómo habéis descubierto nuestra guarida en la catarata?

Hope tuvo que tomarse unos segundos para recuperar la calma, agradeciendo el frío del lugar.

- A mi sólo me han dado órdenes de venir -confesó, sintiendo la pesadez de sus miembros más intensa y las lágrimas a punto de escapar-.

- ¡No te creo! -gritó el hombre desenfrenado. Sus pesados pasos se dirigieron hacia un lateral. Hope escuchó demasiado bien el sonido del chispazo de una batería. Dos hombres colocaron la caja cerca de ella, mientras las pinzas las sostenía Mohadme, jugando con los rayitos que salían de las uniones-. Hace años, en la consulta de un doctor, mi hermano y yo decidimos investigar con las máquinas desfribiladoras. Me la puso sobre mi pecho y de golpe... sentí algo muy similar a esto.

Acercó las pinzas a la barriga de Hope, colocando ambas sobre su desnuda piel. Una impresionante descarga eléctrica que recorrió su piel, desencajando sus órganos y provocando una repentina fuerza interior y el consecuente vómito de los pocos líquidos que le quedaban. Nadie limpió el estropicio, pero sí aumentaron la intensidad... Más y más decibelios... Al principio externamente...

Hope seguía negando las preguntas, algunas ni siquiera conocía la respuesta... otras mantenía en secreto. Pero el dolor...aquél agónico sufrimiento seguía torturándola, dejándola ronca de tanto gritar, ciega de pena y sin ánimos para morir.

¿Por qué merecía la pena morir?

Ella había descubierto que el amor no valía la pena, no valía las lágrimas que uno derramaba por las personas, ni la congoja posterior al descubrir los engaños.

Un recuerdo de James con ella le vino a la mente. En otra ocasión lo habría rechazado, pero necesitaba distraerse del mundo terrenal y soportar otro día más de amenazas y golpes.

Estaban en la feria del pueblo de James. Pasaban el fin de semana con su familia, cerca de la playa y en una pequeña casa de madera. Estaban felices de poder pasar tiempo juntos después de la estresante semana en que James había empezado a tener entrevistas y llamar a distintos amigos que pudieran ayudarle. Hope por ese entonces empezaba a visitar casas para mudarse con él a la ciudad, a pocos kilómetros de dónde sus padres tenían la mansión familiar.

El tiempo de verano era estupendo, una noche totalmente estrellada y ellos dos como una auténtica pareja: riendo, compartiendo palomitas, jugando en todos los puestos... Y ganando en algunos pocos.

- ¿Qué te parece este? -preguntó James sobre un quiosco de pistolas de agua y dianas-. ¿Qué tal se te dará apuntar con un arma?

Hope respondió a la broma riendo, empujándole suavemente con su codo.

- Seguro que mil veces mejor que tú.

Pero no fue así... Ella no lo demostró. Dejó que James se llevara el premio -un enorme oso de peluche rosa que luego le regaló-. Pero para Hope, él era su héroe, su hombre y prometido... quería que estuviera feliz en todo momento.

Definitivamente... por aquello no valía la pena morir.

Ni por la familia... que se olvidaban de ti rápidamente, como si hubieras dejado de existir o fueras un amargo recuerdo.

¿Por esperanza?

Nadie podía vivir de ella.

Pero sí por sacrificio. Por hacer que sus compañeros tuvieran más tiempo para escapar, para que no tardara en llegar el rescate y ellos pudieran salvarse.

Hope moriría tranquila sabiendo que dio lo mejor de sí misma para aguantar todo lo que podía, para darles más tiempo... Ésa era la forma más honrosa que Hope podría haber imaginado para su final... morir por sus compañeros.

Como quien moría por un hermano... ¿Quién decía que tu familia de sangre sería la única que tendrías en el mundo? Hope tuvo la suerte de poder elegir su verdadera familia. La que los lazos de amistad forjaron durante los entrenamientos y sofocantes misiones a 50º en África.

Pero ¿cómo morir sin recursos?

Podía morderse la lengua y causarse una hemorragia interna... ahogarse en su propia sangre debía ser demasiado triste.

No tenía una pastilla de cianuro, ni un cuchillo para cortarse las venas...

Podría lanzarse sobre alguno de los terroristas y romper un vaso... pero es que ni siquiera habían allí.

La única forma que se le ocurría era aguantar la tortura el tiempo que le quedase, perder la esperanza de seguir viviendo o respirando, y abandonarse a la oscuridad.

Quizá así terminase todo antes... quizá así por fin podría descansar.

Soldado HopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora