Then some become marines

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En otra ocasión preferiría escuchar algo distinto al sonido lastimoso que provenía de la radio. 


Llevaba varias horas escuchando su programa favorito de las mañanas, el cual había detestado tiempo atrás. Los oyentes solían llamar a los presentadores para pedir apoyo o consuelo sobre dilemas de sus vidas personales. Algunas personas limitaban sus preguntas a simples y pequeñas encrucijadas como: "¿Con quién debería dejar a los niños: guardería o abuelos?", "¿Sería muy cruel decirle a mi familia que quiero estudiar en una universidad lejos de ellos?", "Voy a conocer a los padres de mi novia, ¿qué ropa debería usar?"... Pero si había algo en que la mayoría del pública coincidía, solía ser en las grandes dudas existenciales sobre el amor. Podían llegar a preguntar tantas tonterías juntas y al mismo tiempo que Hope llegaba a plantearse si realmente eran seres humanos o simios en evolución.

Las distintas horas se iban juntando mientras esperaba en el interior de su coche, perdida en sus pensamientos. Aún no había abandonado el garaje de su casa, ni siquiera encendió el motor del vehículo. Aún no estaba segura de lo que iba a hacer.


Era por culpa de la melodía triste en la radio mientras iban sucediéndose los testimonios de corazones rotos que tomó la decisión. No podía seguir frustrándose por cosas que no podía cambiar. Si quería un cambio debía actuar.


Recordaba pequeños retazos de lo que había sido su mañana, la misma desde hacía un año. Se había levantado sola en la gigantesca cama de matrimonio. El lado que solía ocupar su marido seguía intacto. Otra noche que él no había venido. Ya iban tres días en aquella semana. ¿Había algún problema en su empresa que lo requiriese de su tiempo veinticuatro horas? ¿Con quién y dónde estaba? ¿Estaba enfadado con ella para no enviarle al menos un mensaje diciendo "Estoy bien"? ¿Se había cansado del matrimonio? A menudo su mente se veía inundada por aquellas preguntas aterradoras. No sabía por cuánto tiempo tendría que esperar un milagro. Tampoco sabía si realmente podría llegar a suceder uno que cambiara toda aquella situación.


A pesar de ser la única persona en la casa, decidió darse un baño con toda la calma del mundo. Incluyó el jabón perfumado de lavanda que tanto le gustaba a James, y mientras escuchaba un poco de Frank Sinatra, intentaba relajar su mente para evitar perderse entre las dudas y el reproche.


La temperatura del agua pronto se convirtió en el vapor que cubría los espejos y la cristalera azul oscura por la que a menudo entraba de lleno el sol. Pero aquella mañana tuvo que encender las luces... El sol era opacado por las nubes que anunciaban mal tiempo. Algo que por mucho que lo intentara, empeoraba su ánimo. Le quitaba las fuerzas para luchar con más ahínco.


Salía del agua cada vez que se le hacía insoportable seguir quieta. No hacer nada era recordarle que sus intentos femeninos por acercarse a su marido eran en vano. Como siempre, el abandono y la soledad de la casa se transformaban en el frío que quebraba sus huesos. Por mucho que usara su bata de algodón y pusiera la calefacción, nada parecía disminuir la realidad: estaba sola. Y siempre lo había estado.


Su armario se componía de vestidos recatados con colores suaves. La hilera de tacones tenía diseños en tonos negros, blancos, perlas y marrones. Su cabello negro brillante siempre sería trenzado y recogido en su nuca, en ocasiones especiales decorado con perlas. Su imagen era el reflejo de una señora casada, fiel a su marido y las ideas de éste. Una mujer criada con un objetivo claro: ser la mujer ejemplar de una sociedad que ha perdido los valores de lo tradicional.

Soldado HopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora