3. Dulces dieciocho.

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Dulces dieciocho


— ¿Y? ¿Qué tal? —la voz de Halle sonó al otro lado del probador.

Zoe llevaba alrededor de cinco minutos intentando convencerse que el vestido que se estaba probando era el perfecto para su cumpleaños dieciocho.

—Creo que... Me gusta —contestó al fin, no muy segura.

Halle asomó la cabeza por la cortina y se le quedó viendo.

—Te pareces a tu madre.

— ¡Ya sé! —Zoe explotó y arrugó el rostro en una mueca de tragedia—. ¡Es exactamente como el que ella usó en sus dieciocho!

—Pero más moderno.

— ¡No soy yo!

Ambas observaron el reflejo de Zoe en silencio intentando convencerse y a la vez pensando qué hacer. Finalmente Halle se encogió de hombros antes de hablar.

—Pruébate el otro.

—Halle, voy a romper su corazón si no uso este.

Suspiraron.

No estaba tan mal, pensó Halle, solo que el vestido no era precisamente el estilo de Zoe Terrence: no era sexy ni revelador.

Gemma Terrence, la madre de Zoe, era diseñadora de modas y aunque la mayor parte el clóset de Zoe estaba diseñado por Gemma, nunca fue un secreto que su madre siempre soñó con que su hija utilizase uno de sus antiguos diseños para sus cumpleaños.

La Sra. Terrence había entrado a la universidad a los diecisiete y desde los trece tenía su habitación llena de telas, máquinas de coser y hojas con bocetos por todas partes. Diseñó cada uno de sus vestidos desde entonces y justo el que Zoe traía puesto era un "diseño especial", la versión mejorada de su vestido de cumpleaños número dieciocho.

Zoe no sabía exactamente a qué se debía, se inclinaba a creer que así como muchas madres tenían el sueño de que sus hijas caminasen al altar con el mismo vestido de novia que ellas habían utilizado —y sus abuelas, tatarabuelas, y quién sabe quién más—, la suya quería lo mismo, pero a su particular manera.

Todos los años le ofrecía un viejo vestido con emoción y Zo lograba rechazarlo inteligentemente. Esta vez, Gemma había rediseñado uno de ellos y se lo había dejado entre otras opciones para que escogiese cuál usar. Pero automáticamente al hacerlo le estaba diciendo: ¿Qué excusa tendrás ahora, ah?

Zoe inhaló mirando por última vez el vestido: ajustado en el busto y el abdomen, arruchado a los lados hasta que comenzaba a soltarse hasta lo muslos. No era feo, en definitiva algo más moderno que lo que su madre había utilizado. Pero se imaginaba cumpliendo la mayoría de edad con el vestido más sexy que cualquiera pudiese diseñar.

—Mi sensualidad está muerta —se resignó en un susurro y Halle rió.

—No seas dramática. Te diseñó otros. Además, es tu mamá, sabe que prefieres ir a una fiesta en ropa interior antes que con un vestido que no glorifique bien tus atributos.

Luego de probarse cinco vestidos más, ambas estaban seguras de cuál sería el que, de una u otra manera, utilizaría en unos días y no era precisamente el que la Sra. Terrence quería.

Abandonaron la tienda de ropa de Gemma y se dirigieron al Starbucks más cercano porque el cuerpo de Zoe pedía a gritos cafeína para recobrar los ánimos estudiar hasta el fin de semana para los exámenes de mediados de curso.

Paralelos (#1 Líneas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora