Capitulo 5.

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Despertó a mitad de la noche y apenas logró aclarar su visión en medio de la oscuridad, dibujó el sencillo mapa en una hoja limpia; se conocía lo suficiente para saber que de no hacerlo en ese instante, después lo olvidaría. Guardó el papel en el bolsillo del pantalón que usaría unas horas más tarde y se volvió a dormir. No vio de nuevo a Blake, pero durmió bien gracias a un sueño que seguramente éste le mandó, uno donde estaba toda su familia disfrutando del verano al pie de la cabaña.

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A la mañana siguiente, Stan se levantó temprano, se vistió y bajó a hacer el desayuno para todos; esta vez intentó algo nuevo, tratar de hacer pan francés, que seguro les encantaría. Se sentía de muy buen humor, a pesar de saber que aquel pendiente seguro era mala idea, se sentía bien, de alguna forma se sentía más...libre...

-¡Tío están, esto esta delicioso! ¡¡Quiero más por favor!!-exclamó Mabel extendiendo su plato

- Mabel, esta muy rico pero no creo que debas comer más azúcar...además es tu tercera ronda...-intervino el menor terminando su parte.

- No exageres Dipper, también es tu tercera ronda -se defendió la castaña sonriendo un poco más de lo normal, al parecer el dulce ya empezaba a hacer efecto.

-...no, ya no, ninguno de los dos comerá más..-concluyó Ford al ver a su sobrina.

-Bueno...pues...ahora quieren...dar un paseo por-...-Se vio interrumpido por el ruido de un nuevo camión de turistas, había llegado la hora de trabajar de nuevo como el Señor Misterio.

<<Es el momento>> Escuchó a Blake en su cabeza, apenas resonando como un eco. <<...deja el papel en el suelo antes...de que todos se vayan...>>

-¿Oye, estás bien?...-murmuró al notar mal esa tan conocida voz.

-¿Tío Stan?...

-¿Con quién hablas?..-cuestionaron los jóvenes al escucharlo, puesto que sólo veía un inexistente punto a la lejanía.

-¿Eh?..oh, no dije nada, lo siento chicos, debo ir a atender a los clientes. -y escapó con la mejor de sus sonrisas, de esas que daban a entender que veía a las personas como billeteras andantes, aunque la realidad era otra.

-...¿Fui el único que escuchó al tío Stan preguntar a alguien si estaba bien?...-el menor volteó a ver a los otros.

-...Yo también lo escuche...aunque quizá fue por todo el azúcar que comí...-se frotó un momento la barbilla pensando.

-...No, algo está ocurriendo...-murmuró Ford con un mal presentimiento, viendo desde lejos a su hermano atender a los clientes.

La visita de los turistas duró más de lo que había planeado, todos estaban fascinados por conocerlos y pedían que les contarán sus historias. El tiempo pasó volando y en un rápido y hábil movimiento, Stan pegó el papel a la pata del cerdito que iba saliendo de la cabaña. Como cierto muchacho esperaba, la hoja se perdió afuera de ésta, al alcance de cualquiera que fuera suficientemente curioso, y como ya era la hora de la comida los turistas al fin salieron rumbo al pueblo, dejando descansar a los Pines. Stan sentía la mirada de su hermano, como observaba cada uno de sus movimientos, analizándolo.

-Oye, no soy tu rata de laboratorio, quieres ya dejar de verme tanto?..me pones la piel de gallina..-protestó al fin frotándose ambos brazos como si tuviese frío, viéndolo ligeramente molesto.

-...Iré al laboratorio, avísenme cuando esté la comida...-y sin más se retiró de la cocina.

-Pero que fastidio, no me sentía así desde...-se interrumpió y suspiro con algo de nostalgia, sonriendo.-...desde que lo recupere aquel verano...que días...

Los menores sonrieron también; si el verano con su tío era divertido, el tener ahora dos lo era aún más. Terminaron de preparar la comida entre juegos y recuerdos, no era de extrañar que al final la cocina pareciera un campo de guerra, cuando Ford vio el lugar se arrepintió de haberlos dejado. Seguían siendo tan infantiles y caóticos, pero debía admitir que eran la alegría de su vida y llenaban cualquier lugar de felicidad y diversión.

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A las afueras de la cabaña un suave viento recorrió la región, refrescando a las personas que disfrutaban de la naturaleza, y ahí, de camino al pueblo, se hallaba atorado en la rama de un árbol un pequeño y arrugado papel. Un par de chiquillos lo encontraron, de apenas 11 y 12 años, revoltosos, problemáticos, rebeldes; eran un verdadero problema para cualquiera que debiera hacerse cargo de ellos, y los indicados para encontrar aquel escrito. Se escaparon de sus padres apenas tuvieron oportunidad, ellos no creían en nada de lo que se contaba en el pueblo, y si tenían ahora esa oportunidad de mofarse de la gente, ¿porque desperdiciarla? Se dirigieron al lugar que indicaba ese papel, entrando a la profunda y antigua cueva, encontrando en ella una pintura peculiar, ese círculo con extraños símbolos alrededor de un triángulo de un solo ojo, que más bien parecía una caricatura por la forma en que estaba "vestido". Se rieron al ver la imágen completa, se burlaron de aquel personaje, y finalmente decidieron desafiar a la magia en la que no creían, comenzando a recitar un conjuro ancestral escrito recientemente en la cueva. Pero no, no era el indicado para invocar al demonio isósceles, era uno distinto, de una lengua que no se conocía en ese mundo, quizá ni siquiera en esa dimensión.

Algo se formó en en centro del círculo, extendiéndose como una rasgadura que sólo perduró unos segundos antes de dejar escapar una negra sombra y luego desaparecer. Los chiquillos siguieron la oscura y deforme mancha hasta llegar a un pequeño claro en el bosque. El suelo empezó a temblar, provocando un estruendo que se escuchó hasta el pueblo; el viento sopló con fuerza, casi logrando tirar a los niños que ahora, sorprendidos, temblaban levemente mientras un remolino de hojas se formaba alrededor de un círculo que apareció de repente en la hierba, dibujando en su centro una estrella de seis picos que era rodeada de extraños garabatos, otro lenguaje en un código desconocido, finalizando con un ojo en el interior de la estrella. El movimiento de la tierra se detuvo cuando un vórtice se abrió con la forma del ojo, ensanchandose hasta el tamaño necesario para que una persona logrará salir de ahí. El hombre era joven, de piel clara y suave, rasgos finos y atractivos, cabello rubio y alborotado, llevaba un conjunto de ropa elegante, de su gama de colores preferido. Parecía estar dormido, pero apenas tocó el suelo al cerrarse el vórtice, abrió los ojos y miró a los chicos, quienes ahora aterrados se congelaban por la impresión de lo que estaban viviendo y la inexplicable sensación que provocaban los ojos ambarinos que los observaban con intensidad.

-...largo de aquí...-soltó molesto sin quitarles la vista de encima, para luego gritar con voz gutural y los ojos enegrecidos-...¡¡¡VÁYANSE DE MI BOSQUE Y NO VUELVAN!!!...

Los chicos gritaron aterrados y corrieron de regreso al pueblo apenas les respondieron las piernas. Cuando ya no pudo verlos se dejó caer de rodillas al suelo, estaba adolorido, cansado, pero lo había conseguido, Bill Cipher estaba de regreso. Se le veía bastante mal, y la explicación era simple: su energía era actualmente tan baja, que ni siquiera podía mantenerse en pie. Tener su forma normal hubiera sido lo mejor para no cansarse más, pero si alguien lo veía era obvio que lo reconocerían y no podía ni defenderse, sus poderes eran casi inexistentes comparados con su fuerza original. Se mantuvo así unos minutos hasta que escuchó voces a lo lejos, y al reconocerlas cambio de nuevo de apariencia ya que debía ser otra persona, alguien nuevo...pero apenas logró modificar su apariencia, un dolor punzante invadió su cabeza aturdiéndolo y casi dejándolo inconsciente.

Un nuevo verano.Where stories live. Discover now