Capitulo 4

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El día trascurre con normalidad y sin más incidentes, no he vuelto a ver a ese hombre y la verdad es que me causa un poco de decepción, cosa que no entiendo. Lo que más me joroba es que no he podido quitarme esa maldita mirada de la cabeza en todo el día y eso me molesta muchísimo.

A las 14:00 p.m llama la señora directora a Marizza para informarle de que a las 14:30 p.m, el jefazo ha programado una reunión donde quiere presentarse formalmente ante todos los trabajadores, cosa que no entiendo para qué, ya que nosotras apenas tendremos trato con él. Pero bueno ya se sabe como son los altos cargos, siempre buscan cualquier excusa para exhibir su poder.

Ya son las 14:25 p.m. cuando Marizza nos dice a Aura y a mí que es hora de subir al salón 47. Se llama así por el enorme número que pone en la piedra de la chimenea, es el área de descanso de los clientes, y la verdad es que es precioso.

Tiene dos ventanales gigantes que ocupan toda la pared, a través de los cuales hay unas vistas impresionantes a la sierra y al pueblo de Zuheros. En el centro tiene una enorme mesa de madera tallada, en cuyo centro luce un enorme arreglo floral, tres sofás en forma de U en color burdeos, aparte de pequeñas mesas con sillones orejeros alrededor, y justo entre los dos ventanales, está la chimenea con su número 47 en el centro de la piedra. La verdad es que es un lugar estupendo para celebrar una reunión, ya que ese lugar te da una paz increíble.

Una vez llegamos, ya están allí todos nuestros compañeros; los tres cocineros, Manuel, Rosa y Juan, los cuales son padre e hijos; Carolina, María y Sonia, las tres camareras de sala; Elena y Romina, las recepcionistas; Gerardo el jefe de sala; Isaac el chico de mantenimiento y como no, doña Agatha, la señora directora. Todos están allí de pie en el enorme salón, a la espera de que aparezca el jefazo.

-A este hombre se ve que no le va la puntualidad. -Susurro a Marizza cerca de su oído para que nadie más pueda oírlo. Ella me mira y sonríe, pero al segundo su sonrisa se congela y percibo como cambia su mirada de divertida a la de horror.

-Se equivoca señorita De La Rosa, de hecho apremio muchísimo la puntualidad en una persona, al igual que la discreción y educación. -Dice alguien desde atrás muy cerca de mi oído que hace que se me erice la piel al instante. No necesito girarme para saber quién es, a pesar de haber escuchado su voz una sola vez, la reconocería entre un millón.

Es él, el niñito de papá, el tío que me ha liado ese pollo por haberle arrojado accidentalmente el bulto de ropa sucia. ¿Pero qué demonios hace aquí este tío?

Me giro para mirarlo y encararl. Sin saber por qué, vuelvo a quedarme como una estatua ante su penetrante mirada. Últimamente parece que quedarme en esta postura se ha vuelto una costumbre para mi.

Sacudo mis pensamientos y observo a mi objetivo a los ojos con la furia que llevo toda la mañana acumulando. Ahora sí que esta vez no me va a dejar con la palabra en la boca, le diré las cuatro cosas que antes no pude decirle a este prepotente.

Me dispongo a abrir la boca para hablar, cuando la detestable señora directora se interpone entre nosotros propinándome un disimulado empujón para hacerme a un lado. Cortando así la oportunidad de desahogarme como es debido con este hombre.

-Señor Lawler, disculpe a la señorita Fabiola, de vez en cuando suele ser un poco impertinente, ya sabe, es cosa de la juventud y la inmadurez. -Dice la muy zorra, sin ni siquiera mirarme y apartándome descaradamente a un lado como si fuera un jarrón que puede colocar donde ella quiera

¿Impertinente e inmadurez? ¿Pero de qué va esta tía? ¿Qué se pensará que soy? ¿Y como que señor Lawler?

En este momento me llega todo como si un rayo de luz me iluminara. ¡¡Joder!! Él no puede ser el famoso jefazo, ¡se suponía que debería ser un anciano de setenta y pico años!

<<Madre mía... ahora sí que la has hecho Fabi>> me reprendo a mi misma.

¡¡Dios!! Le he lanzado un supertiro de ropa sucia encima al jefazo. Ahora sí que me temo que de esta reunión voy a unirme a los cuatro millones de desempleados que hay en el país.
Giro mi cabeza hacia la derecha y me fijo en las caras de Aura y Marizza, ellas están con la misma cara de sorprendidas que yo, sé que saben lo que estoy pensando porque ellas están pensando en lo mismo. Él niñito de papá, el creído, el hombre prepotente y altivo es Brett Lawler, el jefazo. El dueño de la compañía que aporta a este hotel gran parte de su ganancia actual. Ahora sí... ¡Tierra trágame!

Ahora es cuando por fin logro comprender a Elena con eso de que nos sorprendería ver al jefazo. Lo que ella no sabe es que va mas allá de una simple sorpresa el saber quien es realmente porque gracias a él, mis días aquí, en esta Hacienda, están mas que contados...

No te daré mis alas (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora