Capítulo 12

142 9 3
                                    

—Bueno chicas, al fin se acabó el trabajo por hoy.

Oigo decir a Marizza, y la verdad es que no me habia percado de qué hora era hasta que la he oído decir eso, creo que el haber estado todo el día pensando en cierto niñito mimado hizo que perdiera la noción del tiempo.

No sé porque pero cuando lo ví aguantando la sonrisa me entró curiosidad por saber como sería él riendo a carcajada limpia. Dudo mucho que lo haga porque a decir verdad, parece el hombre más serio que jamás he conocido, quitando el hecho de que siempre está enfadado.

Por supuesto, tampoco puedo decir que se lo haya puesto fácil porque cada vez que nos encontramos siempre pasa algo que hace que explote de ira. Como para no hacerlo, con todas las que le has hecho a ese pobre hombre desde que llegó, ahí está otra vez esa vocecita dándome la tabarra.
Me da igual, yo ya me disculpé, si él no acepta mis disculpas es cosa suya, no mía, porque en el fondo es un orgulloso.

—Fabi ¿me estás escuchando? —me sobresalto y volteo a ver a Marizza.

—¿Perdona, que decías? —contesto un poco avergonzada ya que no había puesto ni pizca de atención.

—Decía que mañana tenemos que venir antes porque como sabéis, mañana sábado se celebrará aquí una boda, y hemos de dejar todo el hotel a punto para el evento.

—Sí Fabi, ya sabes nos hartaremos de limpiar para que lo vuelvan a ensuciar todo en dos horas.

Ahora es Aura la que habla con su tono sarcástico. Comienzo a reir porque las dos odiamos esto, llegas antes, sales más tarde y encima vuelves a casa reventada después de un día así.

—Está bien, entonces mañana tenemos que venir a las 07:00 a.m ¿no? Uff que mal me caerá madrugar más aún.

—Y a nosotras, así que no te quejes, bueno he de irme chicas nos vemos mañana ¿de acuerdo?

—No Marizza, si te parece, nosotras nos quedaremos aquí de vigilantes.

Ambas reímos por el comentario de Aura, desde luego nunca cambia.

Nos dirigimos a la salida y voy hacía mi pequeña. Me muero de ganas de hacer un viajecito largo con ella pero por el momento mi Honda y yo nos conformaremos con ir y venir al trabajo. Voy a ponerme el casco, cuando siento que me llaman y me giro con una sonrisa porque sé qué me dirá Marizza.

—¡Fabi por Dios, ten cuidado con ese bicho! me pones negra, no sé ni como te gusta conducir ese bicho, eso es un cacharro matapersonas.

Como siempre Marizza me regaña cual mamá preocupada por sus hijos y esoque solo nos llevamos tres años nada más. La miro con el ceño fruncido ¿qué ha llamado a mi pequeña?

—Oye, no le digas bicho ni cacharro a mi pequeña, que es una preciosidad —La acaricio como si de un tesoro se tratara.

—Bueno ten cuidado y no corras, anda vete ya y descansa.

—¡Chao! —digo mientras me pongo el casco y arranco mi moto.

Conforme empiezo a alejarme acelero, meto primera y ya mi cuerpo empieza a sentir las vibraciones de su fuerte motor que empieza a revolucionarse. Segunda y mis venas hierven de emoción, tercera y cuarta, es increíble como la adrenalina se mete por todo mi cuerpo, como si me la inyectaran. Quinta y mi vista sólo se fija en la carretera a la par que mi mente disfruta de esa sensación de libertad. Es lo mejor, sentir que nada puede detenerte, cómo el viento golpea contra mi cuerpo es sencillamente... Indescriptible.

Al llegar a casa aparco, cuando entro me dirijo a darme una ducha pero siento que mi teléfono suena y lo miro antes, es un mensaje de Laila, veamos que quiere mi loquilla:

Fabi a las 8 paso a recogerte, sí o sí nos iremos de fiesta y nada más y nada menos que a Córdoba, así que mientras lees esto, no pienses ninguna excusa porque cuando vaya a por ti te sacaré de casa tal y como estés. Te quiero.

Quiero negarme pero conociéndola se que cumplirá su amenaza, le contesto un ok y dos emoticonos mandando besitos.

La verdad me hace falta distraerme un poco, hace mucho que no salgo ni estoy con un chico, así que hoy será la oportunidad perfecta para ir de caza.

Me dirijo a darme una ducha y arreglarme, cuando he terminado voy a mi armario y miro qué ponerme. Saco mi pantalos de pitillo blanco y blusa ajustada de encaje negro que apenas deja trabajo a la imaginación, voy al cajón de mi comoda y cojo mi conjunto negro de lencería, por ultimo mi sandalias negras de tacón y ya lo tengo todo listo.

Me aliso el pelo, me visto y por ultimo me maquillo. Cuando termino me miro en el espejo y aunque suene feo, he de decir que me veo bastante sexy, la verdad es que no es que sea la gran belleza, me considero una mujer de las del montón. Piel pálida, labios finos, cabellos castaños oscuro... lo único que resaltan son mis ojos, que son verdes azulados y depende de como esté el tiempo pasan a un tono grisáceo. En eso he de darle las gracias a mi abuela, ya qud soy la única que heredó sus ojos.

Una vez he acabado de darme repaso en el espejo, me echo un poco de mi perfume favorito, Dolce y Gabanna, "The one" y miro el reloj, las 19:55 p.m. justo a tiempo, en ese momento ya estan tocando mi puerta.

Bajo las escaleras y me encamino hacia la puerta, no necesito preguntar para saber quién es porque sé que es Laila, sólo por su forma de llamar ya la reconozco, porque sí, nadie llama cómo si fuera a tirar la puerta. Al abrir sd me queda viendo dd arriba abajo dándole repaso a mi ropa.

—¡Aahhh! Fabi estas genial, sexy y hermosa, no sé como con esa cara y ese cuerpo no sales más a conocer gente y chicos nuevos ¿nos vamos? —grita emocionada.

Durante el viaje reímos, cantamos y nos contamos todo. Le cuento de mi último encuentro con el jefazo y ella no para de reír a carcajadas y decirme que tengo en contra de ese hombre. Yo la miro de mala manera porque a mí no me hace gracia, yo no tengo nada en contra de él, es él quien siempre aparece en mal momento.

También me cuanta sobrd David, el chico que ella conoció. Me dice que se han estado viendo y cada día le gusta más, pero de una forma en la qur nunca le ha gustado nadie y que quiere que lo conozca porque es importante para ella. Yo sólo asiento, espero que de verdad este sea especial, y que no le haga daño porque donde ella derrame una lágrima el suplicará por su vida, eso segurísimo.

—¡Bombón llegamos! —grita mi amiga —¿que te parece si primero comemos y después empezamos de verdad la fiesta? —la miro y río porque desde luego con ella es imposible no hacerlo.

—Claro que sí, vayamos a comer porque me desmayaré de un momento a otro si no lo hago y después a enseñarle a esos cordobeses quienes somos nosotras, y de que pasta estamos hechas.

Nos cogemos del brazo y caminamos por la Avenida La Victoria en busca de un buen lugar para llenar las barrigas, eso sí, sin parar de reír durante todo el trayecto. No sé porque pero presiento que hoy será una de esas noches que como ha dicho Laila, recordaremos hasta cuando seamos unas ancianas...

No te daré mis alas (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora