p r o l o g u e

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El día había amanecido gris, frío y triste. Era un tiempo muy acorde para ser el primer día del nuevo curso, o al menos eso pensó Aerin mientras corría para llegar a tiempo el primer día de clase. Había calculado mal el tiempo y, en vez de estar menos de tres minutos delineando sus ojos ligeramente con un color marrón, pasó diez. Miró al cielo una última vez antes de tropezar con los escalones de piedra de la entrada del instituto. Las nubes oscuras se agolpaban sobre ella, amenazando con descargar todo el agua que habían acumulado. No podía llover; su maquillaje no era waterproof, y una máscara de pestañas estropeada por el agua significaba tener ojos de panda. Y para Aerin, tener ojos de panda era una humillación.

Ni siquiera saludó a los conserjes. Pasó completamente de ellos y echó a correr en cuanto la hubieron perdido de vista, así que se ahorró el escuchar un irritante «¡No se puede correr por los pasillos!». Aerin se paró enfrente de un enorme tablero de corcho, donde, con chinchetas, estaban colgadas unas cuantas listas impresas en papel blanco.

Buscó con la mirada su nombre entre las casillas de las listas. Era fácil de encontrar, al menos. Im Aerin era la única Im Aerin de Seúl, y probablemente de todo Corea. Era la única chica que llegaba tarde a clase por tener un maquillaje perfecto y duradero, la única capaz de llevar unas llamativas zapatillas de un color chillón, la única que soñaba despierta viendo a través de la ventana cómo empezaba a chispear fuera.

— 2-B, 2-B, 2-B — canturreó en voz baja, jadeosa.

Subió las escaleras de dos en dos y adelantó a un chico que ni siquiera se entretuvo en mirar.

El día era demasiado frío para ser principios de septiembre y finales de agosto. La brisa fresca se colaba por la fina chaqueta de punto del uniforme de Yoongi, y estuvo a punto de protestar cuando una chica de melena castaña pasó a su lado levantando una corriente de aire.  Odiaba el frío, y más aún cuando tenía que estar en un instituto que no conocía y en el que no quería estar.

Terminó de subir las escaleras, cansado. Vio a la chica de antes, la que le había adelantado. Miraba por los ventanucos de las puertas de todas las aulas, poniéndose ligeramente de puntillas. Le llamó la atención su calzado de color rosa neón. ¿Qué clase de persona se presentaba en clase con unas zapatillas de un color tan terrible?

Yoongi se dedicó a mirar los letreros de cada clase. 1-A, 1-B, 1-C, 2-A... y 2-B. Al final del pasillo, donde la chica se paró en seco. Yoongi ni siquiera se molestó en sacar las manos de los bolsillos de su chaqueta, simplemente se quedó al lado de la chica y esperó a que ella llamara a la puerta. No vio la necesidad de mover al menos tres músculos para alzar la mano, cerrarla en un puño y tocar con los nudillos la madera de la puerta cuando había alguien que podía hacerlo por él. Se limitó a esperar a que la chica llamara a la puerta, pero ella le miró.

— ¿Qué? — preguntó, molesta.

Yoongi tampoco veía la necesidad de responder a una pregunta compuesta por una sola palabra, así que miró con insistencia a la puerta, como diciendo ''llama de una puñetera vez, llego tarde''.

La chica bufó. Un toc-toc resonó por el pasillo ocupado únicamente por ellos dos, y acto seguido, la joven abrió la puerta corredera. Hizo una ligera reverencia para disculparse que Yoongi imitó con desgana.

— Siento llegar tarde.

La castaña esperó a que la mujer subida a una tarima de madera le diera una orden para pasar al interior del aula, pero Yoongi pasó sin más. Se sentó en el único sitio libre al lado de la ventana, detrás de otra chica de gafas. Escuchó cómo la mujer -que supuso que sería su tutora- carraspeaba para llamar su atención. La ignoró.

— ¿Eres Min Yoongi? — escuchó.

Asintió sin más.

— ¿Y tú?

— Ah, eh... Im Aerin.

— Qué nombres más curiosos. ¿Sois extranjeros? — preguntó la mujer en un intento de parecer simpática y jovial.

Aerin visualizó el único sitio libre, al lado del tal Yoongi, el chico de cabello negro y brillante que había llegado también tarde. Las únicas personas que conocía ya estaban sentadas con alguna otra, así que no le quedó más remedio que acercarse a él algo titubeante. Después de ganarse una mala mirada por parte del chico y de devolvérsela, se sentó en la mesa de al lado, resignada.

Si iba a ser su compañero, lo mejor era aliviar el ambiente. Aerin era un desastre con el tema de hacer amigos, pero no se lo pensó dos veces antes de hablar con su característica ironía.

— Oye... ¿Eres extranjero, no? ¿Eres chino?

A Yoongi le gustó su sarcasmo, así que tuvo que contener una sonrisa. — No, soy de África Central.

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— Noviembre 2016


First Love » Suga; BTS✔ ¡Segunda parte ya a la venta!Where stories live. Discover now