q u i n c e

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Volvía a llover. Es lo que tiene el otoño. Mientras miraba cómo caían las gotas de agua a través del cristal sucio de la ventana,  escuchaba los quejidos del resto de gente. Estaban desesperados por acabar el examen de matemáticas. Yo lo había acabado minutos atrás; lo único bueno de tener un cabrón como profesor de matemáticas en Daegu era que en Seúl todo me parecía fácil. Al menos lo que tenía que ver con derivadas, matrices, vectores y todas esas mierdas que no me iban a servir de mucho en la vida. El resto de asignaturas... bueno, el resto tampoco me importaban demasiado. Sólo me interesaba sobrevivir y aprobar, nada más.

Sonó el irritante timbre que indicaba el final de todas las clases, el final del día. Me levanté, arrastrando la silla, cogí las hojas escritas de mi examen y se lo entregué a la profesora que, al igual que el capullo de Daegu, también era una gilipollas. Volví a mi pupitre para recoger mis cosas. Pasé al lado de Aerin. Ella estaba a punto de tener un ataque de pánico. Su examen estaba casi en blanco y había mordido tanto el bolígrafo que parecía el juguete de un perro. Lo único que se me ocurrió hacer fue ponerme la chaqueta e irme de allí cuanto antes.

Bajé las escaleras del instituto con parsimonia, dejando que unas cuantas chicas de otros cursos me adelantaran. Al llegar a la puerta principal, me paré en seco. No llovía demasiado, pero no terminaba de agradarme el frío y la sensación de tener la ropa pegada al cuerpo por culpa de la lluvia, así que me lo pensé dos veces antes de pisar el suelo mojado de la calle. Agaché la cabeza para evitar que las gotas chocaran contra mi cara. Mi único plan era caminar deprisa, llegar a casa cuanto antes, tirarme en el colchón y dormir hasta que sonara la alarma de las cinco de la tarde... O dormir hasta las tantas y no ir al conservatorio. ¿Qué mas daba? Dormir era mucho más importante. Dormir es sinónimo de salud. Si no duermes, mueres.

Estuve a punto de lanzarme a la carretera y cruzarla cuando pasaban todos los coches con tal de seguir adelante y no calarme. Pero de repente, noté que la lluvia cesaba. No me estaba mojando más. Miré hacia arriba, algo desconcertado. Las gotas de lluvia chocaban contra la tela semitransparente de un paraguas que, obviamente, no era mío. Reconocí las manos pequeñas de Aerin. Siempre llevaba las uñas cortas y pintadas de algún color discreto.

— Te estabas mojando. — dijo, como si yo no lo notara.

— Vaya, no me digas.

Se acercó un poco a mí para no tener que estar extendiendo su brazo para protegerme de la lluvia. El paraguas era bastante pequeño, así que no nos quedó más remedio que caminar pegados, codo con codo. Compartir paraguas era bastante incómodo. Ni ella ni yo estábamos acostumbrados a caminar tan cerca. Aerin no parecía tan enérgica como siempre. Andaba algo cabizbaja. Quizá era la lluvia. Siempre decía que le ponía triste y que le daba alergia. Me resultó extraño que no comentara nada sobre Haneul y Soyoung, o sobre lo mucho que odiaba los días grises, o cualquier idiotez. Al final no le di mucha importancia al asunto. De todas formas, no escuchar su voz irritante no me molestaba. Estaría cansada. Como yo.

Suspiró después de estar -sorprendentemente- en silencio durante unos cuantos minutos, casi durante todo el trayecto de vuelta a casa. — Me siento inútil a tu lado.

Enarqué las cejas, pero no miré a Aerin. — ¿Porque soy mucho mejor que tú? — bromeé... Intenté bromear, más bien.

— Sí.

Me reí. — Qué irónico. Delante del resto te presentas como una reina y luego tienes problemas de autoestima.

Aerin asintió con tristeza. No dijo nada. Eso sí que me pareció extraño. Normalmente soltaba alguna contestación sarcástica, pero volvió a quedarse callada. A lo mejor había sido demasiado directo y acababa de hundir a Aerin en la miseria. Hice una mueca, clavé la mirada en el suelo y esperé a que ella se alejara poco a poco hacia la calle donde vivía. Me tendió el paraguas. Forcejeé con ella para que no se mojara.

First Love » Suga; BTS✔ ¡Segunda parte ya a la venta!Kde žijí příběhy. Začni objevovat