t r e i n t a y s i e t e

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Aerin dio un brinquito cuando golpeé su hombro, asustada. Le tendí el dichoso café que me había pedido. Ella me miró preguntándose qué cojones me había picado para que le comprara su caramel no-se-qué. La historia no era demasiado larga. Aerin se marchó, me sentí mal con ella y quise disculparme. Así que le compré esa mierda dulzona que tanto le gustaba. No es que me diera vergüenza o algo de eso pedirle perdón, pero no le dije nada al sentarme a su lado en la parada de autobús. Sólo le di su café. Supuse que le haría mucha más ilusión que escuchar un simple ''lo siento''.  

— ¿Tienes fiebre?

— Coge el puto café y ya está. — bufé. Ella hizo una mueca y lo aceptó, resignada, como si no le quedara más remedio. Parecía cabizbaja. Triste. Estaba más pálida que nunca y ni siquiera se había preocupado por el delineado de sus ojos. — ¿Vas al hospital?

Asintió con desgana. — Sí. Después iré al conservatorio a ensayar para el concierto de mañana, luego haré los deberes al llegar a casa y estudiaré.

— No tienes cara de querer hacer todo eso.

—Tengo que hacerlo. — contestó. Dio el primer sorbo a su café. Sujetaba el vaso con una mano. me di cuenta de que sus uñas volvían a estar mordisqueadas, con motas de esmalte que no se había llegado a quitar. En la otra mano aún sostenía los folletos de las universidades.

— ¿Qué universidad elegirás? — le pregunté.

— Ninguna.

Me sorprendió la respuesta. Enarqué las cejas y observé el rostro de Aerin. Su expresión neutra no me dijo nada, y tampoco su mirada perdida. Notar las diferencias entre un cadáver y Aerin era realmente jodido en aquel momento. Debía de encontrarse muy mal para apenas probar el café o para no quejarse de que no había comido nada desde las once de la mañana. Suspiré. Apoyé la cabeza contra el cristal de la marquesina.

— ¿No irás a la universidad? — dije con algo de sorna. — No te creo.

— En este instante no quiero hacer nada. Ojalá pudiera parar el tiempo-

— No me digas que vas a empezar tus charlas filosóficas. Avísame antes para poder irme.

Rodó los ojos. — Ni siquiera tengo ganas para eso.

Volví a observar a Aerin. Fruncí los labios y agaché la cabeza. — Deberías ir al médico.

— No, estoy bien. Es sólo un dolor de cabeza. Se me pasará en cuanto el analgésico haga efecto. — se frotó los ojos con el puño de la camisa de su uniforme, por debajo del cristal de sus gafas. Sí, estaba demasiado mal. Ni siquiera le importó emborronar el maquillaje de sus ojos. Después soltó una risilla suave. — Aw, ¿te preocupas por mi...?

— No. — arrugué la nariz. — ¿Y si es algo contagioso? Imagina que se contagia por el aire y me lo pegas.

— Bien, moriremos juntos.

— Un genio como yo nunca muere.

— Mozart era un genio y murió, Newton era un genio y murió, Einstein era un genio y murió-

— Lo pillo, joder. — miré hacia la pantalla que indicaba la llegada de los buses. Entorné los ojos para verla mejor. — Todavía quedan veinte minutos para que llegue el autobús.

— ¿Y? No quiero caminar. — se excusó. Comprendía a Aerin; yo también me hubiera quedado esperando para no tener que andar hasta el maldito hospital. — Sí, todavía quedan veinte minutos... ¿Vas a quedarte conmigo?

Hice una mueca y negué con la cabeza. — No.

Pero aún así me quedé sentado a su lado. Era como si mis jodidas piernas no quisieran responder. Al final, me di por vencido y no me levanté. Dejé que Aerin pegara su frente a mi hombro. Oí cómo gruñía, como si fuera una niña pequeña. Hundió su rostro en mi cuello unas milésimas de segundo. Llegué a contarlas. Ni siquiera fue un segundo, pero fue una sensación extraña. Una parte de mí no entendía por qué Aerin había hecho eso y la parte restante ni siquiera quería entenderlo. Después, ella apoyó la cabeza en mi hombro, como si nada. Se había acostumbrado a hacerlo y al parecer era imposible impedírselo.

First Love » Suga; BTS✔ ¡Segunda parte ya a la venta!Where stories live. Discover now