d i e c i s é i s

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Me pregunté varias veces si merecía la pena gritar y hacer que Yoongi, a lo lejos, se parara y me esperara.  Todavía estaba amaneciendo. No solíamos coincidir al ir a clase, por la mañana, pero los últimos días de octubre no dejaba de encontrarle antes de llegar al instituto. Sin sacar las manos de los bolsillos del abrigo, decidí correr hasta alcanzarle. Debió de escuchar mis pasos y se volteó antes de que yo consiguiera agarrar la correa de su mochila y tirar de ella hacia atrás, como siempre hacía.

Me miró con horror, como si fuera un fantasma o una aparición.

— El color de tus zapatillas es horrible. — soltó, haciéndome una radiografía con la mirada, observándome de arriba a abajo. Puse los ojos en blanco.

— ¿Qué problema tienes siempre con mi calzado? — eché un vistazo a mis pies antes de retomar el camino al circo, o sea, el instituto. Había dejado mis Adidas rosas en casa y me había puesto unas zapatillas de deporte de flores que destacaban con los tonos oscuros y fríos del uniforme. — Voy a llevarte de compras. Serás mi nuevo consejero y estilista. — sentencié.

— Qué suplicio. — resopló.

— Esta tarde, cuando salgamos de clase, te llevaré de compras. Necesito algún jersey y unos cuantos pantalones... ¿Alguna vez has ido a Myeong-dong? Te haré de guía turís-

— A su derecha pueden ver Myeong-dong, — no se molestó en imitar mi voz, pero sí mi postura. Yoongi colocó una de sus manos en la cadera, cargó el peso en una pierna y alzó la otra mano para señalar hacia la carretera. — y a su izquierda, pueden ver Myeon-dong.

Puse los ojos en blanco, no protesté y continué andando a paso rápido. Sin darme cuenta, fui dejando a Yoongi atrás. Llevaba años tomando el mismo camino, sola, sin tener que estar pendiente de con quién iba. Mi único amigo, como de costumbre, iba a la velocidad de un abuelito con una hernia discal. Miré el reloj de mi muñeca, seguramente atrasado, bufé al ver que sólo teníamos tres minutos para llegar puntuales a clase y retrocedí para coger la muñeca de Yoongi. Empecé a tirar de él, obligándole a ir a mi ritmo. Al principio no se quejó; luego empezó a quejarse como un niño pequeño.

— ¡Llegamos tarde! — exclamé yo, algo jadeosa por el esfuerzo de tener que ir casi corriendo cuesta arriba para llegar al inferno. Vamos, al instituto.

— ¡Me importa una mierda si llegamos tarde! — dijo Yoongi, claramente fastidiado. Hizo un gesto apático con la mano que le dejé libre, señalando el edificio de ladrillos rojizos del instituto. — Ve tú. Yo me sacrificaré por ti.

— No, Yoongi. Hemos de sufrir juntos. — tiré de él de nuevo. Su habilidad para no moverse era impresionante. Tuve que ponerme detrás del cuerpecito de Yoongi, poner las manos en su espalda y empujar como si estuviera haciendo un ejercicio de fuerza contra una pared. Conseguí que se moviera dos centímetros. Me di por vencida. — Vale, que te den.

— Diría que a ti también, pero seamos sinceros. Nadie te daría ni con un puntero láser. — soltó, encogiéndose de hombros.

— Al menos no lo disfrutaría como tú, perra barata.

Sacó el teléfono de uno de los bolsillos del pantalón negro del uniforme. Observó la pantalla un par de segundos. — Van a cerrarte la puerta en las narices como no te muevas de ahí.

— Querrás decir que ''van a cerrarnos'', — le corregí — porque tú te vienes conmigo.

Gruñó, o más bien gritó, frustrado. — Eres pesada...

— Ya, he engordado un par de kilos. ¿Qué? No me mires así. Pues claro que soy pesada. Para ti hasta un folio es pesado, con esos bracitos y esas patas de pollo...

First Love » Suga; BTS✔ ¡Segunda parte ya a la venta!Where stories live. Discover now