Capitulo 23

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   Una vez con mis maletas en manos luego de la revisión en la aduana de Milán, busque con la vista al guardaespaldas que Rose me había informado había enviado por mi, ya que ella se le haría imposible por que estaba totalmente atareada con las sesiones y los ensayos para los desfiles. No me fue difícil distinguirlo entre la multitud con el cartel que con una caligrafía impecable se distinguía que decía: "Srita. Agatello".

-Buenos días.- salude con una sonrisa, moría de ganas por salir ya del aeropuerto. 
  Todo el viaje había vuelto a revivir esa adolescente que se emocionaba en cada viaje de verano que hacia hacia lo de sus abuelos paternos...

-Buen dia señorita, mi nombre es Roberto. Espero que su viaje haya sido placentero, ahora déjeme tomar sus maletas así nos retiramos- anuncio retirando de mis manos las valijas. No estaba nada mal el guardaespaldas de Rose debo decir. Era un moreno con un cuerpo bien formado, y una piel trigueña.

-¿Que hora es Roberto?- le pregunte mientras le seguía el paso, ya habíamos salido del aeropuerto y nos dirigimos supongo a donde estaba el auto para así seguir nuestro camino a donde me iba a hospedar. Pero repentinamente sentí unas ganas inmensas de perderme en la hermosa Milan, no de irme ya para el hotel. 

    No estaba para nada exhausta.

-Son las diez de la mañana señorita- volvió a decir con su aire formal.

-Excelente - sonreí de nuevo- adelante tu para el hotel quizás después vaya por ahí un rato, dile a Rose que no se preocupe- me despedí con mi mano, encaminándome en dirección al tan conocido para mi alquiler de motos Vespas clásicas. Algo que adoraba hacer antes y que ya hace tiempo no me daba el lujo.
    Mis motos italianas favoritas, cada vez que venía me encantaba montarlas, y estas eran las celestes pastel enteras con unos detalles en blanco crema en su asiento. Una preciosidad si me lo preguntan.
    Quizás debería comprar una para andar en Nueva York... Aunque nunca sería lo mismo que usarlas aquí, recorriendo los bellos paisajes italianos.

    Creo que todo turista que venga a recorrer Italia debe dar al menos un paseo por ellas. 

    Estaba resplandeciente de estar de nuevo aquí, todo el mundo debe haber pensado que perdí la cabeza cuando di una vuelta en el medio de la calle, haciendo que mi vestido con corte en la cintura y falda de plato  hasta la rodilla diera vueltas junto conmigo.

-Buongiorno- salude al que supuse estaba a cargo del alquiler de las motos vespas o scooter como le dicen por aquí.

-Buongiorno signorina, ¿che posso servire?*-me pregunto amablemente el anciano. La gente cálida de italia nunca cambiaba, era algo que no se veía muy a menudo en el bullicio neoyorkino.

-Vorrei noleggiare uno dei loro scooter*- le pedí.

-Subito signorina*- anuncio mientras se perdía dentro de su local, en búsqueda sospecho que de las llaves.

-La chiave del motorino*- me tendió amablemente las llaves de la socoter- ritorno quando il suo giro finale*- me sonrió, asentí con la cabeza devolviéndole la sonrisa. 

    Me monte a la scooter y antes de irme le grite un gracias en italiano. Anduve al menos dos horas arriba de la scooter dando vueltas por la bella Milan.

   Rose me envió un mensaje para avisarme que estaba en la prueba de vestidos para el desfile de Dolce & Gabbana de esta noche, y que si podía pasar luego de mi paseo que Stefano y Domenico tenían algo especial para mi.
   Eran los fundadores de la famosa firma de la moda italiana, con los cuales me llevaba bastante bien, Rose desfilaba para ellos hace años y la consienten bastante. A ella, y ni hablar a mi. Habían insistido varias veces para que suba también a la pasarela, pero simplemente no estaba para esas cosas. No era lo mío.

Reviviendo sentimientosWhere stories live. Discover now