Capítulo 2

171K 10.7K 3.5K
                                    

Kasia

Una gran cicatriz en el lado izquierdo de su cara fue lo primero que llamó mi atención.

Yo lo miraba asustada, no por su cicatriz si no por qué no sabia que hacer, no tenía un celular para llamar a una ambulancia, así que estaba perdida.

—¿Estás bien? — dije asustada, que pregunta tan más tonta era obvio que no estaba bien.

El no dijo nada y se siguió quejando, se retorcía del dolor y yo no sabía que hacer, está situación me ponía muy nerviosa. Otro quejido me saco del trance y entonces su mirada apunto hacia mi, lo ví, sus ojos eran de un color negro profundo, en ese momento demostraban dolor y cansancio, su mirada se unió con la mía la cual me provocó una sensación extraña de escalofrío, no de miedo si no de nerviosismo. Dios, nunca había estado en una situación así, ¿Que hago? Pensé.

—¿Ti... tienes algún celular para marcar a una ambulancia? — muy apenas pude preguntar. El asintió y me indicó la bolsa derecha de su pantalón.

Rápidamente saque un gran celular, y torpemente marque al número de emergencias.

—Tranquilo, ya viene la ambulancia en camino ¿necesitas algo? — el saber que ya venía en camino la ayuda me tranquilizó y pude pensar mejor.

—Estoy bien — Dios, su voz, su voz era muy grave, ronca y tosca, me puso la piel de punta.

—No hay problema — una media sonrisa salió de mi.

Nos miramos a los ojos, yo me perdí en ellos, su mirada ya no era de dolor, más bien era de agradecimiento y la vez relajada, el me miraba, me estudiaba con curiosidad, no podía descifrar lo que decían sus ojos negros, lo que estaba pensando, pero por nada del mundo podíamos apartar nuestras miradas, era una sensación muy rara.

Una sirena de ambulancia nos hizo cortar esa tan grata conexión.


Minutos más tarde entrábamos al hospital, el iba quejándose aún en una camilla mientras los enfermeros tomaban sus signos vitales y le ponían algún tipo de suero.

Lo llevaron hacia una habitación y lamentablemente yo no pude entrar.

Lo había acompañado ya que no lo podía dejar solo, tal vez no tenía familiares o algo así.

Espere en la sala, tal vez fueron dos o tres horas.

Mi madre ya estaba al tanto de que yo estaba en el hospital acompañando al extraño.

Un extraño muy guapo.

De pronto unos pasos se escucharon y vi que varios hombre entraban por la puerta y venían casi corriendo. Me asusté mucho, se veían muy intimidantes.

Uno de ellos se acercó a la enfermera y ella me señaló, Dios mío.

Uno de los hombres, el que se veía más mayor se me acercó.

—Disculpa, ¿tú trajiste a mi hijo aquí? — dijo con una voz un poco intimidante pero que me inspiraba confianza.

—Yo... si, yo lo traje aquí — me pare de mi asiento — soy Kasia Wyoming, un gusto — estreche su mano con la mía.

—Un gusto, Antoine, Antoine Riazza — cuando dijo su apellido no lo podía creer, Riazza, ese era el apellido de los narcotraficantes más poderosos del país... ¿en que me había metido?

No sabia que hacer, los demás hombres se acercaron, dos de ellos se pusieron a un lado del Señor Antoine.

—Ellos son mis hijos, Kyan y Jilom — cada uno estrechó su mano con la mía.

SCARSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora