Capítulo 11

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Al siguiente día, fui a buscarlo a su departamento para ir a correr.


Jase.

Tocaron la puerta y desperté, fui a abrir y era Victor.   -Hola- dije aún casi dormido.  -Hola, buenos días. Me preguntaba si quisieras ir a correr conmigo?-   -amm... Claro, pasa por lo que voy a cambiarme- dije, entró y yo fui a mi habitación. Tenía mucho sueño, pero no me gustaría decirle un no, aunque, apenas son las 8:00 de la mañana. Me senté en la orilla de la cama para ponerme los tenis, y caí dormido otra vez.


Victor.

Esperaba mientras miraba sus fotos que estaban en los cuadros, al parecer siempre fue alguien alegre. Miré mi celular, y ya había pasado media hora, fui a verlo a su habitación, y estaba dormido, no pude evitar sonreír. Me acerqué y me acosté a lado de él, acaricié su mejilla suavemente y me acerqué más recargando mi cabeza en su clavícula. Creo que sería bueno que durmiera un poco más.


Jase.

Desperté, miré el reloj y eran las 10:00, dormí sólo dos horas más. Miré a mi lado derecho, y estaba Victor dormido conmigo.  -Valla- murmuré, pero no lo podía dejar de mirar, me gustaría verlo así todas las mañanas. En eso, él abrió los ojos despertando, me miró y sonrió, sabía que mi rostro se puso rojo. Se fue acercando más a mi, y yo me puse más nervioso, nuestras narices sólo rosaban.  -Hola- murmuró.  -Hola- dije, y me levanté de la cama.   -Aún podemos ir a correr, no?- dije poniéndome mis tenis.  -Ah, sii- dijo y se levantó de la cama también.

Fuimos a correr, y nos detuvimos en el lago a descansar, me sentía nervioso.   -Victor- dije sin poderlo mirar.   -Sii? Qué sucede?- dijo volteandome a ver.   -emm.... Cómo decirlo?... emm... No me gustaría que... algún día te llegaras a ir- dije, lo miré y se sonrojó, luego sonrió.   -Nunca me iría- dijo.   -Quizás tú no, pero, yo cuando terminé la universidad... ya no te podré ver más, sólo estaríamos juntos, hasta que la termine- dije.   -Pues entonces, me gustaría ser tu maestro por siempre- dijo y sonreí, se acercó a mi como si quisiera besarme.  -Lo sería por siempre- susurró sonriendo, y sonreí también, ya no me sentía asustado, ni nervioso, si no, tranquilo. Y lo abracé.

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