Prólogo

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Una mujer con el rostro cubierto de arrugas y el cabello atado en una coleta estaba de pie en la entrada de una escuela primaria mientras localizaba a un niño a unos metros de distancia que se encontraba rodeado por un tumulto de personas. Abriéndose paso entre la multitud, ella consiguió que sus ojos se encontraran y levantó una mano para llamar su atención.

- ¡Baa-chan! - exclamó el joven, deshaciéndose de los pocos pasos que los separaban.

La anciana le dio un abrazo como saludo y se aferró a una de sus manos antes de hablar.

- ¿Tuviste un buen día, Masahiro?

- ¡Estupendo, baa-chan! Hoy uno de mis compañeros trajo dulces para compartir con todos así que guardé algunos para ti. - El niño le extendió un puño cerrado con algunos caramelos. - ¿Sabes? Nuestra maestra nos dio una tarea para la siguiente clase. Nos pidió que escribiéramos sobre la persona que más nos inspira dentro de nuestra familia.

- Ah, ¿y sobre quién planeas escribir? - inquirió ella después de guardar los dulces en su bolsillo.

- ¡Sobre otō-san!

No pudo evitar sonreír al escuchar esas palabras.

- Estoy seguro de que tu padra estará feliz de escuchar eso.

Caminaron por las calles de la ciudad de Itabashi por unos minutos hasta que llegaron a una pequeña vivienda donde se adentraron juntos por la puerta donde resaltaba el apellido "Nanashi" escrito en una etiqueta de piedra. En cuanto estuvieron en la sala, un hombre se puso de pie en el sofá y se giró a verlos. Al admirar de nuevo sus ojos negros, la anciana pudo sentir un hormigueo que le recorrió el cuerpo y algunos recuerdos borrosos cruzaron por su mente. Masahiro corrió a los brazos de su padre, quien lo elevó del suelo y le mostró su dentadura blanca en una sonrisa. Eres tan parecido a él, Toshi, pensó la anciana con tristeza. Más ahora que eres un adulto.

- Alguien está muy feliz hoy - admitió el hombre, acomodando las piernas del niño en su cintura para mantenerlo abrazado -. ¿Puedo saber por qué?

- ¡Hai! - afirmó el aludido - Quiero que me ayudes en una tarea escolar.

- ¿Y de qué se trata esta vez?

- De ti.

- ¿De mí?

Él no pareció entender al principio hasta que Masahiro se lo explicó, lo cual hizo que su mirada brillara de felicidad.

- Iré a quitarme el uniforme y volveré, otō-san - anunció, bajándose de sus brazos -. Bye-bye, baa-chan.

- Bye-bye, Masahiro.

La mujer estuvo a punto de darse la vuelta y salir de la casa, pero la voz de su hijo llamándola la obligó a detenerse. Toshi se acercó para quedar a su lado y la miró con esos ojos en silencio por algunos segundos que le supieron eternos. El ónix de sus irises combinado con una aureola azul oscura que rodeaba su pupila la dejaban sin aliento, tal como cuando era una adolescente.

- ¿Puedo preguntarte algo, okaa-san?

Ella asintió con la cabeza, sabiendo que no podría decir una palabra por la conmoción que sentía.

- ¿Cuándo me contarás la historia de ti y otō-san?

- Toshi... ya hemos hablado de esto.

- Īe - negó al instante -. No es cierto. Desde que era un niño, tú jamás has querido contarme la verdad y sólo me decías cosas como "Te lo diré cuando seas mayor". ¿Treinta y dos años no significan ser mayor para ti?

- ¿A qué viene este repentino interés?

Toshi miró a otro lado y respondió:

- Cuando estaba en primaria, mi maestra también me pidió escribir un ensayo parecido al que le pidieron a Masahiro. Escribí sobre ti, por supuesto. Eras y serás siempre la persona más importante para mí. Pero el día de la presentación, la mayoría de mis amigos hablaron sobre sus padres y de su pasado durante el Bakumatsu. - Al escucharlo hablar de aquella etapa sobre el periodo Edo, la anciana se vio obligada a tomar asiento por la avalancha de recuerdos que la golpearon. - Sé que odias hablar del pasado, por eso quise averiguarlo por mi mismo cuando volví a casa esa tarde. Así que busqué en las cajas que mantenías escondidas en la azotea.

- No debiste hacerlo.

- Pero lo hice - certificó con seguridad -. Y encontré muchas cosas que desataron preguntas que nunca pude hacerte. ¿Tienes idea de lo difícil que fue? - Toshi se arrodilló frente a ella y le tomó ambas manos. - Pareces sufrir cada vez que me ves porque soy parecido a él, ¿no es así? Por esa razón es que tengo este nombre. "Toshi" significa "imagen de espejo" y lo elegiste pensando en papá. También tuviste que cambiar nuestro apellido a "Nanashi" cuando tu nombre real era Koizumi. Koizumi, Tomoe.

No fue sólo eso, cariño, dijo en su mente.

- ¿Cómo...?

- ¿Cómo lo sé?

Él desapareció por un tiempo de la sala para reaparecer luego con una caja alzada en manos que llevaba escrita la palabra "Privado" en tinta negra. La dejó sobre su regazo una vez que tomó asiento sobre la mesa de café frente a la anciana y la abrió, inhalando una oleada de aromas que había pasado años sin sentir. Intentó cerrarla, pero su hijo no se lo permitió y, en su lugar, extrajo un papel rectangular que extendió en su dirección, dejándolo frente a su rostro. Allí, se topó con la imagen de un hombre vestido con una camisa blanca, un chaleco abotonado y pantalones negros, un saco oscuro, botas que le llegaban a las rodillas y el extremo del mango de una katana apareciendo entre sus ropas. Tenía una complexión blanca, el cabello azabache a la altura de la nuca peinado hacia atrás, los párpados caídos y una línea recta que eran sus labios. Por su expresión, parecía triste. ¿Cómo no estarlo? Aquella época se había tratado de una de las más difíciles para él, recordó Tomoe.

- Él es mi padre - dijo Toshi, más como una afirmación que como pregunta -. Investigué al respecto... Es Hijikata, Toshizō, ¿verdad? Al principio creí que se trataba de una coincidencia, que no era posible que se tratara de la misma persona, pero es él... Mi padre era el vice-comandante. - Al decir eso, su hijo sacó una haori celeste con unos triángulos blancos en las mangas. - Y tú estabas con él también. Okaa-san, tú... eras un miembro del Shinsengumi.

Shinsengumi...

- Necesitarás algunas horas para escuchar esta historia, Toshi - aclaró Tomoe, empuñando la fotografía en sus manos -. Te contaré todo pero, antes de eso, necesitas saber que tu padre fue un gran samurái, tan valiente que muchas veces arriesgó su vida por sus hombres. Era un hombre honorable. Y me amó profundamente al igual que a ti, incluso sin conocerte. Tú siempre serás nuestro más grande orgullo y el fruto de que nuestra historia fue real. Nuestra historia... que nunca fue contada.

Mujer SamuráiWhere stories live. Discover now