Justicia

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Sans tomo varias bocanadas de aire, pretendiendo recuperar la compostura, centrando su atención en algo más; la alarma continuaba sonando en las calles, aquel sonido agudo y prolongado no podía ser confundido con nada más. Un humano, el quinto humano en caer. Mientras Sans se levantaba del sillón y arrastraba los pies hacia la puerta, se preguntó qué cosa llevaba a los humanos a bajar hacia el subsuelo... y ¿por qué siempre eran niños? Desde aquella primera vez donde el primer humano había caído, creado un desorden en el subsuelo y la casa real y la creación de aquella ley, había pasado mucho tiempo, pero sus dudas siempre iban en aumento, había demasiadas preguntas en su cabeza, que jamás recibían una contestación satisfactoria. 

La nieve silencio sus pasos mientras avanzaba. Los monstruos a su alrededor caminaban con el semblante bajo y una sonrisa enfermiza. Algunos otros lo miraban, con el odio reticente en sus ojos, y una forzada confianza. Papyrus y Sans eran los monstruos más fuertes del pueblo, aunque siempre fuera Papyrus quien atacaba, Sans era su hermano mayor, y todo el mundo suponía que debía tener la misma fuerza, o similar, escondida entre sus huesos. 

-Siempre hipócritas... 

Sans elimino un rastro de ceniza de su rostro. El humo del cigarrillo entre sus dientes bailoteaba en el aire antes de desaparecer en la inmensidad de la nada, atrapado para siempre en el aire estancado del subsuelo. Papyrus empuñaba un hueso y su respiración estaba agitada, pero se veía satisfecho. Sans se acercó y coloco una mano en su hombro, dejando escapar una bocanada de humo. 

-Buen trabajo Paps... falta poco para que subas de nivel... 

-¡Lo sé! ¡Es genial! ¡Nadie va a poder conmigo! –el joven esqueleto dio un paso al frente, clavando el hueso en la nieve para reafirmar sus palabras. 

-No seas presumido... aunque si sigues mejorando, quizás puedas unirte a la guardia real... -una risa suave resonó en su pecho, atrayendo la mirada de su hermano pequeño, quien inmediatamente frunció el ceño. 

-No fumes junto a mi ¡sabes perfectamente que odio el olor de esa mierda barata! A veces eres desesperante hermano... 

-No seas quisquilloso con tu hermano mayor Paps... -Su mano dio unos suaves golpes en el cráneo de su hermano, y comenzó a caminar- de todos modos, aunque seas fuerte, estos bastardos van a seguir viniendo... aparentemente... creen que somos una batalla fácil... tienes que hacerte fuerte Papyrus 

-Hasta que todos me tengan miedo, ya lo sé... nunca dejas de repetirlo, estoy cansado de escuchar esa mierda Sans... ¿Por qué quieren matarnos? 

-¿Por qué es la ley? 

-eso también lo se idiota, me refiero a porque, si ven que mueren ¿Por qué siguen viniendo por nosotros? –Papyrus apresuro su paso, colocándose junto a Sans quien mantenía un paso constante y tranquilo entre los árboles. 

-eso es porque son idiotas, veras... Todo el mundo se cree mejor de lo que en realidad es, creen que si no logran matarnos es porque son débiles, y alguien más viene, y así sucesivamente... todos tienen el cráneo vacío... 

-ja ja... muy chistoso... entonces solo tengo que seguir matándolos, y demostrarles que no somos inútiles... 

Sans y Papyrus no dijeron nada más. Después de una larga caminata ambos llegaron al lugar que podían llamar casa: Una tienda gastada en medio del bosque. Sans se dejó caer junto a la fogata, usando su magia para agregar varios leños al fuego que comenzaba a morir y poner una enorme olla sobre un rustico soporte. Estaba cansado y dormir aparentaba una buena idea, sus manos sacaron el paquete de cigarrillos de su bolsillo y colocaron uno entre sus dientes. El encendedor apareció en la otra y con una calada el humo hizo de nuevo su aparición. Papyrus comenzó a colocar cosas dentro de la olla y su mente no tardo en divagar lejos de aquella escena tan familiar, hundiéndose en sí mismo; hizo una pregunta que no tuvo contestación, y cuando sus ojos se enfocaron en su hermano supo que no iba a tener una respuesta. Se sentó junto al fuego y comenzó a esperar que la sopa estuviera lista, llegando a la conclusión de siempre "Odio mi vida". El fuego lamia los troncos y el piso de la olla, extendiéndose e intentando dar calor también a los esqueletos que se encontraban a su alrededor, pero Papyrus no deseaba nada de eso. Estaba enojado con Sans. 

Mi pecado [UF!Fontcest]Where stories live. Discover now