7 Llamadas perdidas

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Después de tantos esfuerzos, tantas llamadas, tantas conversaciones en las noches, tantos secretos compartidos, algunas canciones dedicadas, demasiados mensajes de textos, tanto sentido del humor... Al fin y al cabo ¿Qué éramos Damián y yo?

Era muy evidente que yo había puesto muchísimo de mí en esa historia, me refiero a más que tiempo y dedicación. Se trataba de ofrecer lo que vale o pesa más de cada persona, mi historia, mis sentimientos y mis valores. Damián también lo hizo, ahora puedo al fin entender lo que requería estar en una universidad, o estar en una universidad y desear graduarse además de ser un profesional de calidad, todo el esfuerzo que implicaba y aun así dedicarse él para mí.

Varias veces quise preguntar que significábamos Damián y yo, pero no me atreví. Más que timidez o por temor a la respuesta, que era lo más lógico viniendo de mí. Me cuestionaba a mí sí tendría sentido poner etiquetas, un nombre, el tramo de un sustantivo a lo que se siente por alguien. En el fondo si tenía algo de sentido, en lo que ahora puedo observar talvez no para definir lo que me sucedía con Damián, pero si me hubiese servido para orientarme en mi propia historia.

Era cierto que yo no lo había visto nunca en mi vida y eso me causaba hasta pánico, imaginar las miles de posibilidades de ser alguien desquiciado o a su vez podía ser el tipo de personas que jamás me gustó. Eso ocurría cuando no hablaba con él, porque cuando lo hacia su voz me tranquilizaba y me encantaba escucharlo diga lo que diga. Cuando ocurre casos como estos supongo que la voz de quien se está enamorando, es directamente proporcional a la parte física de la persona a quien se conoce, y de quien se está enamorando.

Una tarde mientras mis hermanos y yo disfrutábamos de una película de un gran dinosaurio, yo conversaba con Damián por mensajes, después de ciertos lapsos cortos. Es decir lo que duraba los cortes comerciales.

Él insistía en llamarme y hablar sin embargo por mi parte no claudiqué, pues estaba toda mi familia, se deducía inoportuno conversar con él en frente de ellos, aunque el resto de integrantes familiares suponían la coexistencia de alguien con quien "malgastaba" mi tiempo; solo mi madre sabía del asunto oficialmente. Aun así no quise llamar a Damián, más bien pregunte porque la insistencia pues me estaba inquietando.

Si lo pienso bien ahora, estando en su lugar también me hubiese angustiado o apresurado para cuando al fin me decidí por hacerlo, y en mensajes de textos le restaba todo lo que era de nosotros, por eso la insistencia en llamar. Decir que él me preocupaba y preguntarle constantemente que si todo se encontraba bien, imagino que: adicional a motivarle a decirme de una vez lo que iría a decirme, esto ayudo a incluir palabras dóciles a nuestra conversación.

En un mensaje que llegó, como era de costumbre lo abrí de inmediato. Yo solo quería decirte que te amo, estaba escrito en el mensaje. Incrédula lo leí una y otra vez. Estaba tan emocionada que entré a un espacio minúsculo de desosiego, luego de empezar a aceptar el mensaje de la agitación que me causó, había decidido abandonar la película "Mi mascota es un dinosaurio".

Me senté en una roca que conservábamos en el patio trasero de mi casa y respire varias veces para calmarme. Leí una vez más el mensaje y me sentía tan feliz que ignoré aquellos pensamientos estoicos que me venían, tales como se trata de una broma, ni me ha visto cómo me puede decir aquello.

No, esta vez no importaba mis pensamientos de alerta y mis creencias de duda. Yo quise creer en el mensaje, de hecho yo amé el mensaje porque en el fondo también lo sentía.

Anhelaba que yo hubiese tenido el privilegio de escuchar que salía de su vos al decir que me ama. No sé cómo hubiese respondido yo en ese instante, lo que si estoy segura es que al menos de la manera en la que le respondí por mensajes no lo hubiese hecho.

Ambiciona contárselo a alguien, pero me sentía conforme con que sepan de él y yo. No quería que sepan más, era mi casi secreto bien guardado y bien amado.

Me percate que ya había pasado más de diez minutos entre toda mi efusividad y felicidad, era lógico responderle de inmediato. No sabía que decirle, por supuesto que la verdad hubiese sido buena idea, escribirle no solo un yo también, sino decirle que particularmente yo sentía desde antes agrado por él y revelar con vehemencia todo lo que me había guardado, ese era el momento.

Por el contrario mi duda fue más fuerte, y cometí el error del que quizá hasta no olvidarlo, era el error culpable a lo que pasaría a futuro. ¿Cómo puedes estar seguro de lo que dices?, le envié como respuesta. Como si no me hubiese inmutado lo que me dijo. No sé realmente que esperaba él, pero seguramente un mensaje como el que le envié, no.

Atestiguó que no se sentía muy seguro, a lo que mi desilusión le sucedió a mi felicidad. Probablemente era de esperarse, sin embargo dolió. Yo fingí, desconozco si a Damián le afecto como a mí, pero me sentí culpable y más neurótico que eso, me sentí cobarde. Seguido de aquello, el tema de conversación surgió a otros contrarios. Como si nada se hubiese dicho, como si nada se hubiese sentido, como si lo negáramos, es más, como si yo hubiese negado a Damián por miedo.

EL, casi secreto.Where stories live. Discover now