Capítulo 11. Parte I

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— ¿De qué irá este año el baile? —preguntó Jéssica desde el sofá de mi derecha. Todas las miramos y nos quedamos pensativas. No habíamos caído en eso.

Estábamos reunidas las del comité para organizar la fiesta de Halloween que celebraba el internado el próximo 31 de octubre. Quedaban dos semanas y entre las clases y los exámenes no habíamos hablado aún del tema. Se notaba que era último año antes de graduarnos. Los profesores estaban mucho más estrictos y dispuestos a acabar con nosotros.

—Puede ser con temática de famosos de Hollywood —dijo Paula a mi lado.

—Es buena idea, pero se hizo hace dos años...—señalé recordando mi disfraz de Audrey Hepburn que me puse aquel año. Me encantó poder vestir como ella, aunque solo fuese una noche. Era pura elegancia.

— ¿Por qué no disfraces de zombi? —preguntó la delegada de primero.

—A mí me parece buena idea —comentó otra alumna de otro curso que no logré recordar.

—Vosotras ni siquiera deberías opinar, ¿zombis? Es una idea horrible. La próxima vez guardaos vuestra opinión para alguien que le importe —escupió Sam y unas risitas la acompañaron cuando terminó. Ambas chicas se encogieron en su asiento.

Miré a Sam sin entender nada de lo que había dicho. Las pobres solo intentaban ayudar y, además, no era mala idea. Si no fuese por toda la sangre y sesos que habría que limpiar la mañana siguiente, me lo pensaría. Cuando Sam se cruzó con mi mirada levantó los hombros, indiferente. Había actuado como una perra, y nosotras no éramos así. Bordes, quizás

Cuando terminamos todas salieron en grupos de la sala.

—Sam, ¿podemos hablar un segundo? —le pregunté agarrándole el brazo. Ella asintió y volvió a tomar sitio a mi lado en el sillón blanco de tres plazas. Estábamos solas—, ¿por qué has dicho eso antes?

—No he dicho nada que ninguna pensemos. Es nuestro último año, no podemos dejar que nos pasen por encima —dijo quitándole hierro al asunto. Se apartó el pelo a un lado y vi que tenía algo morado en el cuello. Se colocó el pelo en su lugar demasiado rápido impidiéndome ver con claridad de que se trataba. ¿Era un chupetón?

—Nosotras no somos así —le repliqué.

—Puede que yo si sea así —noté una especia de amenaza en su voz y analicé bien su rostro. ¿Qué diablos le estaba pasando? No era la Sam que conocía.

— ¿Se puede saber qué te pasa?

— ¿Es todo lo que tenías que decirme? —la miré con los ojos como platos. Asentí en silencio y observé como se levantaba y se marchaba.

Decidí levantarme a los minutos y emprender mi camino a mi habitación. Quise aprovechar y tomarme unos minutos para mí. Junté las cosas necesarias y me alejé hasta las piscinas cubiertas. Solían dar clase de natación, pero los sábados a esta hora nunca había nadie; todos preferían las salas de ocios.

Conecté mis auriculares y me tumbé en una tumbona. El techo acristalado dejaba ver el atardecer abrirse paso, y me dejé llevar por mis pensamientos. No recordaba la última vez que me tomaba más de diez minutos para estar a solar y me sentí aliviada por no tener que forzar una sonrisa o intentar demostrar lo perfecta que era mi vida, cuando se estaba desmoronando frente a mí. 

Mire el agua de la piscina en calma y sin poder evitarlo, los recuerdos vinieron a mí.

Estábamos en la casa de Bruno. Habíamos decidido pasar el día en su piscina. Nuestros padres estaban dentro bebiendo eso desagradable que beben los adultos y sus carcajadas se escuchaban desde el patio. Bruno había entrado porque su madre lo estaba llamando. Tenía que reconocer que su madre era mucho más agradable que la mía. Mi madre estaba continuamente gritando con papá. Siempre que acababan estas reuniones se ponían a discutir y yo terminaba escapándome y yendo a dormir con Bruno a su casa. Él conocía las circunstancias y ambos estábamos de acuerdo en que los mayores y sus problemas apestaban.

OLVÍDAME. Esto es la guerra - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora