Capítulo 22 Parte I

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—¡Alessandra! —llama mi madre desde el umbral de mi puerta. Eso me recuerda que tengo que volver a usar el pestillo. He estado evitándolos estos días descaradamente. Supongo que por más que ponga de mi parte, hoy será imposible pasar de ellos y la cena obligatoria de navidad—. ¿Se puede saber qué haces aun con esas pintas? Lo invitados llegarán en breve

Escucho desde mi cama el jaleo que están haciendo los de servicio abajo decorando la casa para la famosa fiesta anual de navidad de los Marzolini. Pongo los ojos en blanco y me giro para enfrentar a mi madre. Tiene una falda de tubo hasta las rodilla y su pelo claro descansa sobre su hombro en un semi-recogido. Es casi imposible ver a mi madre sin su magnífica presencia. Siempre está vestida para ser el foco de atención. La vida de ricos le vino como anillo al dedo a Raffaella Tucci. Cuando el dinero empezó a formar parte de nuestra vida dejo de lado los moños y pantalones tejanos; nadie diría que trabajaba en el viñedo de mi abuelo. Sus ojos me miran con desesperación

—Estoy lista —digo señalando mi vestido azul marino por debajo de las rodillas. Deja el portafolio que sostenía en sus manos sobre mi mesilla de noche. Abre mi armario de par en par sin preguntar y saca una de las prendas.

—Te dije que te había comprado un vestido para esta noche —abre el cierre de la bolsa y saca el dichoso vestido. Me incorporó en la cama, apoyando las manos sobre mi regazo. Preparada para lo que viene—, Es un diseño único y la marca estará esperando verte con él en las revistas.

Hago una mueva al verlo. Es un vestido negro por encima de las rodillas y muy ceñido. Me gustaría, si no fuese por las mangas transparentes con grabados en negro sobre ella.

—Y yo te he dicho que no me gusta —suelto sin más incorporándome—, no pienso ponerme eso. Es horrible.

—Me es igual lo que pienses Alessandra, lo harás y punto —su tono es firme, pero deja ver lo agotada que está de mí. Y eso que apenas llevo una semana en casa con ella.

Sus alargados dedos siguen sacando el vestido de la funda y me lo pone sobre el abdomen. Me clava la mirada amenazante y echo aire por la boca. No la soporto. Solo lo hace por provocarme.

—Prepárate.  Los estilistas llegarán en una hora para peinarte y maquillarte —dice sujetando de nuevo su portafolios y estudiando con la mirada lo que supongo que es el horario de esta noche.  Está obsesionada con que todo salga según lo previsto—, Y hazme el favor de pedir que te hagan la manicura. No sé dónde diablos has estado pero tienes las uñas fatal.

Me sujeta los dedos en alto y me zafo de su agarre. Me meto en el baño, vestido en mano, y cierro la puerta con un portazo. Segundos más tarde escucho la puerta principal cerrarse y suspiro aliviada. Estudio el vestido con la misma expresión de desagrado de antes y empiezo a quitarme el que llevo puesto. Es un vestido de Carolina Herrera que me he comprado hace unos días, decidida a ponérmelo esta noche. Tengo que hacer lo que dice, lo único que conseguiré retándola es que me prohíba salir de casa y eso no pienso consentirlo. Si tengo que ponerme el vestido más feo del planeta lo haré,  todo con tal de ver a Bruno.

Llevo más de media hora dejándome peinar, maquillar y hacer las uñas por las estilistas cuando mi padre irrumpe la habitación de un golpe. La chica que me está haciendo la manicura pega un respingo del susto y sus ojos miran detrás de ella. Cuando logra descubrir que se trata de mi padre se pone de pie enseguida junto a las demás chicas.

— ¡¿Puedes explicarme qué demonios es esto?! —grita arrojando una revista a mis pies. Su timbre de voz me ha dejado temblando. Mi padre suele pasar siempre de mí; las pocas veces que he tenido que hablar con él ha sido en público o para pedirle dinero. Nunca lo había visto tan fuera de sí.  Mi madre, detrás de él,  me niega exasperada con la mirada. Con una especie de desaprobación a la que estoy más que acostumbrada.

OLVÍDAME. Esto es la guerra - CompletaKde žijí příběhy. Začni objevovat