Capítulo 31

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La veo alejarse con su paso firme y seguro mientras contonear sus caderas, y admiro su cuerpo una vez más antes de hundirme en el sofá. Minutos más tarde, su aroma aún sigue inundando la habitación. Sostengo mi cabeza entre mis manos e intento, una vez más, recuperar la compostura. ¿Cómo es posible ver el rostro de una sola persona y sentir tantas cosas? Y a la vez, sentir el vacío más grande del mundo. Eso es lo que siento, cada vez que la veo. La cara de quien fue mi felicidad, y ahora, no es más que un continuo recordatorio de lo jodido que estoy.  De lo jodido que está todo. Y por si fuese poco, la estupidez que acabo de cometer al volver a besarla no ha hecho más que complicarlo todo. Joder. Ya estaba olvidándome de lo increíble que era sentir sus labios, y su cuerpo temblando bajo mis manos. Ahora, con su sabor aun mezclado al mío, se me hace imposible pensar con racionalidad.

Me echo atrás en el sofá y echo aire por la boca mientras maldigo en voz alta. Me tiemblan las manos al recordar su mirada de rechazo tras separarme de su lado. Por primera vez, he visto repugnancia en sus ojos. Por primera vez, he sentido que me quería lejos. Todo lo que llevo meses buscando, lo que tanto he anhelado en estas insoportables semanas; y ahora que lo tenía delante, no he podido hundirme en la miseria al ser consciente de la realidad. La he perdido. He perdido a lo único que ha sido capaz de darme tanta felicidad. Y aunque fuese mi objetivo al tratarla como una mierda, anhelaba la esperanza de que su amor por mí siguiese estando ahí. Recordándome que todo lo que habíamos vivido no era más que un sueño, como he estado temiendo este tiempo. Es egoísta, lo sé, ¿Pero qué le voy hacer?

Aprieto los dientes y me mentalizo. Debo seguir recto en mi camino, al menos, hasta que consiga abandonar este maldito internado y volver a mi vida. Lejos de ella. Así quizás pueda dejar de pensar en ello. Se me escapa una risa. Es inútil, no puedo engañarme. No dejaré de hacerlo, aunque este a miles de kilómetros. Nunca he podido librarme de esa niña de rizos de oro cubierta de barro, y aún sigo sin poder hacerlo. ¿Cómo he podido pasar de tenerlo todo... a no tener absolutamente nada? Los recuerdos de aquella tarde golpean otra vez mi cabeza. Desde entonces, no he podido dejar de pensar en el día en que toda mi vida cambio... para siempre.

Unos meses antes.

Camino por los pasillos lo más rápido posible. La secretaría me ha avisado de que tenía visita y que se trataba de algo urgente. Al escuchar esa palabra, las caras de mis padres han aparecido frente a mí y me he temido lo peor. Mientras doy grandes zancadas,  intento mantener la calma. Mis padres están bien. Seguro que no es nada. Giro a la derecha, prácticamente derrapando con los tennis de entrenar y cruzo el umbral de la puerta de visitas. Me quedo petrificado al no reconocer la espalda de un hombre canoso alto. Se gira y el rostro de Amelio Marzolini me planta cara. Los nervios son sustituidos por asombro, que pronto se convierte en cólera al ver la cara con la que me mira la rata asquerosa. Juro por lo que sea, que si ese cretino me sigue mirando así, pronto estaré destrozándole su bonita y retocada cara. Y dios es testigo que no miento. Y que tengo poca paciencia.

Aprieto los puños mientras lo observo bordear el sofá y acercarse a mi lado. Levanto pecho, dejando claro que no me intimida para nada. Aunque vaya vestido con un carísimo traje Armani, yo sé la clase de hombre que se esconde detrás de todo ese sucio dinero. Carraspea varias veces, y se abre la americana. Está claro que él tampoco está cómodo en esta circunstancia. Cuando la sorpresa de verlo en el internado desaparece, me empiezo a preguntar que mierda quiere conmigo.

— ¿Qué coño haces aquí? —le espeto con claro desprecio. Recuerdo los tiempos en lo que era impensable hablarle de esa manera. Cuando era pequeño solía tenerle miedo. Siempre daba esa clase de sensación. Todo lo contrario a mi padre. Aun me pregunto qué narices los unió como amigos. Me cuesta hacerme a la idea de que mi padre se criase con alguien como él. Y más aún que Less sea su hija. Por suerte, ella no se parece nada a él. Sacudo la cabeza y me centro en Amelio.

OLVÍDAME. Esto es la guerra - CompletaWhere stories live. Discover now