Capítulo 30

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Me visto con los colores del equipo y busco mi banderilla con el escudo del internado. Esta tarde hay partido, y aunque no soy una aficionada a verlo, voy a ir. Después de tantos años siendo la novia del capitán me he acostumbrado. Incluso se podría decir que entiendo alguna que otra jugada.

Paula, Amanda, Jessica y yo subimos las gradas y nos sentamos en la primera fila. No pensaba renunciar a mi privilegio y sentarme más al fondo. Aunque ya no sea su novia, estos sitios siguen siendo míos. Hemos decidido venir las cuatro juntas para poder ver el partido. Paula se muerde las uñas nerviosa, no le gusta nada que su chico juegue al fútbol. Ya le hemos dicho mil veces que no se preocupe, no es que sea boxeo ni nada por el estilo. Aun así, siempre que juega se pone igual de enfermiza.

Por supuesto, Bruno también juega. Los primeros meses se negaba, pero ahora parece más dispuesto a colaborar con el equipo y no quedarse en el banquillo. Han pasado casi dos meses desde que todo aquello sucedió y aun me duele el corazón cada vez que pienso en él, pero soporto mejor el sufrimiento. Es como si me hubiese acostumbrado a vivir con él.

Nuestra relación se basa prácticamente en ignorarnos; aunque sus repentinos cambios de humor me tiene igual de pérdida. Un día no soporta tenerme cerca, y lo deja muy claro y al siguiente hace todo lo posible por molestarme, y estar cerca de mí molestándome como una mosca. Mentiría si dijese que prefiero los días en los que pasa de mí, porque por muy estúpido que suene, prefiero tenerlo cerca; aun cuando sus únicas palabras son insultos o burlas. Hay algo en él, que me sigue atrapando y volviendo loca. Ojalá todo fuese más fácil.

El ruido de la gente ovacionando me saca de mis pensamientos. Me uno a ellos, y me pongo en pie con los carteles en alto. Las chicas se ríen y parecen felices, contagiadas con la energía del campo. El partido está a punto de empezar. Los chicos del equipo salen corriendo hacia el interior del campo y saludan al público, que no deja de gritar y aplaudir. Escucho el nombre de Matt en las voces de cientos de chicas y pongo los ojos en blanco al verlo guiñarle el ojo a unas cuantas. Me localiza en el campo, y me sonríe. Alza la mano y la sacude en el aire, saludándome. Paula me da un codazo y asiento, dándole a entender que yo también lo he visto. Desde que se disculpó conmigo no hace más que tener esa clase de gestos conmigo. Está encabezonado en que lo perdone. Lo cierto es que me da igual; Matt es sin duda, mi menor problema. Desde lo de Bruno, veo ridículo e infantil lo que él me hizo. Le devuelvo el saludo, con una sonrisa menos entusiasta que la suya.

Cuando mi vista se aparta del moreno, veo a Bruno mirarme con la vista fija. No puedo apreciar mucho los detalles, pero juraría que tiene la mandíbula tensa y los puños apretados. Le mantengo la mirada unos segundos, agradecida por la distancia, y cuando las piernas empiezan a temblarme me centro en mis amigas, que comentan risueñas sobre los chicos del equipo contrario. Suena un pitido iniciando el partido, y los jugadores se pasan el balón intentando llegar meter un gol. La gente grita, suspira y ovaciona al ritmo que ellos se dejan el cuerpo en la pista. El equipo contrario marca un gol, y los visitantes festejan emocionados.

— ¡Capullos! —grita Amanda haciéndoles la peineta a algunos de ellos, que se estaban riendo a nuestra consta.

Las demás nos reímos de su gesto y ella nos mira orgullosa. No hay nada que le guste más que llamar la atención a esta chica. Sostengo mi refresco y doy un par de buches. Para estar a mediados de marzo el frío aún sigue pegando fuerte, y por la noche aún más. Cuando el viento sopla me cubro mejor con la chaqueta.

— ¿Pero qué narices hace...? —comenta Jess poniéndose de pie de golpe y señalando con la mano.

Centro la vista y abro los ojos de par en par. Me inclino sobre la barandilla que separa el campo de las gradas y fuerzo la vista para poder ver mejor. Son dos chicos discutiendo. El árbitro ha detenido el juego y les ruega que se detengan, mientras el resto de jugadores intentan separarlos. Me quedo incrédula cuando descubro que se trata de Bruno y Matt. El primero agarra al moreno por la camiseta y le grita cosas mientras lo zarandea. Matt se libra de él con un empujón y empieza a apartarlo a la fuerza; pero Bruno no está dispuesto a echarse atrás. Se gritan cosas y maldigo no estar más cerca para saber que sucede. Cuando veo a Bruno alzar la mano para dar un golpe a Matt, salto de la valla y corro por en medio del campo para llegar a su lado. El entrenador me llama y me exige que vuelva a mi sitio, pero me da igual.

OLVÍDAME. Esto es la guerra - CompletaWhere stories live. Discover now