Capítulo 1. Parte II

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La tenue luz del atardecer se asomaba por la ventana de la habitación. Llevábamos toda la tarde desarmado las maletas y escuchando música mientras nos poníamos al día sobre nuestras vacaciones. Habíamos tirado la toalla hacía unos quince minutos, y habíamos decidido seguir mañana. Era imposible guardar la ropa de todo un año de curso en unas pocas horas. A pesar de que llevamos uniforme, después de las clases siempre se nos permitía llevar la ropa que quisiéramos.

Los de último curso teníamos muchas tardes libres para las clases optativas. Clases destinadas al comportamiento en ciertos eventos. Estaba en uno de los mejores internados de Reino Unido. Aquí prometían educar a sus alumnos para un mundo de lujos y protocolo. Aunque no me quejaba, las fiestas y el lujo eran lo mío. Era jefa de comité y llevaba un par de años ocupándome de todo lo relacionado a fiestas y eventos públicos.

—Chicas, me voy a dar una ducha, lo necesito urgentemente, ¿Alguna se apunta? —preguntó Sam.

La miré agotada desde el sofá junto al escritorio y negué con la cabeza. Ambas salieron de la habitación tras darse cuenta que no estaba de ánimos para aguantar a las demás chicas. Llevaba toda la tarde esperando nerviosa que Matt viniese a buscarme, pero no había dado señales de vida, y estaba debatiendo entre ir a buscarlo o seguir con mi orgullo. El miedo me paralizaba; pero entonces pensé que no podía permitirme empezar el año con mal pie con Matt, teníamos una imagen que mantener, y aunque él estuviese pensando acabar nuestra relación, sabía tanto como yo lo que eso importaba.

Cuando salí por la puerta caminé con un movimiento ligero, mientras sonreía y saludaba a mis compañeras. Llegué a la cafetería, tardando más de lo que pretendía. Parecía que hoy todo el mundo estaba dispuesto a contarme sus geniales vacaciones. Lo busqué girando sobre mis talones y no lo vi por ninguna parte. ¿Dónde diablo se había metido? Estaban varios de los chicos del equipo de fútbol que me saludaron al acercarme, pregunté por mi novio, pero nadie parecía haberlo visto.

Resignada me di por vencida. Si quisiese verme, estaría aquí. Sería mejor que le diese espacio. Justo cuando salí por el pasillo dirección a las habitaciones, me choqué de frente con un torso y casi me caí si no llegaba hacer porque me sujetó en el último momento.

Ayudó a enderezarme y miré inquita a mí alrededor, por suerte nadie se había percatado de mi desliz. Alisé mi vestido y miré fijamente a quien estaba en mi camino, dispuesta a gritarle por lo imbécil que había sido, cuando sus azules ojos y su conocida sonrisa me dejaron sin habla. Me sujeté de nuevo en sus brazos, nerviosa por volver a tropezar. Tuve que pestañear varias veces para asimilar quién estaba frente a mí, sonriendo ante la situación.

—Vaya, vaya...— dijo entre risas y su voz causó un tornado en mi interior. Intenté controlarme con todas mis fuerzas y realicé respiraciones, mientras era consciente de que le estaba dando el gusto de ver mi ración—, pero mira a quien tenemos aquí, si es la principessa Marzolini. Cuanto tiempo sin vernos. —habló en italiano. Le di un golpe en el pecho apartándolo de mí, pero enseguida me envolvió en sus grandes brazos. ¡Joder! Grité en mis adentros. De repente me vi en brazos de la última persona que me imaginé encontrarme aquí e inmediatamente me aparté de él.

—No vuelvas a abrazarme —le amenacé y levantó las manos en señal de rendición.

Puse los brazos en jara y a él parecía divertirle la situación. Lo observó bien, y me di cuenta que el niño de ojos azules que yo recordaba ya no era ningún niño; se había convertido en todo un hombre. La última vez que lo vi fue hace dos años, pero hacía demasiado tiempo que no lo tenía tan cerca. Lucía el pelo más largo y su rubio se había oscurecido. Los mechones se le colaban en la frente. Llevaba una camisa y corbata con una americana marrón.

OLVÍDAME. Esto es la guerra - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora