Capítulo 8

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Llegué a la sala de visitas: era una sala pequeña con un par de sillones y una mesa pequeña en el centro de la sala, con una alfombra marrón. Las paredes eran de un color salmón y solo había una ventana, justo enfrente de los sofás, con vista al jardín. Quien fuese que decorase él internado no lo hizo con el mejor estilo del mundo. Y ahí estaba ella, sentada en el sillón con las piernas perfectamente cruzadas y con la vista pegada al móvil.

—Alessandra, vida —se levantó, se ajustó su carísimo y elegante vestido blanco, y se acercó a mi lado para darme un beso—, ¿cómo estás?

—¿Qué haces aquí, mamá? — Se hizo la sorprendida por mi actitud.

—¿Es que una madre necesita un motivo para ver a su hija? —me tocó el pelo mientras fruncía el ceño—. ¿Qué champú estás usando? Tienes el pelo fatal. No puedes pasearte por ahí con estas pintas. ¿No duermes bien? Tienes los ojos hinchados. —Puse los ojos en blanco. Me aparté de su lado y me senté en el sofá agotada. Había sido un día largo y lo que menos necesitaba era a mi madre fijándose en todos mis defectos.

—¿Vas a decirme ya por qué has venido? —Me miró con su típica expresión de inocencia—, enserio mamá, ni siquiera vienes cuando tienes que hacerlo. Tengo cosas que hacer, ¿sabes?

—Solo quería saber cómo estás, cómo te ha ido el primer día, cómo están tus amigas, cómo estás con Matthew —dijo por último disimulando mal sus verdaderas intenciones. Era eso, había venido para comprobar que estaba siguiendo a pie sus deseos. Que era la novia perfecta y que Matt seguía enamorado de mí (si es que alguna vez lo había estado). Me levanté exasperada.

—No hacía falta que vinieses para eso. Si tanto te interesa saberlo, estamos bien. Hemos arreglado las cosas.

Mi madre no fingió en absoluto la alegría que le provocaron mis palabras. Se acercó a mi lado, eufórica y me juntó las manos a las suyas.

—No sabes lo feliz que me haces... Ya sabíamos que ibais a solucionarlo.

—¡Mamá! Te he dicho mil veces que no metas a la señora Crowell —le grité indignada. No me podía creer que hablase con la madre de Matt sobre los problemas que le conté. No podré volver a mirarla a la cara.

—No te preocupes, cielo. Solo queremos lo mejor para nuestros pequeños. Ella también ha venido a ver a Matt. Hemos estado toda la mañana juntas en su casa. Tendrás que conocerla mejor, a ella y al resto de la familia. Son maravillosos, y tienen un montón de tierras en Inglaterra, ¿Lo sabías? Matthew es perfecto para ti. Sabía qué hacía bien al traerte a este internado. —Cogí bocanadas grandes de aire e intenté mantener la calma.

Mi madre y su discurso de siempre; seguía empeñada en que me casase con él al acabar el curso. Yo ni siquiera sabía lo que quería. Pero sabía que antes de nada teníamos que solucionar muchas cosas en nuestra relación. Quería estar segura de que Matt era el hombre que quería para el resto de mi vida. A veces sentía que la presión de mi madre ni siquiera me dejaba pensar con claridad.

—Deja de meterte en nuestra relación. Ya te lo he dicho, no me casaré con él porque tú lo quieras. ¡Déjame vivir mi vida! —No le gustó nada lo que dije y estaba dispuesta a seguir con su discurso, pero la mandé a callar. Necesitaba estar a solas—. Como te he dicho, tengo cosas que hacer.

Me fui de la sala a toda prisa, y una vez que atravesé la puerta respiré con ansias. Me encaminé por el pasillo de la derecha hacía las habitaciones, una vez en las escaleras vi a Bruno hablando con una chica completamente diferente. Me descubrió y se disculpó con su acompañante para acercarse a mi lado y sujetarme de las muñecas.

—Tenemos que hablar —dijo mientras intentaba conducirme por el pasillo por el que había llegado. Me zafé de su agarre.

—¡Suéltame! —cogí una gran bocanada de aire—. Yo también necesito hablar contigo, pero no podemos hacerlo aquí. Conozco un sitio.

OLVÍDAME. Esto es la guerra - CompletaWhere stories live. Discover now