Capítulo 9

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Narra Camila

Me removí entre las sábanas despertando ante el ruido de la incesante alarma, abrí mis ojos con la habitación aún en oscuras. No amanecía todavía. El ruido del agua caer en la ducha me hizo levantarme y caminar desnuda al baño, sabiendo quien se encontraba ahí. Lave mi boca antes de correr el cristal que dividía la ducha, encontrando a aquel hombre desnudo completamente mojado y mirándome como un león a su presa.

En silencio me pegué a él inclinándome y colgándome de cuello para besar sus labios. Este hombre era tan adictivo, como una droga letal imposible de abandonar tu cuerpo.

Se dejó besar, respondiéndome y tocando mi cuerpo, conociendo cada parte y ahondando en mis puntos más sensibles.

—¿Qué deseas, Camila? —susurró contra mis labios con su arrebatadora mirada sobre mi.

—Deseo a mi hombre penetrándome duro en esta minúscula ducha —sus ojos se encendieron y sus manos me alzaron hasta su cadera, lo rodeé con mis piernas sonriendo traviesa con ganas de disfrutar del placer inédito que sólo el me ofrecía.

Nuestros ojos azules no dejan de verse analizándonos mientras su miembro se deslizaba en mi interior, entre abrí mi boca e hice mi cabeza hacia atrás, gimiendo ante la deliciosa sensación.

Arqueé mi espalda sintiendo la brutalidad de sus embestidas, con mis labios ardiendo ante la ferocidad de los suyos que ahogaban mis gemidos que cada vez eran más fuertes.

—Eso te gusta, ¿no? Que te rompa ese coño tan delicioso que tienes —susurró devorándome con sus ojos, entrando una y otra vez subiendo la intensidad en sus embates.

—Si, así... ¡ah, Dima! Que rico —jadeaba sabiendo lo mucho que le prendía que lo llamara por el diminutivo de su nombre.

—¿Quieres más?

—Si, dámelo todo

El agua caía por nuestros cuerpos agitados, haciendo que el ruido fuera más fuertes, apretaba mis glúteos con fuerza sin dejar de susurrarme barbaridades que sólo hacían que me pusiera más caliente que una caldera.

—Eres mía, malenʹkiy. Toda tú me perteneces me dijo dándome la estocada final derramándose en mi interior. Mis piernas temblaron ante la magnitud del orgasmo.

Le sonreí gustosa por ser suya, su mujer y haría hasta lo imposible porque su corazón me volviera a pertenecer, ya había sido mío y era momento que volviera a su dueña.

—Cámbiate, tengo que volver a la mansión a resolver algunos asuntos —ordenó cuando se terminó de duchar saliendo y dejándome sola.

Me apresuré a bañarme, no iba a arruinar mi oportunidad de salir de este infierno de lugar. Me vestí a la velocidad de la luz, miré mi reflejo una última vez pensando en los retoques que le daría a mi aspecto. Salí siguiendo su paso, permaneciendo seria mientras que en mi interior daba brincos de alegría cuando atravesé la puerta de salida.

—Anoche dijiste algo de condiciones pero sólo mencionaste una, ¿cuáles son las demás?

—Ya las sabrás —se limitó a contestar sin dejar de caminar entre medio del bosque, por momentos pensé que jamás volvería a ver el verdoso pasto del inmenso jardín que rodeaba la mansión. Pero aquí estaba pisándolo mientras seguía aquel imponente hombre de casi dos metros de altura, demostrándome que no le era tan indiferente como decía.

Al pasar por una inmensa piscina con tumbonas alrededor, me hizo desear poder disfrutar de ella antes de que comenzara a nevar, era cuestión de semanas para que todo lo verde de nuestro alrededor se volviera blanco. No me gustaba el frío, mi piel se ponía demasiado pálida para mi gusto.

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