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—Keveth te estuvo torturando, ¿verdad florecilla? —Fer se estaba tejiendo el cabello, pero se le cansaban rápido los brazos. Era el día siguiente y le dolía cada parte de su cuerpo, en especial las piernas, por si fuera poco no más levantarse lo hizo con un regaño, en esa ocasión fue Doriat quien la riñó por haberse acostado sin darse una ducha primero.

—Y lo seguirá haciendo hoy, ay. —Fer dejó caer las manos, se había halado el cabello y parecía que lo único que logró fue enredárselo, Doriat sonrió y se lo cepilló para librar los nudos.

—Todo valdrá la pena, ya lo veras.

—No entiendo, si gano ¿Qué es lo que gano?

—Un favor especial de la reina hada.

—Sí, ¿pero qué tipo de favor especial?

—Trenza de nuevo.

Fer notó que muchas de las preguntas que ella le hacía a Doriat eran ignoradas olímpicamente. Había aceptado que la magia existía, que las hadas existían y que ella fue escogida para una versión mágica de los juegos del hambre, pero sin cadáveres. Aunque no terminaba de comprender qué era lo que se ganaba y las hadas no hablaban claro sobre eso. Se estaba molestando, por ello, por el dolor en su cuerpo y porque no lograba hacer la corona de trenza que Doriat quería que aprendiera.

—¿Y si me hago una trenza y ya?

—No eres una chica para un peinado simple, vamos, si puedes soportar a Keveth puedes hacerte una corona trenzada con tu propio cabello.

Según Doriat una de las cosas que Fernanda tenía que hacer en el terreno del torneo era lucir bien su cabello y él no estaría allí para acomodárselo, por lo cual ella debía aprender como tenerlo recogido de una forma bonita para que no le estorbara. En eso consistió el entrenamiento de esa mañana, lo dedicaron a su cabello y la ultima hora, Doriat le pidió que repitieran el ejercicio de la escalera, el cual no fue muy bien luego de todo lo que tuvo que correr el día anterior, pues le temblaban las piernas cada vez que pisaba un escalón.

Luego de almorzar Fer se quedó unos diez minutos en el comedor, retrasando lo inevitable. No quería volver a correr alrededor del complejo pero sabía que tenía que hacerlo y prefirió levantarse e ir, a que Keveth fuera a buscarla, porque no dudaba de que fuera capaz de hacerlo. Con sus enormes alas aleteando y pareciendo furico.

—Llegas con retraso. —Tenía ya las alas afuera, pero los pies desnudos sobre el pasto.

—Lo siento, camino más lento, me duele el cuerpo.

—Acostúmbrate. —Se miraron, Fer estaba comenzando a odiarlo. El tipo era demasiado rígido—. Bien, ¿qué esperas? Empieza a trotar.

Fernando revoleó los ojos y se estiró primero un poco. Reprimió las ganas de quejarse de dolor, porque sospechaba que Keveth la hubiera reñido y luego se puso a trotar. No le fue mejor que el día anterior y Keveth lo señaló en variadas oportunidades.

Así se fue la primera semana de entrenamiento de Fernanda en el reino hada. Keveth la dejó exhausta y Doriat la enseñó a modular, caminar y peinarse. Al final de la semana sabia como recogerse el cabello de forma elegante y sabia caminar demostrando seguridad y feminidad. Pero se le dificultaba un poco la parte de la modulación, pues Doriat le aseguraba que solía no pronunciar las s.

En el entrenamiento físico las cosas no iban mejor. Ya trotaba sin cansarse tan rápido alrededor del complejo, pero aun no lograba hacer las diez vueltas sin detenerse ni una sola vez. Al comienzo de la segunda y última semana de entrenamiento Doriat se centró en el habla. Fer no quería que acabara su lección, porque no deseaba tener que soportar a Keveth pero era inevitable.

La senda de las flores [La Senda #1]Where stories live. Discover now