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Bailó gran parte de la noche, cosa que en el mundo humano no solía suceder. Fernanda nunca había sido muy buena para el baile y antes que hacer el ridículo prefería permanecer sentada a la mesa bebiendo el trago de turno o de preferencia en casa con Patsy, su gata, en el regazo y alguna buena serie en la laptop. Sin embargo aquella noche no parecía ser ella misma y no estaba muy segura de qué lo estaba provocando. ¿La bebida de naranja morada? ¿El fantástico mundo hada? ¿La sonrisa cómplice de Doriat? Lo cierto era que el motivo poco importaba para cuando terminaba su segundo baile con Doriat.

La brisa fresca de la noche sopló mientras una canción alegre daba paso a una suave y Fernanda tuvo que excusarse porque no daba para más. Doriat le dejó un beso en la mano y se consiguió otra pareja de baile en un parpadeó. Mientras tanto Fer se alejó del jardín. Necesitaba un respiro y con las risas, la música y el murmullo de conversaciones sentía que se sentía abruma e incluso, como de vuelta a su mundo, en alguna aburrida fiesta a la que a media noche se hubiera arrepentido de asistir.

—Por un segundo pensé que bailarías con Elliot. —Fer se detuvo y escaneó el lugar. Por aquella zona la iluminación era más pobre y solitaria, así que no supo quién le hablaba sino hasta que salió a su paso. Con un ligero sobresalto Fer notó que el racimo de flores construido por las solitarias florecitas que Doriat se dedicara a arrancar y a entregarle, yacía entre las manos de Keveth, que toqueteaba los pétalos y la miraba con cierto interés.

—Oh, no recuerdo haber perdido eso. —Fer alargó la mano, pero Keveth no le entregó el racimo, en cambio extrajo una flor lila y se la tendió.

—¿Te diviertes?

—De hecho, sí. —Fer toqueteó la florecita, Keveth tomó una roja en esta ocasión y se la tendió, ella la tomó mientras agregaba—. Casi podía sentir la mirada de Aziza y la tuya sobre nosotros. Prometimos no volver a hablarnos y es lo que haremos. ¿Puedes relajarte? —Keveth tomó una flor blanca y se la dio.

—Estoy relajado, solo hacia un comentario. Hay demasiada tensión en las miradas que se lanzan, si no tienen cuidado la reina podría notarlo.

—Pero solo puede descalificarnos si hay prueba de que cedimos a algún instinto o de que tenemos alguna relación y no es el caso. —Keveth sonrió mientras tomaba una flor azul, Fer la contempló antes de tomarla porque le recordaba a la flor azul regalo de un antiguo, pero luego la tomó y nada sucedió. Además la sonrisa de Keveth parecía real, y eso era más perturbador que alguna flor con poderes mágicos que la dejaran dormida eternamente.

—Eso es cierto. Pero si se llegaran a darse las situaciones correctas en el momento preciso, te aseguro que ambos cederían a sus instintos y nadie puede prohibirle a la reina o a cualquier otra hada mover los hilos que puedan crear esas situaciones. —Fer estrujó las cuatro flores que Keveth le había dado: lila, rojo, blanco y azul. Se convirtieron en un amasijo de pétalos que le tiñó las manos.

—Oh verdad, olvidaba lo que a las hadas les gusta jugar con los humanos.

—No puedes culparnos, ustedes lo dejan muy fácil.

—¿Ah sí? —Keveth dejó caer el resto de flores de sus manos.

—Es justo lo que estoy diciendo. —Fernanda se cruzó de brazos, intentado poner la misma cara de inexpresión de Keveth y finalmente dijo.

—Una adivinanza para ti. —En esa ocasión no sonrió ni mostró ningún tipo de reacción, como siempre, pero había un brillo de interés en sus ojos oscurecidos por la falta de luz—. Un torneo no querido ganará, una decisión no deseada tomará, un profesor no deseado ignorará y todos al final sorprendidos por ella estarán. ¿Quién es?

La senda de las flores [La Senda #1]Where stories live. Discover now