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—Esto es inesperado. —Fer apartó su mano de la de Keveth como si su agarre le quemara. Apartó sus ojos del chico y en primera instancia los centró en la reina que miraba a los dos con interés—. Pues en efecto, querido Keveth, no pondré ninguna objeción a tu decisión y recuerdo muy bien tu promesa aunque no era esto lo que esperaba. Pero confío en tu criterio, siempre lo he hecho, si consideras que Fernanda es la princesa que necesitamos, doy mi autorización para que así sea. —Fernanda miró hacia la congregación, su ritmo cardiaco se sentía desfasado, su cabeza bullía y sentía que podía desmayarse de un momento a otro. Las palabras de Walden cobraron sentido «Si algún día vuelves al mundo humano.»

—Alto. —Fer alzó las manos, como si se encontrara en medio de un juego de básquet y pidiera un alto para planear una estrategia—. ¿Están hablando en serio? ¿Todo esto es enserio? ¿Yo... yo... hada? —Sabía que su voz sonaba más alto de lo debido, pero no podía controlarse, aquello era de locos. Keveth la miró.

—¿Recuerdas aquel día en mi casa? ¿El cielo es azul? —Se miraron, Fer lo recordaba, las hadas no podían mentir, por lo que todo aquello en efecto debía ser real. Fer miró hacia sus pies, intentado ordenar sus ideas, una frase en el discurso de Keveth le vino a la mente, aunque no estaba segura si se refería a lo de ser un hada o una princesa o si aplicaba para ambas «Si es tu deseo.»

—Si es tu deseo —repitió en voz alta y alzó la mirada, Keveth la miró con inquisición, la reina con una ceja alzada—. Eso quiere decir que no es una imposición, gane el torneo pero puedo decidir no reclamar el premio, ¿estoy en lo correcto? —La reina soltó un suspiro y fue quien contestó.

—En efecto, no estas obligada a aceptar. Como bien dices ganaste, y con ello viene el derecho a querer el premio o no. Por otro lado, ¿quién rechazaría la vida eterna y el título de princesa? Al menos en todo el tiempo que Daha ha existido, aun no tenemos constancia de que alguien nos haya rechazado. Sino no seriamos tantos.

La reina soltó una risita a la que se unieron muchos de los presentes. Fer de inmediato buscó con la mirada a Doriat y este le sonrió. La conversación que tuvieron en el bar de Flores regresó a su mente «¿Cómo se reproducen las hadas?» Pues tal parecía que ahora lo sabía. Así lo hacían, buscando humanos y concediéndoles favores, ¿pero era de verdad eso posible? ¿Acaso todos los allí presentes fueron humanos que luego se convirtieron en hadas?

—Esto no puede ser cierto. —Keveth se acercó.

—Pero lo es, y por desgracia debes tomar una decisión. —La reina sonrió.

—¿Decisión? ¿Es que acaso se puede dudar si quiera?

Fer sintió la ira bullendo en su interior. La sorpresa y la incredulidad esfumándose. Miró hacia la reina, hacia Walden y el resto de las hadas, luego sus ojos viajaron hacia los otros dos humanos que estaban allí con ella, Capteus y Elliot. A diferencia de antes ya no parecían tan serenos e inmutables. Aunque no se habían movido de su lugar, ambos miraban hacia todos lados. Sus ojos viajaban hacia la reina, las demás hadas y en ocasiones hacia la misma Fernanda. De seguro por sus mentes también pasaban toda clase de interrogantes e incredulidad, pero en lo que a Fernanda respectaba esa etapa tenía que ser superada de inmediato. Porque aquel día podía ver a la perfección como las hadas demostraban su maldad, sus dobles intenciones y sus verdades escondidas o tergiversadas.

Había sido arrancada de su mundo bajo un pretexto que ni siquiera le fue explicado del todo. Le prometieron un favor especial de la reina de las hadas sin explicarle nunca a detalle de qué se trataba. La hicieron entrenarse como si aquello fueran unas olimpiadas, un concurso de belleza o una cacería y todo para que al final se convirtiera en una de ellas. ¿Y dónde quedaba su vida entera? ¿A dónde se iban sus veinticinco años humanos vividos? Su negocio, sus planes, su gata, las personas que conocía, las cosas que le faltaban por vivir en el mundo humano.

La senda de las flores [La Senda #1]Where stories live. Discover now