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Para la segunda ronda Fer entró en el campo en el quinto y último grupo. Aunque ni Keveth ni Doriat hicieron ninguna mención a ello, ella estaba segura que eso formaba parte de alguna especie de castigo. Como cuando en un tablero de cualquier juego de mesa perdías un turno al lanzar los dados. Solo que en ese caso ella no lanzó dados que le dieron un número desfavorable, en su caso ella se resistió a luchar y fue eso lo que le daba menos ventaja.

Al entrar al campo en el quinto grupo, tenía menos oportunidad de esconderse rápido, además la lucha podía encontrarla muy rápido o incluso podía verse metida en medio de una refriega en tan solo minutos. Por ello cuando Keveth batió sus alas y voló hacia afuera del campo, Fernanda pudo sentir cada latido desesperado de su corazón.

A diferencia de la vez anterior, que pudo observarlo todo alrededor con calma sin descolgar su arma en ningún momento, en esta ocasión empleó una táctica diferente. No más Keveth se marchó, ella extrajo una flecha del carcaj y cargó el arco, caminó un poco aguzando la vista para encontrar el menor indicio de movimiento. Para la segunda ronda optó por un tipo de ropa muy distinta a la anterior, igual que con el peinado.

Aquella ronda duraría dos días más que la primera, por lo que deseaba estar más preparada. Llevaba entonces unos pantalones marrones color tierra que se ajustaban a sus piernas como si se tratara de una segunda piel, los cuales le llegaban hasta un poco debajo de las rodillas. Usaba también una blusa del mismo color sin mangas que también se ajustaba a las curvas de su cuerpo, de hecho la blusa era un top sin tiras que dejaría sus hombros al descubierto de no ser por la capa verde musgo que agregó al atuendo al último momento, recordando como las noches podían a llegar se frías. Como toque final, Fernanda se colocó unos guantes del mismo color de la capa que le llegaban hasta los codos pero sin dedos, por lo que tendría mayor movilidad a la hora de usar el arco.

Para el cabello decidió recogérselo. Haciéndose una larga trenza que luego torció en la parte superior a modo de un moño alto con forma de trenza, un par de mechones más cortos salían por el frente de su cara, confiriéndole un aspecto desenfadado. Quizás en la parte de la lucha aun le faltaba mucho por aprender, pero al menos en la parte estética todo parecía marchar muy bien, pues en cuanto Doriat la vio le sonrió en aprobación, de hecho, incluso, le había alzado un pulgar en señal de felicitación.

Tenía la mitad del camino recorrido al menos, pero en cuanto a la lucha el tema era distinto. Durante sus dos días de descanso no hizo sino pensar en ello. Sabía que no moriría ni que sufriría ningún daño grave, Keveth se lo aseguró muchas veces, pero aun así se veía incapaz de atacar a alguien como Capteus o Elliot o la pelirroja de la espada.

Se enderezó, todo el tiempo con el arco preparado y soltó un suspiro. Parecía estar en una zona sola del campo, pero sabía que eso no duraría mucho tiempo. Para ese momento eran veintitrés participantes y en algún momento alguno se le cruzaría en el camino.

Anduvo largo rato, siempre atenta a los sonidos. En cierta ocasión vio unos matorrales moverse y arrojó una flecha para luego ver como un conejo se escapaba. Se acercó al matorral y rescató la flecha, intacta al solo haberse enredado con los matorrales. Y continuó la marcha.

En el campo no tenía como medir el tiempo. Solo podía distinguir entre día y noche, pero estaba segura de que debía haber pasado una o dos horas desde que los soltaron. Porque se sentía cansada, hambrienta y sedienta. Sabía en qué dirección estaba el rio, pero no quería ir hacia allí por miedo a que alguien la estuviera esperando. En la ocasión anterior fue allí donde la atacaron con cuchillos, por lo que sentía que esa misma persona podría estar escondida esperando para atacar.

Se puso a pensar en ese ataque mientras buscaba alguna fruta para comer. Por fin encontró una especia de mango, aunque estaba segura de que no lo era y de que se trataba de alguna de las frutas de las hadas. Con ayuda de la punta de una flecha la pinchó y tomó primero el jugo, para luego comerse la pulpa. Mientras lo hacía pensó en algunas de las cosas que Keveth le había dicho sobre el torneo. Hasta donde ella recordaba no estaban permitidos los ataques a traición.

La senda de las flores [La Senda #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora