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Muchas cosas le molestaban de los torneos. La parte de dormir en la intemperie, la parte de hacer sus necesidades en la intemperie, la parte de comer a la intemperie. En resumen: todo el torneo en esencia. Aquella ronda de paso se perfilaba mucho peor que las anteriores. No había dormido casi nada desde que Keveth la abandonara a su merced en aquel lugar. La trampa mágica del banquete dulce y la pequeña lucha con la rubia la habían cansado. Luego anduvo casi toda la noche deambulando por el lugar. Deteniéndose pocos minutos para descansar un poco.

Los rayos de sol comenzaban a iluminarlo todo cuando escuchó el sonido de una batalla. Caminó agazapada, escondida por árboles y matorrales. Llegó a una distancia prudencial y pudo observar la batalla que se estaba librando. Se trataba de Elliot y la asiática: Xin-Mi, como la llamara Doriat durante la última fiesta. Fernanda no pudo evitar sentirse maravillada al contemplarlos y por un segundo casi pudo comprender a las hadas de aquel lugar.

Era diferente cuando no eras tú el que se estaba batiendo en una lucha. Podías sentir la adrenalina corriendo y saber que tu seguridad no peligraba. Podías echar porras por uno de los concursantes y sentir la emoción al verlo ganar terreno o el desespero al verlo perderlo. Sin embargo la lucha parecía muy pareja a pesar de la diferencia de armas en los concursantes.

Elliot peleaba con una lanza, si bien podía hacer uso de ataques a distancia, no podía arrojar la lanza sin quedarse indefenso, mientras que Xin-Mi tenía un cinturón lleno de cuchillos. Por otro lado ella tampoco podía arrojar demasiados sin quedarse indefensa. Para aquel momento parecía que llevaban largo rato luchando. La camisa lila de Elliot presentaba un desgarrón en la manga derecha, mientras que Xin-Mi cojeaba de la pierna izquierda. Describían círculos uno alrededor del otro y jadeaban intentando recuperar algo de aire.

—¿Eras tú, no es así? —Elliot fue el primero en hablar. A pesar de lo cansado que se veía esbozaba una sonrisa confiada. Era tan sincera que Fer pudo ver a Xin-Mi mirarlo con sorpresa.

—No sé de qué hablas. —Elliot dejó escapar una risita.

—Del humano que se ganó el favoritismo de la reina por mérito propio. ¿Fuiste tú? —Xin-Mi no contestó, sin embargo lo miró achicando sus ojos achinados. Elliot siguió hablando—. Recuerdo haberte visto el primer día que estuvimos en Daha. Parecías histérica, asustadiza y algo simplona. Sin embargo en pocos días todo eso cambió. Te comportabas como de la realeza, muy serena, muy bien portada. Por la manera en que luchas, no se puede negar que eso también lo dominas. Así que mi conclusión es que eres tu quien se ganó la invitación de la reina a aquella cena especial por mérito propio. Has llegado hasta aquí, después de todo.

—¿Y que si eso es cierto? —Lo retó Xin-Mi, la sonrisa de Elliot se ensanchó aún más.

—¿Y qué? Pues es bastante obvio, derrotarte a ti pude significar ganarse algún premio extra. Me parece increíble que Capteus no haya llegado a esa conclusión por sí mismo. —Fernanda frunció el ceño. ¿Qué era lo que se proponía Elliot diciendo todas esas cosas? Muy pronto tuvo sentido, porque él agregó—. Sé que estas por allí. Los he visto en rondas anteriores.

Unos segundos después hubo un movimiento por el costado, a pocos metros de donde Fernanda se ocultaba. Capteus salió a la luz del sol que ya se alzaba en el cielo. Tenía semblante serio, pero no dejaba entrever nada de lo que pensaba. Todos ellos fueron excelentes alumnos, habiendo aprendido la cara de póker de las hadas y manipular a los demás como solo estas podían hacerlo.

—No rompimos ninguna regla —se apresuró a decir Xin-Mi—. Estaban prohibidas las relaciones afectivas, no las de interés por el torneo.

—Oh, pero si no he asegurado lo contrario. —Elliot sonrió. Hizo girar su lanza por encima de su cabeza, luego miró a Capteus—. ¿Crees que los acuso de algo? —Capteus aferró el agarre a su arma, un hacha, que sostenía con la mano derecha.

La senda de las flores [La Senda #1]Where stories live. Discover now