Capítulo VII

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En su despacho tenía la oportunidad de revisar los informes sin interrupciones, pero sus pensamientos divagantes no cooperaban. Parte de ellos se centraban en su relación con Naruto, habían pasado dos semanas desde el inicio de sus visitas, contando tres citas por semana, y avanzaba a ritmo seguro. Esas pocas noches sirvieron para conocerlo mejor, apreciar su naturaleza espontánea y saborear sus dulces labios, siempre conteniéndose. Estaba acercándose a él despacio, y Naruto también parecía tratarlo como un amigo, un posible amante tal vez, no un cliente. ¿Obtendría una respuesta a sus sentimientos? Era su meta, algo bueno en medio del posible desastre. La otra fracción de sus problemas tenía un rostro y nombre. Recordaba la noche que Sai interrumpió su cita en la casa de Tsunade, aunque le desconcertó más la presencia de su acompañante; un hombre de cabellos grises atados en una coleta baja y facciones serias; Kabuto Yakushi, conocía bien al mensajero oficial, y mano derecha, de Orochimaru. Kabuto saludó con una sonrisa cínica entregarle un pergamino, luego se marchó con un escueto saludo militar y desapareció por el callejón como un fantasma. Leyó el rollo ahí mismo, la carta mencionaba que Orochimaru arribaría antes de la fecha prevista; un día después del festival para ser exactos. No mencionó el tema en los siguientes encuentros con Naruto, eran asuntos militares carentes de importancia, las pláticas de política o el ejército aburrirían a Tayu. Prefería distraerse ideando un plan para fugarse en Tanabata.

Esos días pasaron a prisa y en menos de lo previsto el festival de Tanabata estaba a la vuelta de la esquina, y a horas de enfrentarse cara a cara con la Serpiente. El ambiente del Cuartel era estable y deseaba mantenerlo así, venían tiempos difíciles y una noche de fiesta serviría como una recompensa anticipada. No quería preocupar a nadie por la llegada de sus nuevos huéspedes, los soldados de Orochimaru amenazaban con transformarse en un dolor de cabeza para los miembros del cuartel de Kioto. Le molestaba el hecho de tener más hombres. ¿Qué tramaba Sannin? ¿Un nuevo enfrentamiento?

Sasuke esperaba equivocarse en sus conjeturas y sospechas, pero considerando el terrible historial de Orochimaru, sería muy iluso quedarse de brazos cruzados a la espera de un puñal por la espalda. Aunque las suposiciones no servían de nada sin pruebas sólidas, y debía concentrarse también en Naruto. Sólo necesitaba una oportunidad para lograr el paso más significativo.

...

Pasó más de media hora recostado bocarriba en el suelo de su habitación, con la vista pegada al techo como si éste escondiera las respuestas a sus dilemas. Pensaba en muchas cosas y en nada a la vez. ¿Qué haría? Por la mañana le había contado a Tsunade del ingenioso plan para escape que elaboró junto a Sasuke, y tuvo que aguantar las carcajadas de la mujer, ella tenía razón al burlarse. Mirándolo de forma crítica parecía un juego de adolescentes enamorados, y no una idea razonable. Aprovecharse del callejón trasero de la casa, saltar la barda, utilizar el árbol convenientemente cerca de su ventana y huir, conllevaba pocos méritos tratándose de un plan tramado por dos personas adultas, una de ellas militar. Pero la simplicidad de la idea contaba con cierto encanto de ingenuidad. Ante los ojos de Sasuke mantendría su papel, comportándose con fingida sutileza. Y Tsunade, luego de mofarse, dio su apoyo. Su permiso y colaboración fueron suficientes para continuar los demás detalles que tomarían lugar al anochecer.

Consideraba su situación con Sasuke Uchiha mejor. Sasuke lo visitaba, hablaban de cosas triviales, reía de sus tonterías tratando de ser su amigo. Haciendo un lado la recolección de información (para su frustración, Uchiha jamás mencionaba cuestiones del Cuartel), iba ganando terreno. Por primera vez Naruto sintió que podía pasar horas escuchando esa voz grabe, o sólo admirando los mechones oscuros que caían en su rostro. Se sentía atraído por Sasuke como una polilla a la luz. Era consiente que compartían el mismo afecto. Los besos habían aumentado, en cada placido roce imaginaba una puerta abierta al desastre. ¡Y quería más! Su relación no debía avanzar con emociones, pero estaba en un mar de arenas movedizas, entre más intentara escapar más pronto se hundía. Sasuke Uchiha sería su maldición divina. Ganó su confianza, ganaría su amor... logros que empezaban a inquietar su consciencia. Si no fuera suficiente, le costaba retener su curiosidad; deseaba saber los detalles del mensaje de Sai la noche que los interrumpió. Preguntar levantaría sospechas. Sasuke esquivó la conversación en varios intentos que hizo, e insistir quedaba descartado. ¿Qué interés tendría un Oiran por saber asuntos militares, noticias políticas? Ninguno. Aquel detalle frenaba sus intenciones. Quiso pensar que conocía a Sasuke, por las expresiones tranquilas, sus miradas inquietas y los ceños fruncidos, intuía noticias desfavorables. Por alguna razón imaginó que Orochimaru tendría cierta responsabilidad.

Acompañante de placer: OiranWhere stories live. Discover now