Capítulo VIII

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Despertó con los primeros rayos del sol. Había dormido solo tres horas, tenía pocas ganas de levantarse pero prefirió ponerse al día. Su primera noche vigilando tuvo resultados irrelevantes; recorrió las calles cercanas al Cuartel, el perímetro del bosque y varios puntos de la plaza, sin embargo los soldados de Orochimaru no aparecieron. Debió suponer que, siendo su primer día en el cuartel, estarían ocupados coordinando su estancia con los subordinados anfitriones. Aun así permaneció atento hasta las tres de la madrugada. En conclusión; su primera noche fue tranquila, aburrida e infructífera. Cuando llegó a la casa de Tsunade el lugar estaba silencioso y desierto, fácil trepó el árbol junto a su ventana y entró sin causar alboroto. Se quitó el uniforme negro, cambiándolo por una yukata verde, y sus armas fueron a parar al baúl de ropa, cerciorándose de mantenerlo bajo llave. Apenas tocó la calidez del futón quedó completamente dormido, hubiese deseado pasar más horas descansando, aunque, por muy Tayu que fuera, él debía respetar las reglas igual a los demás. Levantarse temprano contaba como una importante.

¿Qué hacer primero? El desayuno era buena idea, ¿o hablar antes con Tsunade? Luego de la visita de Konohamaru ella había pedido hablar en privado, pero su emoción por preparar la nueva misión le tomó más tiempo e ignoró su petición. ¿Estaría molesta? Sería mejor averiguarlo.

...

Algunos compañeros lo saludaron al bajar y él regresó el gesto. Parecían contentos de saber que atendía a un daimyõ como cliente exclusivo, de tal manera ellos podrían quedarse con los demás clientes importantes. Un resultado beneficioso para Naruto porque dejarían de molestarlo.

Conocía de memoria el trayecto a la habitación de Tsunade, en el final del largo pasillo había una puerta corrediza adornada con dibujos de flores de loto, peces koi y mariposas. Respiró profundo antes de llamar, albergando la esperanza de encontrarla con buen humor.

—¿Puedo entrar, abuela Tsunade?

Ella no contestó. Iba a preguntar nuevamente pero la puerta se abrió de golpe, mostrando el rostro furioso de la mujer.

—¿Cuántas veces debo recordarte que no soy abuela? ¡¿Me ves tan vieja?! —reclamó. Naruto rió nervioso dispuesto a contestar—. Ni se te ocurra decir una palabra, niño. Entra, tengo cosas importantes que hablar contigo.

Naruto cerró rápidamente la boca, guardándose su comentario. Molestar a Tsunade Senju era pedir un golpe a gritos. Sabía muy bien las consecuencias por boca de Jiraiya; él, siendo un muchacho calenturiento, había espiado a una joven Tsunade en los baños públicos, ella descubrió su fechoría y lo golpeó hasta dejarlo inconsciente. ¿Quién imaginaría tanta fuerza guardada en una hermosa mujer? Mejor estar callado. Tomó asiento frente a ella en uno de los cómodos cojines de color jade, fue imposible no hacer una leve mueca. En la mesita un par de tazas acompañaban una tetera, Tsunade miró su rostro por un segundo y en seguida sujetó la tetera, sirviendo té para ambos. Olía delicioso. La habitación en general emitía cierto aire de complicidad y calma.

Su cansancio desapareció poco a poco con cada sorbo de té.

—¿De qué quiere hablarme, Tsunade?

Hubo silencio. Ella lo veía atenta tras su taza.

A Tsunade le agradaba Naruto. Su forma de sonreír, la manera de enfrentar las cosas, su espíritu de lucha y desafío. Durante esos meses reconoció el valor del chico escandaloso. Y por ese mismo cariño que había despertado en ella compartiría su experiencia. Le haría comprender el verdadero filo de la realidad por donde él caminaba a pasos descalzos. Las cosas no siempre eran fáciles.

—Ayer no tuvimos tiempo de conversar por la prisa en tu nueva misión, y me hubiese gustado advertírtelo antes, al menos antes del festival.

—¿El festival? ¿Por qué?

Acompañante de placer: OiranOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz