Capítulo XII

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Las hojas rojizas de los árboles caían despacio y el viento frío las movía de un lado a otro, advirtiendo el cambio de la próxima estación. Casi podía respirarse el dulce aroma del otoño. Una ligera ráfaga de aire fresco acarició su rostro llevándose consigo algunos de sus pensamientos. Estaba atardeciendo y los últimos rayos del sol aún iluminaban las calles; sus tonos naranjas y purpuras rodeaban a las personas transitando la plaza. Una estampa tranquila, acogedora, como si Kioto no retuviera augurios de guerra. Ojalá fuera igual de ignorantes a ellos, viviendo una vida simple. Pero era imposible. En los hombros cargaba una pesada lapida de responsabilidad. ¿Qué continuaría ahora? ¿Cuánto duraría la estampa de paz? Las respuestas lo inquietaban.

Había llegado a esa banca de la plaza unas horas antes, luego de terminar el papeleo del Cuartel, aun experimentando el shock que vivió una semana atrás en la reunión con los miembros de Konoha, las palabras de Gaara se repetían una y otra vez en su cabeza. En los días siguientes había tomado por costumbre salir de la oficina a divagar, sentándose en el mismo sitio con la mirada perdida al frente, deseando tener la mente en blanco. Pensar en nada y todo a la vez.

Sintió un golpe en su bota y bajó la vista, notando una pequeña pelota de cuero. Un par de niños gritaron y él les lanzó nuevamente el juguete. Ellos rieron felices mientras regresaban con su madre. Niños inocentes.

Niños.

Contrario a lo que varios pensaban, a Sasuke Uchiha le agradaban los niños. Tenía el deseo de, algún día, formar su propia familia; enseñarles cosas a sus hijos de generaciones pasadas y compartir la vida con un compañero. Sus dos sobrinos eran la mejor prueba de su capacidad para intentarlo. ¿Cómo no querer a esos pequeños diablillos? Cuando visitaba la casa de Itachi, en Edo, ellos corrían a recibirlo, encantados de escuchar sus historias o practicar con la espada de madera. ¿Sorprendente? Se trataba de una faceta desconocida para muchos, exceptuando su familia. Frente a ellos abandonaba el porte de tempano de hielo, sustituyendo el ceño fruncido por una simple sonrisa. E Itachi no perdía el tiempo de burlarse. «Con tus hijos serás un buen padre, hermanito.» Repetía constantemente viendo a Kanae (su sobrina menor) reír mientras la alzaba por el aire, o jugando a la espada con Yukio, su sobrino mayor.

¿Buen padre? Sasuke dudaba.

Sus últimas acciones, y decisiones, claramente indicaban lo opuesto. Ni siquiera supo cómo actuar por la noticia de Naruto. ¿Qué debía sentir? ¿Felicidad? ¿Furia? ¿Alegría o decepción? Procuró conservar una fachada seria ante Gaara, como si la declaración no involucrara a otro ser vivo, y prosiguió con la junta omitiendo el tema. Los demás estuvieron de acuerdo, sin volver a mencionarlo. Esa noticia delicada solo podía tratarla los involucrados. Sólo hasta concluir la junta, con una nueva fecha de reunión y lejos de la cabaña, Sasuke se permitió golpear fuertemente el primer árbol a su alcance, importándole poco la sangre en sus nudillos magullados, concentrado en su frustración. ¿Por qué el destino insistía en ponerlo a prueba? No se trataba de cualquier cosa, sino de una nueva vida. ¡Su hijo! Sabía que era suyo, porque al revelar el verdadero objetivo de Naruto también había caído su máscara de Oiran. Nunca hubo clientes a sus pies, ni dinero del mayor postor para disfrutarlo una noche. Naruto era libre. Las manos de Sasuke habían sido las únicas en recorrer su piel, degustar sus labios y devorar su alma.

Sin embargo aquel sentimiento de dicha, sosegando su mente, fue repentinamente golpeado... ¿Y Gaara?

La imagen de Naruto en el vestíbulo de la casa de Tsunade, sonriéndole a Sabaku, invadió sus recuerdos. Una sonrisa real, genuina y sincera. ¿Cuán importante sería Gaara para Naruto? ¿Y si el bebé era del hombre pelirrojo? Absurdo. Pues Gaara le habría restregado la verdad en su cara. Pero, sobre todo, Naruto no parecía la clase de persona que durmiera con dos al mismo tiempo... aunque había caído en sus mentiras una vez. Siendo realista, la posibilidad de una relación amorosa entre ellos –como miembros de la Oposición– quedaba factible. Un escenario dónde Naruto amaba a Gaara antes de su misión en Shimawara, y él fuese el tercero en discordia, interponiéndose como objetivo. ¿Así habría sucedido?

Acompañante de placer: OiranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora