Capítulo Cuatro

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Era su sirvienta viniendo a despertarla.

¿Qué otra persona podía estar sino, a las siete de la mañana, hablando por los codos en su cuarto?

Sus hermanas dormían hasta mediodía porque las tres se desvelaban por las noches con sus diversas actividades.

No, no podían ser ellas.

No tan temprano al menos.

¿Verdad?

-Cristal.- "oh, no,por favor" le rogó al cielo a sabiendas de lo que se le venía encima.

No estaba dispuesta ha pasar por ello, no tan temprano al menos.

-Hermanita.- oyó que la volvía a llamar Amberly mientras le movía el hombro, insistente.

Ella le contestó tapándose el rostro con la almohada.

-Oh no querida, no te librarás de nosotras tan fácilmente.- dijo entre risas Victoria al tiempo que se la sacaba.

-De acuerdo, vale, vale, me rindo- acabó cediendo ella mientras .- Ya estoy despierta. ¿Qué queréis saber?- les preguntó exasperada. Tenía tanto sueño...

-Todo.- dijeron las tres a la vez mientras se sentaban alrededor suya en su cama.

-No hay mucho que contar.- les contestó ella recelosa.

-Venga ya Cristal, estuviste con él dos horas.- argumentó Amberly.- No me dirás que no os dijisteis nada.- Cristal revolvió sus manos, nerviosa.

-Ya sabéis por experiencia propia que de dos horas yo hablo una y media. No le dio tiempo a decir mucho y, a decir verdad, tampoco es como si él lo hubiera intentado.- mintió.

-De acuerdo.- dijo entonces Marlene.- Vamos a hacer como que te creemos, pero dinos al menos cómo es.

-¿Es... alto?- comenzó dubitativa. No entendía muy bien por qué, pero comenzaba a sentirse recelosa con respecto a compartir cualquier información sobre él- Supongo que caballeroso también sería una buena manera de definirlo. Educado, eso desde luego y... muy serio y... y... aburrido.- las tres la miraron entonces unos instantes que transcurrieron rápidamente y en los que dejaban claramente entrever su decepción.

Y una vez estos pasaron Amberly se fue por la puerta murmurando " si él no era el hombre perfecto, entonces no existe".  Acompañada, por supuesto, del coro de risas que soltaba Marlene mientras la seguía.

Victoria sin embargo, permaneció sentada mirándola unos segundos más de forma muy penetrante y con el ceño fruncido antes de levantarse y seguir a sus hermanas.

Pero, claro está, no sin antes pararse unos segundos en el marco de la puerta.

-¿Sabes? Te admiro hermana, tal y como lo describes debió de ser un horror.- dijo Victoria en tono burlón.- No entiendo cómo, después de lo que padeciste durante esas horas, lograste entrar en casa con una de tus mejores sonrisas.- Cristal palideció.

-Yo...bueno...-tartamudeó como respuesta.

Pero ya era demasiado tarde, la mayor de sus hermanas se había ido y la había dejado sola con sus pensamientos.

Unos que, por cierto, no distaban mucho de la conversación que acababa de tener ni de los que, la noche anterior, no le habían dejado dormir.
De ahí su reticencia a levantarse aquella mañana.

A pesar de que su dama de compañía, Amara, entró entonces en la habitación con una cara más seria de lo habitual para ayudarla a arreglarse ninguna habló, como era habitual, mientras lo hacía.

Cristal estaba demasiado concentrada en lo que Victoria le acababa de decir.

Pensándolo bien, era verdad que el duque no había hablado mucho y que la mayor parte del tiempo había estado serio e incluso demasiado distante pero, aún así, aquellas dos horas en su compañía le habían resultado agradables y, por primera vez y a pesar de ser improcedente, había ignorado todo lo enseñado en el internado y hablado más de lo que debía, como hacía habitualmente.

Algo que a él parecía no haberle importado.

-¿Sabes?- comenzó a decir ella en un intento por librarse de sus pensamientos.- Geric viene este domingo.

A Cristal no le hizo falta darse la vuelta para saber que ahora, su criada, sonreía.

Geric era el heredero, él mayor de todas y el único hermano varón que tenían.

Y también era aquel que había ido todos los fines de semana a verla al internado, aquel que siempre espantaba a todos los chicos que se le acercaban, el que siempre la cuidaba, su mejor amigo.

Su único.

Pero ese verano no se habían visto porque él tenía negocios en Londres, que por lo que había podido intuir en sus carta no iban muy bien, y no se había podido retirar al campo con ella.

Lo había echado mucho de menos.

Pero probablemente nada en comparación a Amara.

Lo suyo, si es que se le puede llamar así, era uno de esos frustrantes casos en los que todos se dan cuenta de que están hechos el uno para el otro menos ellos mismos.

O tal vez sí lo hacían pero habían decidió no hacer nada, le había dicho Amberly una vez, porque...

¿Qué futuro podían tener una criada y un futuro conde?

-Es una buena noticia, debéis de echarlo mucho de menos.- le contestó ella intentando ocultar la emoción en su voz.

-Seguramente no tanto como tú.- dijo mientras le guiñaba el ojo y salía rápidamente de la habitación.

Tanto que acabó chocando con alguien.

-Lo siento mucho...- dijo apresuradamente antes de alzar la cabeza para toparse con aquellos profundos castaños.-Oh... es usted. Parece que le ha cogido gusto a tenerme entre sus brazos.- el duque la miró unos instantes con una ceja levantada y, fue solo después de estos que ella entendió lo que acababa de decir.- No quería decir eso. Oh no, eso no era para nada lo que quería decir.- se apresuró a añadir consternada por lo que acababa de decir.- pero es que...- comenzó a explicarse ella mientras intentaba apartarse de él.

Harding no se lo permitió.

-Sabes Cristal, a lo mejor el que tiene que pensar que le estás cogiendo gusto a estar entre mis brazos soy yo, porque cada vez que me ves te lanzas encima de mí. Primero las escaleras, ahora esto...- le susurró el duque en el oído haciendo que un escalofrío la recorriera.

Pero antes incluso de que pudiera procesar lo que le había dicho, él la había agarrado por la cintura y la había acercado hacia sí aún más, a tal punto que sus labios quedaron a tan solo unos milímetros de distancia, casi rozándose.

Cristal contuvo la respiración.

-¿Qué pasa? ¿Es quizás mi altura lo que te deja sin aliento? ¿Mi extremada educación y caballerosidad?-le preguntó en un tono burlón- ¿Dime Cristal, tengo curiosidad, sigo siendo tan aburrido?

Ella se quedó sin habla y él le sonrió de una forma que le causó escalofríos.

Segundos después, tan rápido como se había acercado se separó y bajó las escaleras rápidamente.

Cualquier persona lo hubiera sabido entonces.

Era imposible no darse cuenta del peligro cuando te topabas con el de frente.

Y era aún más imposible no darse cuenta después de ese suceso de que el duque de Norfolk era un lobo con piel de cordero que no estaba allí por casualidad y de que ocultaba, tras su faceta de caballero perfecto, a una persona completamente diferente con muchos y oscuros secretos.

Pero Cristal, completamente regida por la inocencia que su juventud le brindaba, no fue en eso en lo primero en lo que pensó sino en que...

¡Dios mío, la había oído!

Lady Habladora Adams (Saga héroes de guerra 1)Where stories live. Discover now