Capítulo Once

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El agotamiento y el fuerte impacto que le produjo su encuentro con aquellos maleantes, hizo que al cabo de un rato y a pesar de la lluvia cayendo a raudales sobre ellos, Cristal se desmayara.

Se sentía mal, impotente , culpable e inútil. Se había quedado ahí, sentada, sin hacer nada, mientras Harding arriesgaba su vida por ambos y por su huidiza sirvienta.

Y después de aquello, cuando el hombre le había quitado sus pertenecías se sintió completamente humillada , tanto que fue incapaz de mirar a Harding a los ojos. ¿ Qué pensaría él de ella ahora?

Harding por su parte dejó al lado su cansancio y apresuró el paso. Estaba preocupado porque la tormenta fuera a más y algo les pasara. Mejor dicho, estaba preocupado porque algo le pasara a ella. Echo que le sorprendió y al mismo tiempo le enfureció. Pero no era el momento, tenía que concentrarse en llegar a la casa de su amigo.

Diez minutos después un sorprendido mayordomo le abría la puerta  de la mansión de uno de sus mejores amigos, Aleksander Korsakov, su compañero de guerra, su general, el hombre al que más de una vez le había salvado la vida.

Cuando el ya nombrado mayordomo le abrió la puerta de la sala donde se encontraba Alek cenando con su familia, contuvo la risa.

Alek, su mujer y sus tres niños los miraban con una mezcla de sorpresa y horror, aunque no era de extrañar, al fin y al cabo.¿ Qué cara pondrías si en la puerta de tu casa aparecen un hombre con ropa vieja y desgastada , completamente empapado que tiene a una chica con lujosos vestido desmayada en su brazos?

Durante unos segundos se hizo el silencio, pero cuando la sorpresa inicial pasó Alek comenzó a dar órdenes y antes de que pudiera darse cuenta, Cristal había sido trasladada a una de las alcobas siendo atendida por la mujer de su amigo, quien aseguraba que no era más que un desmayo a causa de la impresión que no llegaría a mayores.

¿Y él? Él se encontraba sentado en el despacho de su amigo, quien llevaba tres minutos observándolo mudo hasta que después de soltar algo así como un resoplido de frustración , se rindió.

-Es rubia.-dijo simplemente como si aquello aclarara la angustia que se podía entrever en sus ojos.

-Si, tiene un color de pelo muy bonito.- afirmó Harding sonriendo con ironía.

-Por el amor de Dios.- dijo Alek levantándose repentinamente enfurecido . -¿ Crees que no sé quién es ella?- le dijo en un tono enfadado mientras se reclinaba sobre la mesa que se interponía entre ambos-¿ Crees que no sé que es lo que estás haciendo?

-¿Lo sabes ? Bien, pues entonces explícamelo.- le retó él alzando la voz mientras se levantaba de su asiento y se paseaba por la habitación.-explícamelo porque ni yo mismo lo se.

-No me tomes por imbécil Harding. Yo oí tu historia aquel día mientras dormíamos al aire libre esperando noticias sobre el inminente ataque que debíamos ejecutar. Se cual es tu plan. Se lo que pretendes hacer.

-No, te aseguro que no lo sabes.- afirmó este.

-Harding por favor, por favor, no lo hagas. Esa chica es una niña, destila inocencia.- le rogó Alek.

-¡Mi hermana también era una niña!- afirmó este encolerizado. - ¡ Por favor Alek! ¿ Crees que no me remuerde la conciencia cada vez que la miro? ¿ Crees que no siento nada cada vez que me observa con esa dulzura e inocencia tan palpables en ella ? ¡ Se me rompe el corazón por lo que quería hacerle! Pero después pienso en todo lo que le hicieron a Lirio, mi preciosa hermana y yo...yo...

-¿Quería?- dijo Alek frenando su reprimenda.

-¿Qué? - dijo Harding confundido.

-Has dicho "quería".-afirmó esperanzado y confundido su amigo .

-Yo..yo...- dijo sorprendido de sí mismo justo antes de que la puerta de la estancia se abriera.

-Lady Adams está despierta y .- afirmó la mujer de Alek sonriente. Al oír esta afirmación Harding se levantó y se apresuró a salir de la habitación no sin antes ser detenido por la última advertencia de su amigo.

-Harding yo... yo solo espero que sepas lo que haces.

-Es esta.- le dijo Violet Korsakov justo delante de una de las puertas del segundo piso a donde lo había guiado. - la tormenta está amainando. Voy a pedir que preparen el carruaje.- afirmó sonriendo .

Harding la observó unos segundos y después se dispuso a entrar en la habitación, la cual Lady Violet se encargó de dejar con la puerta abierta.

-Lady Adams.- le dijo él en un tono cordial que le sonó ridículo.- Cristal. El carruaje estará dentro de unos momentos, debemos apresurarnos .

-Por supuesto.- afirmó esta sin girarse, cosa que lo extrañó, pero ya lo suficientemente confundido estaba, por lo que se dispuso a salir de la habitación.

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Quería sentirse molesto, de verdad que quería. Había ido a asegurarse a la alcoba de que estaba bien. No se había burlado de ella cuando bajó las escaleras ataviada con un vestido de Violet que le quedaba tan grande que hasta se podría decir que nadaba en el. Había corrido kilómetros con ella en brazos. La había salvado. ¡ Por Dios, la había salvado! ¿Y que era lo único que había recibido de ella?
Por supuesto. Un escueto y aburrido "por supuesto". Ni siquiera un bien o un perfecto.
Le hacía gracia pensar que había recibido más agradecimientos por parte de su familia que de ella misma. Y también le hacía gracia pensar el echo de que estas nimiedades le importasen. Ella era el enemigo. O al menos lo fue hasta que después de la cena se la encontró en el solitario pasillo justo cuando se retiraba a sus aposentos.

-Harding- oyó que lo llamaba. Él se giró en el acto y antes de que pudiera darse cuenta ella estaba encima suya, abrazándolo. La sorpresa lo envolvió al principio, pero al cabo de unos instantes él la estrechó fuertemente contra su cuerpo unos segundos, los que ella tardó en separarse de nuevo de él.- Gracias.- le dijo con la más radiante de las sonrisas momentos antes de ponerse de puntillas para darle un rápido beso en la mejilla antes de salir corriendo a su habitación.

Y así, pensó Harding, fue como todos mis planes de venganza elaborados a lo largo de tantos años fueron borrados en un solo instante.

Lady Habladora Adams (Saga héroes de guerra 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora