Capítulo Veinte

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Harding no podía creer su mala suerte .

¡Maldita sea!

¡Había estado en el ejército, Dios Bendito! ¿Cómo era posible que no se hubiera percatado del revuelo de la gente, de las exclamaciones de sobresalto, o de los estruendosos pasos de las personas que habían entrado en tropel a la ópera?

¿A quien quería engañar? Él sabía perfectamente el porqué .

La respuesta de esa pregunta tenía cara de ángel y estaba ataviada con un vestido azul que para su mala suerte le quedaba demasiado bien.

Tan bien le quedaba, y tan hermosa se veía esa noche, que Harding no se había percatado de las personas que habían entrado armadas dentro del recinto.

Eran hombres pobres con pistolas que reclamaban la muerte de sus hijos en la guerra contra Napoleón a la reina.

Personas que no tenían nada que perder, pues dicha lucha se había llevado a sus hijos y con ellos su alegría. Muchachos, se dijo, que probablemente él mismo había guiado hacia la muerte.

No era la primera revuelta organizada por ellos, ya había habido numerosos atentados contra la realeza por culpa de dicha cuestión.

Por lo que Harding no podía creer que habiendo habido otras ocasiones en las que esto hubiera sucedido, su alteza no hubiera tomado más precauciones. ¿ Qué clases de zoquetes tenía la reina de guardias que habían permitido que algo así sucediera,poniéndola en riesgo de tal manera?

Y no solo a ella, si no a todos los presentes . A la nobleza. A él mismo. A su mejor amigo. A la encantadoramente descarada Victoria. A su dormilona bistía. Y lo más importante, a Cristal.

A su Cristal.

Pero él no permitiría que nada le sucediese, y una vez la hubiera puesto a salvo tendría unas cuantas palabras con su alteza que no serían para nada agradables y decorosas. No tenía nada que perder si se enfrentaba a ella. De hecho, y para ser precisos, lo único que le importaría perder estaba en esa sala con él, mirándolo aterrorizada por culpa de su excelentísima alteza real.

Maldita sea.

Harding miró a Jeremy y con un gesto con el que solo dos hombres que habían compartido tantas batallas juntos habrían podido entenderse, u este último sacó corriendo de allí a Victoria y a su tía abuela.

Una vez que estos hubieron desaparecido, se giró hacia Cristal para cogerla y salir de allí en el mismo instante en el que empezaron a sonar los sonidos de las disparos.

Harding tiró de ella hacia el suelo y la acercó hacia sí, colocándola entre sus brazos y piernas de tal manera que quedara completamente protegida con su cuerpo en un muy apretado agarre.

Durante unos instantes, mientras los sonidos de los tiros continuaban , Cristal se giró hacia Harding y lo miró buscando en sus ojos una valentía que no encontró en sí misma.

Este mantuvo su mirada unos instantes y la acercó más hacía él, si es que esto era posible.

-No te pasará nada, no permitiré que sí sea.- le susurró.

Y para sorpresa de ambos, ella le contestó con la voz firme de aquel que expresa algo con una certeza absoluta:

-Lo sé.

Lady Habladora Adams (Saga héroes de guerra 1)Where stories live. Discover now