Capítulo Veintiuno

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Harding se separó lentamente de Cristal. No quería hacerlo, desde luego que no , pero faltaban seis días para su boda y estaban calados hasta los huesos, si seguían ahí podían no llegar al gran día , así que le dio un beso en la mejilla a Cristal y a punto estaba de decirle que tenían que irse cuando notó como a ella le fallaban las rodillas.

No, definitivamente nada le iba a salir bien esa noche.

Gracias a Dios reconoció la calle en la que se encontraban puesto que la lluvia había amainado un poco mientras estaban ... ocupados.

Aún así , los diez minutos que tuvo que caminar con el peso muerto de una desmayada Cristal y su vestido en brazos los recordaría siempre como los más angustiosos de su vida.

-¡Charles! Suba una bañera y muchas jarras de agua hirviendo a mi cuarto . Que la ama de llaves traiga mantas,  y avisa a alguien para que vaya a encender el fuego.- su mayordomo , un anciano señor con todo el pelo ya blanco, era la clásica figura de aquel que desempeñaba su empleo, desde el nombre hasta su regia postura , por no hablar de lo rápida, discreta y eficientemente que desempeñaban sus funciones.
Por lo que , si se escandalizó por la entrada a la casa de su señor con una dama desmayada en brazos y ambos estando como estaban  calados hasta los huesos , no lo demostró .

Todo lo contrario de la atolondrada ama de llaves . Esa mujer, que había visto crecer a Harding , gritaba órdenes del todo escandalizada por la situación .

Pero ajeno a todo , el señor de la casa seguía con la cabeza metida de lleno en el asunto que requería de su máxima atención en este momento , hacer que Cristal entrara en calor rápido antes de que pillara una pulmonía o algo peor. Que se hubiera desmayado y en todo el camino no hubiera reaccionado no era el mejor de los presagios, y Harding, ya de por sí nervioso por todo lo acontecido esa noche , sentía una agobiante preocupación por todo el cuerpo.

Si la caminata hacia la casa fue mala, la subida por las escaleras de caracol, que tanto le habían gustado de niño y tanto odiaba ahora, fue aún peor .

Por no hablar de la maniobra que tuvo que hacer para abrir y cerrar la puerta sin dejar a Cristal en el suelo.

La tensión acumulada a lo largo de todo el día parecía no hacer mella en él, quien sin dilación alguna se sentó con ella en el diván de su cuarto y fue poco a poco desabrochando cada uno de los minúsculos botones del vestido hasta que quedó completamente suelto y la dio desenfundado de él.

Al vestido le siguieron los pendientes el collar y los cientos de horquillas , o esa cantidad le pareció a él, que recogían su cabello hasta que este quedó completamente suelto.

Los zapatos, las calzas y las medias se fueron dispersando por el suelo hasta que solo quedaron la camisola y el corsé .

Y una sola mirada a los doscientos mil lazos de colorines fue suficiente para colmar la paciencia de Harding , quien sin penárselo dos veces agarró él materias con las dos manos y lo desgarró de arriba a abajo.

Y después , como si de una pluma se tratase, la dejó suavemente en el diván mientras se deshacía de su propia ropa , quedándose solo con los pantalones ,no vaya a ser que ella despertara y se escandalizara . Ya suficiente tendría con la reprimenda que de seguro recibiría por haberle quitado la ropa .

Impaciente por la tardanza y preocupado por Cristal y por su falta de reacción , Harding se volvió a sentar en el diván y la cogió en brazos , apoyando su cabeza en su hombro y sentándola en su regazo .

Los segundos que paso frotando su espalda de arriba abajo fuertemente para intentar que entrara en calor antes de que aparecieran sus criados lo agobiaron y angustiaron aún más de lo que ya estaba .

Lady Habladora Adams (Saga héroes de guerra 1)Where stories live. Discover now