Capítulo 3; Rojo

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Saborea el pedazo de carne con infinita devoción antes de cerrar sus ojos por el gusto, dedicándose a solamente sentir la textura suave de sus caninos atravesándola y haciéndole experimentar el impacto de sabores que el vino y la sangre solo llegan a provocar en sus papilas gustativas.
Al apartar los cubiertos suelta un gemido de regocijo y sonríe débilmente de lado, casi imperceptible. Para él los momentos de soledad como ése no se comparaba ni al mejor spa de todo Corea del Sur, y estaba animoso de ser quien podía confirmarlo, pues lo dejaba sumergirse en su mundo , perderse en sus pensamientos y respirar con tranquilidad.

Es por eso que en medio de la sala la novena sinfonía de Bethoven llena el ambiente de tranquilidad,  comodidad y discreción, como si los suaves toques en el piano fuesen un tipo de nana para él. Algo no muy lejano de llegar a ser, pues era lo que le calmaba en sus noches de pesadillas.

— ¡Mingyu¡ —el nombrado frunce los labios al oír aquella voz chillona llamarle por su nombre, su humor en esos instantes no estaba para soportar a aquella chica de cabellos oscuros, por lo que lentamente planeaba levantarse de la silla del comedor, fracasando a la mitad del camino—, ¡Kim Mingyu, detente ahí!, que ni se te ocurra moverte más allá de esa distancia, ¡¿entendido?!

Tsk, como si fuera a hacerte caso —susurra.

El mayor aprieta los puños y maldice en el aire cuando aquella esbelta figura se mueve arritmicamente con el taconeo de sus zapatillas negras, acompasadas con el vestido rojo índigo que la omnívora portaba, lo suficientemente largo para evitar que siquiera se le vieran las pantaletas.
Él está de espaldas pero aún así puede sentir la presencia hostil de Irene, sabiendo que no le queda más que voltearse con lentitud y encarar a la hija de papá.

— ¿Dónde estabas? ¿sabes lo mucho que te he buscado por toda la institución? Me veía ridícula yendo de un lado a otro —

— Nadie te pidió  que lo hicieras, sufres porque quieres —

— Si aceptaras que en realidad sí eres mi destinado, no estaríamos pasando por éstas dificultades —

— Yo no veo ninguna dificultad, todo está en tu imaginación, ¿no lo crees así? —Mingyu mete las manos en los bolsillos de su abrigo y mira a Irene con altivez—, ¿y bien? ¿qué querías?

La castaña hace un puchero y acaricia su hombro, como si no supiera lo enfadado que el moreno ahora estaba, la mirada inquisitiva que le dedicaba y el gruñido bajo que soltaba. En la mente de Irene estaba la sola idea de conquistar al carnívoro.

— ¿Has pensado en mi propuesta? Ya sabes, podemos salir e intentar tener algo —

Hm, no lo considero como una propuesta —el mayor zafa su brazo de las delgadas manos femeninas y mira a la chica con total desinterés —, sería más bien algo peor que una condena. Te equivocas al pensar en que somos destinados, ese tipo de cosas no existen —dio dos pasos hacia el delgado cuerpo, molesto y con un aire de desesperación rodeándole.

Desesperación por salir de ese sitio como fuese.

— Sabes que si te enlazas conmigo mi padre podría brindarte un sinfín de oportunidades —la menor mueve sus caderas conforme se acerca aún más al cuerpo del carnívoro, intentando atraerle usando sus feromonas y pegando sus pechos al abdomen contrario—, oportunidades que no puedes dejar pasar por mucho que te niegues a aceptar.

Mingyu frunce el entrecejo. — ¿Crees que soy tan materialista, niña tonta?

— ¡Min min! —

— ¿“Min Min”? —el carnívoro levanta una ceja—, no recuerdo que seamos tan cercanos como para ponernos apodos. Deja de aferrarte a mí como una Barbie obsesionada con su Ken, tengo cosas más importantes que hacer como para estar perdiendo el tiempo contigo.

Carnívoro「Meanie|Omegaverse」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora