El día uno

3.4K 306 66
                                    

La última vez que habló conmigo el director de dicha Corporación me informó que tenía que dirigirme al helipuerto de un edificio. Así que en este momento estoy de camino al lugar del encuentro. Son las nueve de la mañana de un domingo otoñal de mediados de octubre. Hace relativamente frío, aprieto el borde de mi chaqueta contra mi cuerpo.

En la azotea se encuentra un helicóptero, me agacho instintivamente observando las hélices y me acerco con cuidado. Hay un hombre vestido de traje negro, que está de espaldas a mí. Intuyo que me está esperando.

De repente, se gira y me mira.

Empieza a emprender el paso en mi dirección, emitiendo palabras, que no logro escuchar a causa del sonido provocado por las hélices del helicóptero. Cuando está justo enfrente de mí me da la mano y me invita a subir al pájaro metálico, que tengo enfrente de mis narices. Él ocupa el asiento del copiloto. Y yo me siento junto a otro sujeto bastante antipático para mi gusto.

Odio admitirlo, pero nunca me han gustado las alturas. Odio volar en avión. Odio tanto las alturas que esa es la mayor razón de que apenas o mejor dicho nunca haya salido de Tokio. Mientras algunas chicas de mi edad ya se han recorrido más de la mitad del mundo, yo solo conozco el barrio en el que vivo. Lo sé, es bastante penoso.

Doy un respingo aflorado por el temor cuando el helicóptero empieza a tomar altura y abandona el helipuerto. Aprieto con todas mis fuerzas el asiento bajo mis muslos y siento mi corazón encogerse, solo espero llegar sana y salva al lugar. No sería nada gracioso morir antes de empezar siquiera la misión. Morir de un ataque al corazón, no sería nada bonito. Que te recuerden por eso, sería absolutamente ridículo.

No sé si por el temor, pero el viaje se me está haciendo eterno, observo mi reloj discretamente. Apenas ha pasado 45 minutos desde que abandonamos Tokio y de momento lo único que contemplo es el azul del pacifico. Acostarme anoche un poco tarde, empieza a hacer mella en mí. Los parpados empiezan a pesarme, me encuentro realmente cansada. Los bostezos no se hacen esperar, pero el sujeto que está alado mío me mira con disgusto, ¿es qué acaso él no se cansa nunca? ¡patético! Así que intento mantener mi compostura tanto como pueda hasta que por fin logro divisar tierra a lo lejos. Ya iba siendo hora. Necesito pisar tierra firme ya.

El helicóptero se posiciona en el centro de la isla, visto desde aquí arriba, es relativamente pequeña. Simplemente hay una espesa arbolada, así que no logro entender dónde va a aterrizar el bicho metálico. Solo espero que no tengamos que bajar a tierra en plan Schwarzenegger, deslizándonos por una cuerda. ¡No, eso no!

Sin embargo, ante mi incredulidad, los árboles empiezan a desplazarse, y lo único que puedo pensar es que ven mis ojos. Entre los árboles aparece una pista de aterrizaje, esto parece de película. El helicóptero empieza a descender lentamente mientras yo estoy ansiosa por conocer el lugar, saber que hay dentro es una curiosa acuciante.

El tipejo que esta alado mío me mira y sonríe con sorna, quizás debido a que no puedo quitar mi cara de asombro. Es que esto solo lo he visto en las pelis de James Bond ¿Qué pasa ahora? La pista de aterrizaje empieza a moverse una vez detenido el helicóptero, así que en realidad es una plataforma móvil. Ahora entiendo, bajaremos hacia el interior de la isla. 

Pasa los minutos y yo sigo sin salir de mi asombro.

No estoy segura a que distancia de la superficie estemos ahora mismo, pero muchos metros sí que nos separan del exterior. Solo espero que haya otra forma de salir de aquí dentro. Pues la plataforma es muy ruidosa y no sería buena idea optar como salida para mi huida.

El chico desagradable de alado toma mis dos maletas y me invita a bajar. Si ya estaba asombrada arriba, ahora estoy muchísimo más deslumbrada. Esto es realmente digno escenario de una película de ciencia ficción. Enfrente de mi hay un pasillo amplio que desde aquí parece que no tuviese fin.

LOS SIETE.Where stories live. Discover now