El día dieciséis

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¿Qué estuvo demasiado afectada por lo sucedido la mañana del sábado y por eso se fue? niego con la cabeza, pues me resulta increíble que C haya decidido irse sin más y menos sin despedirse o decirme algo al menos. Eso es lo único que supo decirme Jocelyn aquel día cuando me intercepto de camino a la habitación de C.

Tantas ideas van y vienen por mi cabeza mientras remuevo el café de mi taza con la cucharilla, estoy tan sumergida en mis pensamientos, que una carcajada sonora, logra sacarme de ellos. Escaneo rápidamente con los ojos el comedor hasta que se detienen en un pequeño grupo de tres chicos. Aquellos con quienes tropecé aquel día en el ascensor cuando iba de camino a ver a C. Dos están de espaldas a mí, el otro, quien queda en frente de mí, clava su ojos en lo míos. A su mirada penetrante se le une una ligera sonrisa de lado, que puedo traducir entre coqueta y maliciosa, como si pretendiera intimidarme. Simplemente niego con la cabeza, devolviéndole el mismo tipo de sonrisa.

Justo cuando atisbo en el chico un amago de levantarse, alguien se sienta a mi lado. Se disculpa y a continuación empieza a comer lo que se ha traído de desayuno. Apenas lo conozco, pues como va vestido de uniforme militar no he tratado con él. En realidad, no he tratado con gente que no trabaje directamente en los laboratorios. Niego con la cabeza tratando de transmitirle que no son necesarias sus disculpas.

—No los había visto antes ¿Quiénes son? —le pregunto, haciendo un ligero movimiento de cabeza, señalándoles.

—¿No? —cuestiona mientras mastica hasta que traga finalmente y gira su cuello para mirarme a los ojos—. Son lo sustitutos de aquellos.

¿De aquellos? al principio no sé a que se refiere hasta que finalmente se hace una luz en mi masa gris.

¡Cómo se atreve!

—A aquellos te refieres a K y M ¿no? —asiente en silencio, lo único que consigue es indignarme más. Son personas por el amor de...— ¡qué rapidez!

Sonrío haciendo mi mayor esfuerzo al tiempo que me pongo de pie, me despido de él y salgo del comedor.

Así que son los sustitutos de K, M y C, esto me parece tan extraño, pues aquellos llegaron el mismo día del incidente ¿es que acaso...? niego con vehemencia, eso no sería posible o sí.

 Avanzo tan rápido como mis pies me lo permiten, tengo que salir de estas dudas que me están ahogando.

Me detengo enfrente de la puerta y pienso detenidamente mientras fijo mis ojos en la manilla de la puerta. Mis ojos van una y otra vez desde la manilla hasta el panel alfanumérico. ¿Cómo se supone que voy a abrir la puerta? pienso en una infinidad de posibilidades: la edad de C, su dirección, en los detalles de su vida que apenas me contó. Llevo ya varios intentos y me pongo más nerviosa a cada nuevo intento.

Me llevo las manos a la frente completamente frustrada por mi absoluto fracaso, y después miro en ambas direcciones desde donde me encuentro, no deseo que nadie me descubra. Estoy por rendirme y volver por donde he venido cuando una información viene a mi mente.

Acerco lentamente mi dedo índice derecho al panel alfanumérico y tecleo una fecha de cumpleaños.

¡Bingo!

Empujo suavemente la puerta y tras comprobar que nadie me haya visto entro. Cierro la puerta y apoyo mi espalda en ella. Repaso con cuidado cada esquina de la habitación. Está impoluta, como si la hubiesen limpiado a conciencia.

Husmeo por cada recoveco existente en la habitación. Nada.

Me acerco a su escritorio antes de abandonar el lugar, abro los cajones, y el resultado es igual que antes. Nada.

LOS SIETE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora