Últimas horas

284 38 11
                                    


Me encuentro sentada en una silla de espaldas a la puerta de la sala de reuniones, atada de manos, mis tobillos a las dos patas delanteras de la silla, bajo el supremo cuidado de aquel tipejo.

R aún no ha vuelto y ya lleva bastante tiempo fuera. Supongo que los chicos están dando bastantes problemas. Son unos incontrolables.

Una vez más intento levantarme, pero mi acompañante obliga a sentarme de nuevo, hundiendo prácticamente su mano en uno de mis hombros.

Le dedico una mirada llena de desdén.

No pasa mucho tiempo cuando de repente escucho la puerta abrirse, intuyo que debe tratarse de R, sin embargo, no. No es él. Abro los ojos en demasía cuando veo a entrar a tres hombres acompañándola, me espero lo peor. Jocelyn me mira con displicencia, conozco muy bien esa expresión.

Tras varios minutos de examinarme, se acerca lentamente a mí y detiene su rostro a escasos centímetros del mío.

Me vuelve a mirar inquisitiva.

No tardo mucho en darme cuenta de que hoy va vestida bastante diferente, anteriormente no la había visto vestir así. Lleva una falda negra de tubo, una camisa blanca con pequeños puntos en forma de corazón de color negro, su bata blanca, el pelo recogido en un moño bastante alto y unos tacones negros.

Jocelyn niega con la cabeza, parece estupefacta.

—No me lo puedo creer. Realmente eres la hija de R, la melliza de Seis —arquea las cejas—. Pero cómo me lo iba a imaginar. Con ese color de pelo diferente, el color de ojos. Has pasado totalmente desapercibida ante mí. Ahora entiendo todo, por eso R tenía esa actitud contigo. —Hace un mohín—. El muy estúpido estaba protegiendo a su hijita — tras acabar la frase, se pone a caminar de un lado a otro mientras se lleva el dedo índice a su mentón como si intentase recordar algo.

Sigo con la mirada cada uno de sus movimientos hasta que de pronto se detiene en seco y chasquea los dedos como si alguna brillante idea se le acabase de ocurrir. Vuelve a acercarse a mí.

—Nunca me imaginé que fueses tú la clave de todo —ante su verborrea, decido girar mi cuello para esquivar su cercanía, sin embargo, me toma del mentón y me obliga a mirarla. — ¡Cuando te hable, mírame a los ojos! ¿Dónde han quedado tus modales, Aya? ¿Así te llamas verdad? ¿Quieres que te cuente algo? —clava su dedo índice en mi frente y esta vez puedo sentir como su uña se hunde en mi piel ¡duele! Tras esa acción se aleja de mí y vuelve a colocarse frente a mi, cruzando sus manos a la altura de su pecho.

—¿Sabes? pensaba que todo se había echado a perder —repentinamente empieza a reír entre nerviosa y emocionada. En cambio, yo no puedo evitar tragar saliva. Esto me está comenzando a poner nerviosa—. Pero estás aquí para salvar lo que había empezado —extiende sus dos brazos, señalándome como si fuese una especie de trofeo, pero por supuesto en forma de burla. Eso es lo que interpreto. Los demás simplemente se ríen. —Definitivamente ya no necesito a tu hermano, fue tan fácil controlarlo. Fue y ha sido un simple títere en mis manos...

No la dejo terminar su frase.

—Tú... Tú me das asco, no te refieras así de mi hermano —me muevo en mi asiento enfocando toda la fuerza en mis muñecas para intentar deshacerme de la cinta que me ata, pero es inútil—, me dais asco los dos, tú y R vais a pagar caro por todo lo que habéis hecho ¡os lo juro! —aprieto con todas las fuerzas posibles mis manos hasta formarlas puños.

Jocelyn comienza a reírse burlonamente ante mi amenaza.

—No me hagas reír —detiene su burlona carcajada y a continuación clava sus ojos sobre lo míos con expresión de ¿pena? — ¿qué me vas a hacer? ¡mírate! Ahora mismo estas en mis manos —mientras me mira con esa pena fingida se encoge de hombros, claramente burlándose una vez más de mi—. Además, eres tan ingenua ¿en serio te has creído todo lo que te dije? —niega con la cabeza lentamente —. R ni siquiera es capaz de matar una mosca —levanta sus manos y  gesticula con sus dedos el entrecomillas—. El muy tonto siempre repite, que podría ayudar a la gente con todo lo que sabe y bla, bla, bla ¡chorradas!

LOS SIETE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora