El día siete.

2.3K 282 113
                                    

La semana ha avanzado muy deprisa, y apenas he conseguido obtener información. Lo único valioso que he obtenido es haber descubierto que la sustancia encontrada en el cuerpo de los hombres asesinados en el puerto no es la misma que me han asignado replicar. A partir de ahora, sólo tengo tres semanas.

Todo esto es muy complicado. Hay demasiada gente armada merodeando cada habitáculo de esta estructura. Además de que cada recoveco es vigilado por cámaras de seguridad. Me estoy empezando a agobiar, para añadir esta dichosa fórmula es muy complicada para mí. Empiezo a valorar que no estoy preparada para todo esto, entonces ¿por qué me eligieron a mí?

Todo esto sumado a mis pocas horas de sueño. Mi peor temor se ha hecho realidad, las pesadillas se han vuelto más constantes. Y Desafortunadamente no traje conmigo las pastillas, cuando estaba en casa creí que no iba a ser necesario, estaba equivocada.

—E, deja de perder el tiempo —me recrimina Jocelyn ante mi distracción.

—Lo siento —trato de disculparme, pero mi intento es en vano. Pues cuando pretendo volver a mi tarea, termino golpeando un matraz con mi codo y todo su contenido va a parar al suelo. Con todo esto consigo llamar la atención de todos los demás, quienes parecen lamentarse de mí. Especialmente C, la única que ha sido amable conmigo durante todo este tiempo.

Me llevo la mano a la cara ante mi asfixiante agobio. Tras de mi escucho a Jocelyn murmurar, me he dado cuenta de que no soy para nada de su agrado. Mis torpezas hacen que aumente su mala voluntad hacia mí, y sinceramente no entiendo, si yo he hecho todo lo posible por fingir amabilidad.

—¿Estás segura de que antes ya has trabajado en un laboratorio? —cuestiona muy hostil—. Bueno da igual.

Después de recoger el desastre en el suelo, me ordena que lleve los materiales usados a otro lugar en donde los reciclan. Obedezco sin rechistar.

Coloco uno a uno todo el instrumental utilizado en una bandeja de plástico. Salgo del laboratorio totalmente desanimada a estas alturas de la vida.

Mientras avanzo por el pasillo, me vuelvo a encontrar de frente con el muchacho que tropecé aquella madrugada, y está vez no viene sólo. Está acompañado de otros seis chicos. Todos caminan sincronizadamente, si no fuese una locura, pensaría que son unas máquinas. Pasan justo a mi lado sin detenerse, sin dejar de mirar al frente. No logro llamar mínimamente su atención.

Forman dos columnas y caminan en parejas menos uno de ellos, precisamente con el que me choque aquella vez. Les sigo con la mirada hipnotizada prácticamente, que me pongo a caminar de espaldas, esta mala hazaña provoca que me tropiece pues he dado un mal paso. Intento recuperar el equilibrio, pero es inútil, finalmente termino cayendo y la bandeja con todo su contenido va a parar al suelo. Para mi desgracia una de mis manos termina encima de un tubo de ensayo, el peso de mi cuerpo aguantado por este no lo soporta y se rompe. Tengo ahora trozos de cristal diminutos incrustados en la palma de mi mano, la sangre empieza a salir por la herida.

El sonido de mi torpe accidente los hace detenerse en seco.

Mientras yo me incorporo, quedándome en cuclillas. Intento rápidamente recoger el desastre que he formado hasta que por el rabillo del ojo veo a uno de los chicos acercarse a mí. Él imita mi postura y comienza a ayudarme a recoger todo.

La vergüenza junto al dolor empieza a invadirme todo el cuerpo. El chico al que evidentemente no me atrevido a mirarlo a la cara se ha dado cuenta de mi herida, y toma delicadamente mi mano. Mientras mis ojos observan el destrozo que he formado en el suelo, él examina mi mano con cuidado. Logra conmoverme tanto que me pierdo en el movimiento de su mano acariciando la mía, que no consigo darme cuenta de que otro de los muchachos se acerca y se coloca de pie junto a él.

Le hace un movimiento con su pie lo que interpreto como una señal para que se aleje de mí. Esa actitud me indigna y es entonces que decido levantar mi mirada directamente al chico que está de pie. Tiene una mirada tan fría, hostil que consigue intimidarme, así que desvío mi mirada para colocarla finalmente en el chico que me ha ayudado con las consecuencias de mi torpeza y ha mostrado interés en mi herida.

Es entonces que mi corazón se encoge al verlo, y siento alojarse un vacío en mi estómago. Y no, no es hambre esta vez. Abro mis ojos tanto como sea posible, me impresiono tanto al ver su rostro que vuelvo a terminar cayendo hacia atrás, ya que mi asombro llega a niveles estratosféricos.

Intuyo que empalidezco, no puedo verme, pero estoy segura de que esa es mi reacción. Mi cuerpo comienza a aflorar miedo que se proyecta al exterior con una bajada súbita de temperatura, provocando que mi labio inferior empiece a temblar. Quiero emitir una palabra, sin embargo, no soy capaz. Es como si se hubiesen quedado atascadas en mi garganta. Mi reacción inmediata es frotarme los ojos, quizás simplemente es una alucinación a causa de las pocas horas de dormir, pero él es tan real.

—¿Qué está pasando aquí? —Pregunta R repentinamente—. Seis y Cuatro ¡volved a la fila ya! y podéis iros de aquí —estos obedecen de inmediato, y vuelven a la fila y después R se acerca a mí tan rápido como puede—. Pero ¿cómo te has hecho esto? Ven, vamos a la enfermería —Me observa detenidamente-. Estás muy pálida, debe ser a causa de la pérdida de sangre.

No, no es por eso. Niego con la cabeza en silencio. Es porque lo he visto a él.

Mientras yo divago en mis pensamientos, R se quita la bata y presiona contra mi herida. Me ayuda a levantarme y me encamina a la enfermería. A continuación, hago algo que es inevitable, vuelvo mi mirada hacia atrás incontrolable por aquel surrealista encuentro.

—¡Salid de aquí! —R ordena a todos los que están en la enfermería. Ellos obedecen. Y después ayuda a sentarme.

R coloca en la mesa todo el instrumental digno de un quirófano ¡es totalmente exagerado! Y rápidamente con una pinza empieza a sustraer los trozos de cristal de mi mano.

—Esto va a doler, tienes que aguantar. Ahora déjame unos instantes, voy a verter agua oxigenada sobre tu herida.

Me retuerzo en mi asiento, pues sí que duele. Tras haber desinfectado mi herida, venda mi mano. Cuando ha terminado la cura, coloca su mano en mi hombro, y se dedica a acariciarlo. Por un momento puedo ver cierta calidez en sus ojos. Pero no, no puedo dejarme engañar por su buen teatro.

—Ahora procura descansar, tienes el resto del día libre. Puedes irte. —Su voz refleja completa preocupación.

—¿Estás seguro?

R asiente en completo silencio, mirándome a los ojos.

Obedezco y salgo de la enfermería. Cierro la puerta y me recargo en ella, de pronto la imagen del chico de hace un rato vuelve a aparecer en mis pensamientos. Tengo que volver a verlo, así que emprendo mi paso.

Empiezo a aligerar cada paso, consiguiendo correr por el pasillo, llego al ascensor y pulso el número de la planta. Una vez en el pasillo de aquella planta, vuelvo a apresurarme hasta que diviso la puerta X.

Me detengo enfrente de ella tratando de recuperar el aliento, me lleno de alivio pues esta puerta no tiene ninguna tecnología para abrirla, es simplemente una puerta común y corriente.

Entro dentro con cautela. Una vez dentro, veo su grandiosidad. Observo siete pupitres, una pizarra táctil y una puerta al fondo de la habitación. La habitación está totalmente impoluta, no tiene ningún tipo de decoración. Después de observar detalladamente, encamino el paso hacia la puerta del fondo, sin embargo, el sonido de la principal abriéndose me detiene y hace que vuelva sobre mis pasos.

Los Siete chicos acaban de entrar y me miran algo fríos, distantes e indiferentes.

Me acerco al chico al que R llamó por nombre Seis, sin pensarlo lo tomo por los brazos.

—¿Eres tú? ¿Realmente eres tú? ¿O acaso me estoy volviendo loca? Si es un mal sueño, quiero despertar ¡responde! —Chillo, me dejo llevar por mi inquietud—¡Responde! —Empiezo a zarandearlo  del brazo sin control, pero él sigue sin reaccionar—¿Cómo es posible si tú? —finalmente unas lágrimas se abren paso por mis mejillas sin mi autorización.

Él levanta su mano y con su dedo índice seca una de mis lágrimas, parece afectarle mi actitud. Intento calmarme, pues me doy cuenta de que estoy perdiendo los nervios. Así que antes de que eche por borda la misión, decido salir de aquella habitación aún con el corazón en un puño.

LOS SIETE.Where stories live. Discover now