El día diez.

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El reloj marca la siete de la mañana, alguien sigue llamando a la puerta. Aviso de que me dé un tiempo para vestirme antes de salir.

Me visto tan pronto como pueda y a continuación abro la puerta de mi habitación. Resulta que quien está detrás de la puerta es un hombre de seguridad. Me dice que R necesita hablar conmigo.

Asiento obediente y le sigo por detrás. Es hora de averiguarlo todo, así que antes de salir de la habitación pongo en marcha el micrófono, pegada detrás de la solapa de la bata blanca. Lo grabará todo.

El guarda me conduce hasta la oficina de R. Una vez dentro yo, él se marcha, cerrando la puerta tras de mí.

—Ena, ven. Quiero hablar contigo — R sonríe de lado.

Yo no puedo más que sentir asco, repulsión hacia R. Deseo estrangularlo con mis propias manos. Jugar a ser un todopoderoso. Manipular a personas.

—Ayer se perdió información muy relevante en el laboratorio el que estás trabajando.

Trago saliva, sin embargo, no me dejo amedrentar. Sigo con mis ojos sus movimientos. Camina de un lado al otro. R se lleva una de sus manos a su mentón, se detiene y se sienta en el borde de su escritorio se cruza de piernas, sonríe y luego clava sus ojos sobre los míos.

—¿Me puedes explicar acerca de los Siete? —pregunto llevada por la indignación, sin pensar en las posibles consecuencias de mi atrevimiento.

—Entiendo —lleva su mano izquierda a su sien izquierda y la acaricia lentamente al tiempo que suelta aire ligeramente sonoro por la nariz—. Fuiste tú la que se llevó la carpeta —la sonrisa que tenía antes se le disipa. Entonces me mira con frialdad.

Estoy empezando a pensar que no debí haberle preguntado aquello.

—Acércate. —Me llama con la mano derecha—. Te lo voy a explicar todo.

A pesar de todo aún continuo indignada con la tranquilidad que sigue actuando a pesar de mi pregunta, sin embargo, debo de tratar de calmarme. Se supone que estoy de su lado. Toda la misión depende de mí buena actuación.

—Pero, primero entrégame la carpeta —se levanta de su asiento y se acerca a mi— ¿dónde está la carpeta?

Niego con la cabeza hasta que repentinamente la puerta de su oficina se abre y entra por ella el hombre que fue en mi búsqueda. Trae la carpeta sosteniéndola en su mano derecha. Me irrito y le condeno con mi mirada la acción de R al haberle permitido la entrada a mi habitación. Aprieto con fuerza una de mis manos, impotente.

R parece no darle importancia, coloca la carpeta sobre la mesa y después salimos los tres de su oficina. El sujeto le dice algo y se dirige hacia el lado opuesto de la dirección que tomamos. Nos subimos al ascensor.

R pulsa un botón, el cual no está enumerado. Es un botón de color blanco. Siento que subimos y efectivamente no me equivoco. Llegamos a una amplia habitación que carece de paredes, en su lugar está cubierta totalmente de cristal. Desde aquí se puede ver toda la isla, intuyo que es la zona más alta. Ante mi asombro R me termina explicando que las paredes de cristal actúan como un espejo. Cualquiera que lo vea desde afuera no ve nada. Es un sistema que se utiliza para camuflar el edificio.

Asiento conforme a su explicación. En mi cabeza las piezas van encajando poco a poco.

—Toda esta isla es fruto de mi esfuerzo, de dedicación. Un trabajo de muchísimos años. No quiero que me juzgues, no soy una mala persona —dice mientras observa a través del cristal, colocando sus brazos por detrás y sosteniendo con su mano derecha la otra. Se encuentra de espaldas a mi hasta que se gira para verme— ¿acaso soy mala persona por querer el bienestar de la humanidad? o ¿sí? —R levanta una de sus cejas, expectante como si esperara mi respuesta—. C ya te mostró una parte de ese trabajo.

LOS SIETE.Where stories live. Discover now