El día Ocho.

2K 262 31
                                    

Seis, Seis, repito una y otra vez su nombre mentalmente. Su imagen no ha desaparecido en ningún momento desde que me encaré a él, pero me preocupa que le haya contado a alguien más sobre mi actitud. Si la misión se echa a perder, sería enteramente mi culpa.

Todo esto es una locura.

—Buenos días —siento posarse una mano en mi hombro al tiempo que escucho una voz femenina. Voz que no logro diferenciar al principio por encontrarme tan absorta en mis pensamientos. Acto seguido brinco en mi asiento a causa de la acción sorpresa—. ¡Hey tranquila! Soy yo.

C se sienta al otro lado de la mesa, quedándose frente a mí. Me repasa rápidamente y forma una mueca con sus labios, intuyo que debido al aspecto que tengo.

—¡Vaya cara! —dice en tono de verdadera preocupación al tiempo que niega con la cabeza— ¿Estás durmiendo bien?

Niego y dejo escapar un hondo suspiro.

—Necesitas una buena taza de café, dame uno minutos —C se levanta y se dirige a la cafetera.

Sigo expectante cada uno de sus movimientos. Me conmueve ver que me prepara una buena taza de café. Recoge la taza y vuelve a su sitio.

—Solo café —coloca la taza junto a mi lado—. Creí que no era necesario leche.

—Gracias, está bien así —sonrió y a continuación levanto la taza y me llevo a la boca. Le doy un ligero sorbo. Amargo como me gusta.

—Te había traído unos sobres de azúcar —señala con su mentón—. Pero creo que fue inútil —suelta una risita irónica.

Tras el sorbo, nos dedicamos a hablar un poco más, ya que no habíamos tenido la oportunidad de hacerlo anteriormente. Hemos trabajado aproximadamente cuatro días juntas en el mismo laboratorio, pero apenas habíamos intercambiado palabras. Excepto el segundo día de mi llegada en el que había atrevido a robarme el desayuno, bueno más bien se bebió el zumo que me había preparado. En el laboratorio cada una ha hecho lo suyo. Además de que pocas veces hemos coincidido, el espacio del laboratorio es bastante extenso.

—C ¿cuál es tu verdadero nombre?

—Me llamo Cecil —se acaricia la punta de la nariz y después sonríe—. ¿No lo habías intuido?

Me encojo de hombros, dándole a entender que evidentemente no. No era tan obvio, podría haberse llamado de diferente manera. Hay tantas posibilidades con la letra C.

—¿De dónde eres? —vuelvo a beber un poco más de café.

—Supongo que debo destacar entre todos ¿no? —vuelvo a asentir en silencio tras observar a la poca gente que se ha congregado a nuestro alrededor. No hay motivos para levantarse temprano. Hoy es domingo—. Soy de Nueva Zelanda.

—¿En serio? Habría pensado de todos los lugares, incluso Norteamérica, pero jamás que fueses neozelandesa —arrugo mis labios, supongo que cómicamente, pues consigo arrancarle otra sonrisa—. ¿Pero, aquí en medio de tantos asiáticos?

—Ya ves, la vida siempre te sorprende. Había acabado la carrera cuando me contrataron, en origen. Y ha sido una gran oportunidad.

—¿Fuiste una alumna brillante en la universidad? —pregunto con encono. Y cuando ella parece contrariada finjo una sonrisa. Pero es que cada vez que pienso en los artífices, me enfurezco. Sobre todo, que recluten a gente joven. A parecer esa es su predilección ¿por qué? — ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Aproximadamente un año.

—¿Un año? —preguntó incrédula— ¿Y no te has vuelto loca? —colocó los dedos de mi mano izquierda sobre la frente y termino masajeando la zona—. Yo llevo una semana y creo que me voy a volver loca.

LOS SIETE.Where stories live. Discover now