Capítulo tres: La inexactitud de las palabras

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Cody


Mentir se estaba convirtiendo en un hábito incontrolable para mí, como si fuera una adicción tóxica y a la vez dulce, algo que me permitía ser alguien además de mí, quitarme la máscara y ser simplemente, yo.

¿Ya me lo dirás? — Alude Taylor, mordisqueando una especie de sándwich con atún — Ya sabes, la razón por la que no pudiste cancelar una cita como una persona normal.

¿Acaso me veo normal?

Te ves como un idiota — Una dulce y amena sonrisa se dibuja en su rostro — Pero sí, te ves más o menos normal.

No lo creo — Respondo con una total seguridad.

El húmedo pasto sobre el que estoy recostado forma parte del lado lateral del colegio, un lugar entre el almacén para la comida de la cafetería y el salón de usos múltiples, el cual nunca es utilizado. Esto para mi es esconderse del resto de personas, del mundo en sí, pero es una útil forma de no levantar sospechas sobre el ya ocioso rumor sobre nosotros, el comer en la cafetería como dos amigos sería un material excelente para inculparnos de alguna otra estupidez.

Taylor y Cody desayunando juntos sería lo último que necesito, ¿Qué acaso los demás no pueden mantener su nariz en su rostro? Es como una diligencia humana la satisfacción por esparcir información falsa o real sobre los demás, peor que la heroína.

— Bien, igual cuando lo hagamos tendrás que saberlo — Recargo mis brazos sobre el herbaje, deslizo mis ojos hasta caer en el rostro de Taylor y, minuciosamente, giro mi cabeza — La razón de todo esto es Sarah Dougman — Siento un fuerte escalofrío recorrer mis venas.

¿Quién es?

¿En serio no sabes de ella? ¿Y tampoco de mí? — Doy golpecitos en mi mentón — Es oficial, necesitas salir más.

Y tú encontrar una manera menos extraña de ligar.

No estoy ligando, ¿Bromeas? — Suspiro y parpadeo un par de veces — Esta chica odia a todo el mundo, e invitarla fue un accidente ocasionado por mi mejor amigo, Mazón.

Su mirada rápidamente se convierte en confusión — ¿Mazón, es su nombre? — Musita extrañado.

¿Eh? No... En realidad, es su apellido, su verdadero nombre no lo sé, extraño ¿No?

Demasiado.

El reflejo de la luz del sol hace un contraste en la pálida piel de Taylor, al igual de reflejar un intenso verde brillante en el matiz de sus ojos, se ven como dos faroles que atraen, que me deslumbran.

Y bien — Comento, dando un salto para levantarme — Esto era para conocernos ¿No?

Eso creo, en realidad vine porque prefiero estar contigo que con el resto de idiotas, pero conocernos no suena mal.

— Auch — Acomodo mis dos manos sobre mi pecho y presiono, como una alegoría sarcástica de dolor sentimental — eso dolió.

Que dramático — Entrecierra los ojos y resaltan unas diminutas arrugas alrededor.

Ni te lo imaginas — Esbozo una sutil sonrisa — Bien, ¿Con qué podemos iniciar?

No lo sé, ¿Qué te parece... cuál es tu color favorito?

¿En serio?

En serio — Afirma.

Bien, es el azul.

Que cliché

¿Qué? Claro que no

¿Ah, ¿no?

Claro, porque a mí me gusta el azul cerúleo, eso no es para nada cliché ¿Verdad?

Pasaste de lo monótono a lo extraño, ¿Sabes? — Ríe, soltando una carcajada. Ahora que pienso con mayor detenimiento, me percato que jamás había visto los dientes de Taylor atreves de una carcajada.

¿Y cuál es el tuyo, señor originalidad?

El amarillo.

¿Y, por qué?

Me hace sentir feliz.

¿Y eso cuando sucede?

Justo ahora. Hace hincapié  en cada sílaba. 

Mis mejillas se ruborizan, siento un fuerte calor incandescente que incendia lo más profundo de mi ser, unas llamaradas de algo que nunca había sentido en mucho tiempo: Felicidad. 

Aunque no te quiero [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora