La amiga traidora

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Capítulo 3:

Al amanecer se despertaron temprano, Erik se despertó con la pierna vendada y en un recipiente estaba la punta de la flecha. Se vistió lo más rápido que pudo ya que tenía una pierna inmovilizada. Cuando iban a salir algo les llamo la atención ¿Dónde estaban? Celeste las buscó por toda la habitación. Al fin, cuando se aseguraron de que no estaban, salieron de la habitación. La cabaña era muy parecida a la del grupo de Ghali, pero en esta había ventanas y por ella era más luminosa. Bajaron al comedor que estaba exactamente igual que el anterior campamento, el sitio estaba a rebosar de personas. Los dos se sentaron en una mesa más alejada que había, en un rincón iluminado por una vela muy pequeña. Los proscritos les miraban con mala cara dispuestos a organizar una pelea en cuanto se les presentara la ocasión. Karmald se les acerco con una sonrisa de oreja a oreja. Pero algo iba mal pues Erik se dio cuenta que todos sacaban lentamente sus armas.

-Buenos días ¿Qué tal habéis dormido?- preguntó el jefe proscrito.

-Bien- respondió Celeste- pero no encontrábamos nuestras espadas-.

El hombre hizo una señal y varios arcos y dagas les apuntaron. De la puerta entraron varios hombres del rey. El jefe que era bastante chulo le escupió en la cara a Erik, que este aun estando herido le cogió su arma y de un corte limpio le decapitó. Mientras, Celeste le había robado una espada a otro soldado y le estaba atravesando el corazón. Los guardias sorprendidos les costó reaccionar y, antes de darse cuenta cuatro hombres más estaban en el suelo. Varios proscritos que no querían a gente del rey en sus casas se precipitaron a ayudar a los dos amigos. Otros en cambio se pusieron a favor del los guardias. Mientras la batalla empezaba una voz femenina le dijo a Erik:

-Corred por aquí-.

Este y su amigo se dieron la vuelta y se encontraron con Persal que era la que había hablado. La siguieron hasta una puerta, la proscrita les indico que se metieran. Los dos compañeros siguieron a la muchacha por un pasadizo subterráneo mal cuidado y maloliente que pasaba por debajo de la acción y salía unos 30 o 40 metros metidos en el bosque. Al llegar al final del túnel, levantaron una piedra y salieron. Cuando partieron, del bosque emergieron un grupo de hombres con arcos y espadas. Erik intentó atacar pero varios brazos le retuvieron. Los soldados del refugio habían ganado la pelea y les estaban cogiendo. El jefe le dio una bolsa de monedas a Persal y le dijo:

-Buen trabajo aquí tienes la recompensa, cien monedas de oro como quedamos-.

Erik al verla recibiendo el dinero, le preguntó:

-¿Esto era lo que querías? ¿Traicionarnos por un puñado de monedas?-.

-Mi padre las necesita- respondió ella.

Los soldados no les dejaron hablarse más porque llego un carro para llevárselos a la cárcel para después juzgarlos. Con ellos también iban los proscritos que se habían rebelado contra los soldados y sus compatriotas. El viaje fue largo y solo pararon una vez para comer. Al llegar la ciudad de Tambort la gente les abucheaba y les lanzaban piedras. Al subir al palacio del rey, les metieron en la cárcel y se fijaron que también estaban los proscritos de Ghali y este les dijo:

-Os condenaran pronto e injustamente porque ya más de diez hombres míos han sido llevados a la horca-.

Cuando acabó de decir esto un soldado le pegó un puñetazo en la tripa y cuando estaba en el suelo le propinó varias patadas. A Erik y a Celeste les condujeron hasta una celda más pequeña de lo normal y con puertas de acero.

Se acomodaron como pudieron e intentaron dormir. La celda estaba llena de moho y ratas. Una ventana daba al exterior y así supieron que era de noche. A medianoche Celeste despertó a su compañero porque la jaula se estaba llenando de agua. Buscaron la rejilla que había pero la habían tapado con una plancha de hierro de un metro. Erik encontró los sitios de donde salía el liquido, al encontrarlo se arranco la camisa y con esta taponó el agujero. Cuando lo hizo el agua le llegaba a la rodilla. Después intentaron acomodarse lo máximo posible, ya que el suelo estaba bastante mojado. Habían pasado un día en la celda cuando la celda se abrió y entraron dos soldados para llevarlos al juicio, les quitaron los grilletes para después ponerles unas cuerdas que se clavaban en la piel. Recorrieron el mismo camino por el que habían llegado, pero en vez de seguir recto, los llevaron a los juzgados por un estrecho pasillo a la izquierda. Nada mas salir del túnel la luz les deslumbró, ya que en la celda no había luz. También se fijaron en los altos techo del edificio y las baldosas de mármol. Los palcos estaban a rebosar de gente que entraba por unas puertecitas situadas en lo alto de los asientos. Cuando la gente acabo de sentarse el juez empezó a hablar. Erik se fijó en que una gran barriga le sobresalía y en el traje que le quedaba muy prieto. Éste se sentaba en una gran butaca. Abajo suya una persona apuntaba todo lo que decía. Erik estaba fijándose en su entorno cuando, cuatro personas del público allí presente, saltaron al estrado con unas pequeñas dagas en mano. Los guardias reaccionaron con tardanza, ya que dos de ellos cayeron con las armas clavadas en el cuello. El tercero no tuvo tiempo de desenvainar su espada cuando una flecha le atravesó la tripa, y mientras tanto, al cuarto le había dado tiempo de desenvainar la espada y poder defenderse y el quinto estaba defendiéndose de dos de los atacantes cuando dos flechas se le clavaron en el cuerpo, una en la nuca y otra en el brazo que sostenía la espada. Esto ocurrió en cuestión de segundos, porque para cuando se querían dar cuenta la gente, los cincos guardias estaban tumbados en el suelo para no levantarse jamás. El caos se apoderó de la sala en pocos segundos, la gente corría para ponerse a cubierto, los guardias del juicio que vigilaban las puertas, bajaron para enfrentarse a los causantes de las muertes de sus compañeros. Unos de los rebeldes cogió las llaves de los grilletes que tenían puestos en las muñecas los dos presos y se los quitó, después les dio una espada de los cadáveres y les dijo que les siguieran.

Llamas de libertadWhere stories live. Discover now