Guerra en barcos

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Capítulo 7:

Los hombres del rey, al oír los cuernos, se empezaron a tirar por la borda, aunque muchos otros se quedaban para seguir combatiendo. El pequeño grupo de Erik empezó a moverse por el barco, lanzando tajos a diestro y siniestro contra todo lo que se movía. Los barcos aliados se acercaban a una  velocidad impresionante, era tal la rapidez, que en un par de minutos estarían allí. Un hombre de estatura baja se acercó con cuidado a Erik. Iba armado con una espada y un escudo, aunque también por si acaso, llevaba una daga oculta en la ropa. El rebelde le golpeó con el escudo al soldado, cosa que le dejo atontado y de un rápido movimiento, nuestro amigo le clavó la espada en el cuello. Antes de que el cuerpo cayera, Erik sacó la espada y se dispuso a luchar contra otro soldado, cuando una mano del montón de cadáveres le cogió del tobillo y lo tiró al suelo. Por acto de reflejo, el chico iba a cortar la mano, cuando se dio cuenta de que era de un rebelde. Nuestro amigo le ayudo a levantarse, cuando se fijó en que su compañero tenía una flecha clavada en la espalda. Cuando le ayudó a incorporarse, dos soldados enemigos fueron a darles muerte. Erik se levantó para hacerles frente cuando una lluvia de flechas, que venía del barco rebelde, los abatió. Los rebeldes empezaron a abordar el barco, dejando un rastro de cadáveres a su paso. Los soldados que lograban salir de la masacre, se tiraban al agua y los que no, morían. No tenías posibilidad alguna de ganar, por que si luchabas, te enfrentabas a cinco. Aparte, los arqueros rebeldes que se habían quedado en su barco, disparaban a los que saltaban por la borda. En cuestión de minutos, en vez de soldados del rey, solo había cuerpos sin vida tirados en cubierta. Erik estaba rematando un cuerpo cuando un golpe en la pierna le hizo caerse de rodillas. Miró hacía abajo y vio un mango de una espada con un mano agarrada. Tiró de ella y salió un soldado del rey de entre el montón de cadáveres. El hombre, aunque con heridas graves, seguía teniendo consciencia y le susurro a Erik una cosa al oído:

-Por muchos ejércitos que tengáis, siempre perderéis, porque tenemos un aliado que ni siquiera los dioses pueden igualar-.

Erik le pregunto a que se refería, pero el hombre no contestó. El muchacho dio la vuelta al cuerpo del soldado y se fijó en que tenía una flecha clavada en la espalda, el problema, que la flecha no era rebelde, con la punta de la flecha de hierro, sino que era más anticuada, estaba hecha de huesos y su punta afilada, era una piedra.  El rebelde decidió examinar la flecha en un lugar seguro: el campamento rebelde. De repente, sintió un dolor terrible en la espalda y le empezaron a entrar nauseas y mareos,tales eran sus condiciones que se tuvo que agarrar al mástil del barco para no caerse. Empezó a ver todo negro cuando el barco chocó contra algo y se golpeó contra un barril, lo que lo dejó inconsciente.  

Llamas de libertadWhere stories live. Discover now